Cuando el “sueño americano” para las vacas se cancela por un gusano

Parece que la relación entre Estados Unidos y México en materia ganadera está pasando por su peor momento, algo así como un ‘shadowban’ a nivel macroeconómico. Resulta que, desde hace cinco meses, nuestros becerros tienen vetado el ingreso al país del norte, todo por la aparición de unos casos de gusano barrenador. ¿El resultado? Una caída en las exportaciones que roza el 80%, un dato que suena más a spoiler de una película de terror para los ganaderos que a una estadística real. El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) lo ha confirmado, y la situación es, por decirlo suavemente, un auténtico caos.

La situación es tan irónica que duele: los engordadores y procesadores de EE.UU. están literalmente rogando que México reabra el grifo de las exportaciones de ganado en pie. Sin nuestros becerros, su competitividad se esfuma, su capacidad de procesamiento se resiente y, oh sorpresa, los precios para el consumidor final se disparan. Básicamente, se han dado cuenta de que la carne producida con ganado mexicano no es un lujo, sino una necesidad por su calidad, precio y disponibilidad. Vamos, que echan de menos nuestro producto más de lo que extrañamos los aguacates en un domingo sin guacamole.

El impacto real: números que quitan el sueño

Para que te hagas una idea de la magnitud del drama, de las 1.17 millones de cabezas que cruzaron la frontera entre enero y octubre de 2024, hemos pasado a unas tristes 238 mil en el mismo periodo de 2025. Eso se traduce en casi un millón de cabezas que se quedaron sin viajar, lo que, haciendo cuentas rápidas (y llorando un poco), significa una pérdida económica de unos 837 millones de dólares. Quien diga que el dinero no da la felicidad, claramente no ha tenido que lidiar con una caída así. Los más afectados en este sainete son, como siempre, los ganaderos pequeños y medianos, esos que no tienen un colchón financiero para aguantar una sequía comercial de esta magnitud.

Lo más surrealista de todo este embrollo es que, mientras nuestras reses se quedan ‘on hold’, las importaciones mexicanas de carne (sí, de otros países) han subido un 24%, con Brasil como gran beneficiario. Es el equivalente a que te prohíban vender tu pastel de chocolate en la feria del pueblo, pero tú tengas que comprarle el pastel al vecino para poder merendar. Eso sí, hay un pequeño rayo de luz: las exportaciones de carne de res mexicana a otros destinos han crecido, demostrando que la calidad está ahí, aunque las puertas de al lado sigan cerradas con llave.

¿Y ahora qué? Buscando el ‘reset’ en la relación

La solución, según los expertos, parece obvia: reabrir el flujo de ganado mexicano es más urgente y beneficioso para Estados Unidos que buscar alternativas lejanas como Argentina. No se trata solo de un capricho comercial; es una cuestión de estabilizar toda la cadena cárnica de América del Norte. Reestablecer las exportaciones permitiría recuperar liquidez en México, aliviar la presión sobre los precios y, en definitiva, volver a la normalidad de un ecosistema económico que beneficia a ambos lados de la frontera.

Todo este lío comenzó cuando la Casa Blanca decidió cerrar la frontera tras detectar la plaga en estados del sur de México, como Veracruz y Oaxaca. Hubo un intento de reapertura en julio, pero duró lo que un ‘trend’ en TikTok: dos días después, el cierre se reimplantó y así seguimos. Mientras tanto, la industria espera una solución que parece más esquiva que conseguir un ‘like’ de tu celebridad favorita.

¿La moraleja? Que en un mundo globalizado, hasta un gusano puede desatar una crisis económica que nos afecta a todos, desde el productor hasta el consumidor final que ve cómo su hamburguesa favorita se encarece. La interdependencia es real, y este episodio es un recordatorio de que, a veces, las fronteras cerradas solo generan pérdidas para todos.

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El Congreso se pone serio con los vapeadores (y no es un juego)

Parece que nuestros diputados finalmente decidieron que los vapeadores son algo más que una molestia en el cine o una máquina de humo personal. Ricardo Monreal Ávila, el coordinador de Morena en la Cámara Baja, salió del modo fantasma para anunciar que la dictaminación de la reforma a la Ley General de Salud está agendada para la próxima semana. Sí, la misma que promete poner orden en el salvaje oeste de los cigarrillos electrónicos.

En una declaración que suena más a trailer de película de acción que a boletín de prensa, Monreal aseguró que la reforma enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum será revisada con lupa, y prometió no ceder ante las presiones de lo que llamó “cabilderos poderosos” de la industria tabacalera. Su frase para el libro de frases épicas de la política mexicana fue: “No tenemos por qué hacer caso a quienes envenenen el país”. Alguien que le avise a los villanos de las películas que ya tienen competencia.

El detalle diablo que tiene en jaque a las ONGs

Pero, como en todo buen drama, hay un giro inesperado. Organizaciones de la sociedad civil están señalando un pequeño (y gigantesco) detalle en la letra chiquita. Resulta que en el artículo 282 Ter se define a los vapeadores como aquellos que calientan sustancias tóxicas “diferentes al tabaco“. ¿El problema? Esta redacción deja fuera, convenientemente, a los productos de tabaco calentado.

¿Les suena familiar? Es el mismo glitch en la matriz que ocurrió en el decreto presidencial de 2021, que permitió la importación de estos productos y que luego tuvo que corregirse porque todos interpretaron (con razón) que era un beneficio indebido para la tabacalera Phillip Morris. Una decisión que en su momento se le atribuyó al consejero jurídico de la presidencia, Julio Scherer. Parece que el déjà vu legislativo es un fenómeno real.

Monreal promete una revisión exhaustiva (o al menos eso dice)

Ante la polémica, Monreal, que también preside la Junta de Coordinación Política, ha salido a dar garantías. “La revisión será exhausta“, aseguró, aunque en una confesión que nos hace arquear una ceja, admitió que aún no ha leído el dictamen. “No le he visto, voy a platicar con la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados“, declaró vía telefónica. Vamos, un mood de domingo por la noche intentando entender la tarea para el lunes.

Insistió en que el objetivo final del proyecto es velar por la salud de los mexicanos, una misión que suena bien noble. “Nosotros tenemos que velar por la salud, y eso es lo que debemos hacer. Lo vamos a checar y vamos a poner especial atención en que no haya regresión”, declaró, poniéndose la capa de héroe. Sobre las posibles modificaciones, su respuesta fue un clásico de la burocracia: le pedirá a Pedro Centeno que “cheque eso”.

Respecto a las sanciones, que contemplan hasta 8 años de prisión para quienes comercialicen y produzcan estos dispositivos, el líder morenista insistió en que no ha visto el dictamen y que será la Comisión de Salud la que maneje los tiempos hasta que pase al Pleno. “Hay que revisarla, yo no me pronuncio en este momento“, concluyó, dejando el suspenso en el aire como el final de una temporada de tu serie favorita. El debate apenas comienza, y promete ser más intenso que una discusión sobre qué ver en Netflix.

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El drama financiero que estremece los cimientos del mercado

En un giro del destino que ha sumido a los inversionistas en un abismo de incertidumbre, la divisa mexicana ha sido arrastrada a las profundidades, concluyendo su tercera jornada consecutiva en territorio negativo. Con un cierre aproximado de 18.39 pesos por dólar, la moneda nacional sufrió una despiadada depreciación del 0.25%, equivalente a una pérdida de cinco valiosos centavos frente al billete verde, según los datos revelados por la agencia Bloomberg. Mientras tanto, en el frente interno, el dólar al menudeo se mantuvo impasible, anclado en 18.83 pesos a la venta en las ventanillas de Banamex, completando así tres días de una inquietante calma que solo precede a una tormenta mayor.

Este colapso no es un evento aislado, sino el epicentro de un terremoto financiero global. La tragedia se desarrolla en paralelo a un fortalecimiento implacable del dólar estadounidense, cuyo índice ponderado se elevó un 0.11%, alcanzando una cumbre no vista desde un lejano 19 de mayo. ¿El catalizador de esta debacle? Una expectativa que recorre los pasillos de Wall Street como un susurro aterrador: la Reserva Federal no ejecutará un recorte en su tasa de interés el próximo 10 de diciembre. Esta decisión, o la mera anticipación de la misma, ha enviado ondas de choque a través de todas las economías emergentes, colocando al peso mexicano en la línea de fuego.

Un baño de sangre en los mercados globales

El pánico se ha contagiado con la velocidad de un virus, convirtiendo la aversión al riesgo en la emoción predominante en el mercado de capitales. En una traición a las esperanzas de los traders, el sólido reporte trimestral de Nvidia fue completamente aniquilado por un nerviosismo que cuestiona la misma sostenibilidad del comercio vinculado a la inteligencia artificial. El fantasma de la sobrevaloración de las empresas tecnológicas se cierne sobre el panorama, borrando ganancias y sembrando el caos. En Estados Unidos, el prestigioso Dow Jones cayó un dramático 0.84%, mientras que el Nasdaq Composite se desplomó un catastrófico 2.15%, tocando su nivel más bajo desde septiembre. El S&P 500 no fue inmune, registrando una pérdida del 1.56%.

El sufrimiento fue un eco fiel al sur de la frontera. El Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) cerró con una herida del 0.66%, hundiéndose a su mínimo desde octubre. Entre las caídas más estruendosas, los títulos de Televisa se contrajeron un 3.87%, seguidos por los de Grupo México y Grupo Carso. Pero la tragedia es universal. En un macabro ranking de las divisas más depreciadas, el peso colombiano lidera con una espantosa caída del 1.34%, escoltado por el peso argentino y el dólar australiano. El shekel israelí y la corona noruega completan este cuadro de desolación financiera.

El silencio ominoso de las materias primas

Mientras las divisas y las acciones libran su batalla, el mercado de materias primas observa con un silencio cargado de presagio. El oro, ese refugio tradicional en tiempos de crisis, permaneció casi inmóvil, con un retroceso insignificante del 0.07%, cotizando en cuatro mil 78 dólares la onza. Por su parte, el petróleo WTI, la sangre de la economía global, cerró en 59.14 dólares por barril, con una caída del 0.5% alimentada por el persistente temor a una sobreoferta global que podría inundar el mundo en crudo barato. Cada número, cada porcentaje, es un latido en este electrocardiograma de una economía mundial al borde del abismo.

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