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Sheinbaum rechaza tropas de EE.UU. mientras Trump amenaza con aranceles

La mandataria mexicana dibuja una colaboración “soberana” con EE.UU., mientras Trump sigue jugando al tira y afloja con los aranceles.

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La soberanía según Sheinbaum: “No, nunca” y otros términos negociables

En un giro digno de un malabarista diplomático, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que México no permitirá la entrada de tropas estadounidenses… pero sí compartirá inteligencia, coordinará operaciones y cruzará los dedos para que Trump no imponga esos aranceles del 30% que suenan más a castigo escolar que a política exterior. ¿Soberanía? Claro, pero con asteriscos.

El arte de decir “no” sin cerrar del todo la puerta

No, nunca“, afirmó rotunda la mandataria cuando le preguntaron sobre bases militares extranjeras. Eso sí, el “acuerdo prácticamente terminado” incluye todo lo demás: intercambio de datos, operaciones conjuntas (cada quien en su lado, eso sí) y hasta consejos no solicitados sobre cómo EE.UU. debería controlar su adicción a las armas. Porque nada dice “respeto mutuo” como señalar con el dedo al vecino mientras se pide cooperación.

Lo más gracioso es el timing: justo cuando Trump amenaza con aranceles “por seguridad nacional” (léase: porque sí), Sheinbaum insiste en que hay “diálogo permanente“. ¿Diálogo o monólogo? Porque hasta un loro repite menos la palabra “soberanía” mientras negocia bajo presión económica. Eso sí, la estrategia tiene un toque genial: culpar a EE.UU. por el tráfico de armas mientras México promete frenar el fentanilo. Un trueque digno del mercado negro, pero con corbatas.

Y hablando de contradicciones, ¿alguien más notó que el “acuerdo casi listo” lleva meses en horno lento? Sheinbaum lo describió como un guiso que solo necesita “un poco más de sazón”, pero Trump sigue añadiendo ingredientes explosivos. Entre tanto, los empresarios mexicanos hacen malabares para no perder el 30% de sus ganancias porque, claro, la soberanía no paga facturas.

Trump y su obsesión por los aranceles: ¿estrategia o berrinche?

La joya de la corona fue cuando Sheinbaum, con cara de poker, explicó que los aranceles son “una política económica” de Trump… como si subir impuestos a medio planeta fuera comparable a escoger el color de las cortinas. “No es personal, es negocio“, pareció decir, mientras enumeraba cómo el magnate también castigó a Canadá, Brasil y la UE. Consuelo de tontos: al menos no somos los únicos pagando el pato.

Lo que no mencionó es que, mientras México presume una “disminución del fentanilo“, EE.UU. sigue enviando lanzagranadas como si fueran regalos de Navidad. ¿Colaboración? Más bien un “tú haz tu tarea y yo haré la mía“, pero con armamento pesado de por medio. Eso sí, ambos gobiernos coinciden en algo: les encanta hablar de “resultados” aunque nadie sepa bien cómo medirlos.

¿El resumen? Sheinbaum juega al ajedrez con Trump usando fichas de dominó: promete soberanía a gritos mientras negocia en secreto, y Trump responde con aranceles como un niño que amenaza con romper sus juguetes. Mientras tanto, los ciudadanos de ambos lados de la frontera pagan los platos rotos. Pero hey, al menos queda la satisfacción de decir “no, nunca“… aunque sea a medias.

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Indagatoria por huachicol fiscal es a todos los niveles.-CSP

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Arancel del 50 a autos chinos es insuficiente según experto

Un exembajador advierte que la medida fiscal no bastará para contener la llegada masiva de vehículos y salvaguardar la producción local.

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Un Grito de Alerta en el Mundo Automotriz

En un giro que sacude los cimientos de la política económica nacional, el arancel del 50 por ciento que el gobierno mexicano planea imponer sobre los automóviles chinos ha sido calificado como una medida insuficiente, una simple caricia que apenas “les haría cosquillas” a los gigantes asiáticos. Quien lanza esta advertencia, cargada de urgencia y experiencia, es nada menos que Jorge Guajardo, ex Embajador de México en China, quien desde su trinchera alerta sobre una inminente desindustrialización.

Con la pasión de quien ha visto caer imperios industriales, Guajardo declara con vehemencia: “El Gobierno recaudaría más dinero, porque será un impuesto, pero no detendría el flujo de los carros y, por ende, no se estaría protegiendo a la industria”. Su voz no es la de un alarmista, sino la de un profeta que ve cómo el precio promedio de exportación de un carro chino se ha desplomado en un abismal 25 por ciento entre 2023 y 2025. Ante esta arremetida de precios, un gravamen del 50 por ciento se revela como un escudo de papel.

La Cruda Realidad de una Guerra Comercial Desigual

El actual socio de la consultora DGA Group no se queda en la crítica superficial. Plantea una solución drástica, una medida de protección que equivaldría a una declaración de guerra económica: para proteger de verdad a la industria nacional, el arancel debería ser de al menos un 100 por ciento, y quizás sería necesario elevarlo hasta un impactante 150 por ciento. Esta no es una sugerencia hecha a la ligera; es un cálculo frío frente a la invasión de autos chinos que amenaza con arrasar sectores enteros, tal como ya ha sucedido en otras naciones, incluidos México y Estados Unidos.

Para ilustrar la magnitud de la amenaza, Guajardo señala hacia el este, hacia Rusia. Incluso la nación euroasiática, principal aliado político de Beijing y acorralada por las sanciones occidentales, no dudó en imponer un arancel del 60 por ciento a los autos de China. “Si Rusia le puso un arancel de 60 por ciento”, argumenta con lógica aplastante, “uno de 50 por ciento de México sólo sería un primer paso; necesitaríamos rápido dar el segundo y subirlo al 100 por ciento”. La advertencia resuena como un eco de una batalla que se está perdiendo en silencio.

Un cable de la agencia Bloomberg viene a confirmar los peores temores. Un arancel del 50 por ciento ni siquiera lograría mellar la feroz competitividad en el mercado nacional de los fabricantes orientales. La evidencia es tan palpable como el precio de etiqueta. BYD, el coloso mundial de los vehículos eléctricos (VEs), vende en México su modelo Dolphin Mini por unos increíbles 399,800 pesos. En el rincón opuesto, el Equinox de GM, uno de los VEs más económicos de una marca tradicional, tiene un precio inicial que casi lo duplica: 876,990 pesos. La brecha no es competitiva; es abismal.

Yale Zhang, director general de la consultora Automotive Foresight en Shanghai, sentencia sin ambages: “Los vehículos de nueva energía chinos son muy competitivos en México, especialmente considerando que los autos a gasolina producidos localmente tienden a ser modelos más antiguos y tienen características tecnológicas limitadas”. Es una verdad que duele, un puñal clavado en el corazón de la industria local.

Un Rayo de Esperanza en la Estrategia Arancelaria

Sin embargo, en este panorama desolador, Guajardo encuentra un destello de cordura en la estrategia anunciada por Marcelo Ebrard, Secretario de Economía. La idea de acotar los aranceles a China solo a aquellos productos que no tengan sustitutos en la región es, a su juicio, un movimiento acertado. “Si estamos trayendo un tornillo de China que nadie fabrica en México o en Estados Unidos o en Canadá, que no existe quién lo pueda hacer, pues no le pongas arancel”, argumenta con pragmatismo. “Porque nada más estarías encareciendo la producción y no estarías protegiendo a ninguna industria”.

Esta aproximación selectiva evita infligir daños colaterales a la cadena productiva, demostrando que la batalla no se libra con una metralleta, sino con un bisturí. El desafío no es detener el comercio, sino redirigirlo inteligentemente para fortificar la industria nacional contra una marea de productos que, si bien son baratos, podrían tener un costo final devastador para la economía mexicana.

El relato que se desarrolla es épico. Es la historia de una nación luchando por mantener viva su capacidad industrial frente a un titán comercial. Cada porcentaje en el arancel, cada declaración, cada vehículo que llega a puerto, es un movimiento en un tablero de ajedrez donde el futuro económico de millones pende de un hilo. La pregunta que flota en el aire, cargada de suspense, es si las autoridades mexicanas actuarán con la celeridad y contundencia necesarias antes de que sea demasiado tarde.

¿Crees que esta es la estrategia correcta? Comparte esta crucial información en tus redes sociales y ayúdanos a amplificar esta discusión vital para el futuro industrial de la región. Explora más contenido relacionado con la economía global y las políticas comerciales en nuestro sitio.

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El campo pide más dinero para la sanidad mientras la producción crece

Mientras las exportaciones se estancan, el sector privado exige más fondos para proteger la comida de todos.

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Porque claro, lo lógico es pedir más dinero… siempre

En un giro de acontecimientos que ha dejado a absolutamente nadie boquiabierto, el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), ese grupo de personas que seguramente nunca ha tenido un interés particular en los presupuestos públicos, ha tenido una revelación celestial: hace falta más dinero. Y no para cualquier cosa, ¡no! Sino para la sanidad. Qué nobleza, ¿verdad?

Frente a los “retos alimentarios” de México –una forma elegante de decir que el país es una olla a presión a punto de silbar– el CNA ha decidido que el héroe que necesitamos, pero que no merecemos, es el Servicio Nacional de Sanidad, Calidad e Inocuidad Agroalimentaria, conocido por sus amigos como Senasica. Porque si hay algo que funciona a la perfección en este país, son las dependencias gubernamentales con acrónimos impronunciables.

El escenario perfecto: un foro para decir lo obvio

El telón de fondo para esta epifanía presupuestaria no fue una humilde reunión de cabaña, oh no. Fue el glamoroso 22 Foro Global Agroalimentario. Imagínense el ambiente: trajes caros, cafés exquisitos y el murmullo de personas discutiendo cómo asignar el dinero de los contribuyentes. Ahí, entre canapés y discursos, Jorge Esteve Recolons, presidente del CNA, tomó el micrófono para iluminarnos con perlas de sabiduría.

Con la solemnidad de un profeta bíblico, declaró que la política pública debe “atender la sanidad con precisión”. ¡Toma ya! ¿Quién lo hubiera pensado? ¿Acaso alguien creía que la estrategia era atenderla con desdén y a voleo? La genialidad de esta observación es comparable a sugerir que un paraguas es útil bajo la lluvia.

Y por supuesto, no podía faltar el dato curioso para darle un toque dramático: la producción de alimentos crece. Maravilloso. Fantástico. Pero, he aquí el giro tragicómico: nuestras exportaciones de ganado a Estados Unidos están siendo frenadas por… ¡sorpresa!… temas sanitarios. ¿Acaso los inspectores gringos se han vuelto demasiado delicados? ¿Es que ahora exigen que la carne no provenga de animales que escuchen voces? El misterio es profundo.

Uno no puede evitar preguntarse, con una ironía que casi duele, si el problema de fondo es realmente la falta de presupuesto o, quizás, un sistema que necesita una revisión más exhaustiva que un simple cheque con más ceros. Pero, ¿para qué complicarse? Pedir dinero es más sencillo. Es el equivalente agroalimentario de apretar el botón de “snooze” en la alarma: soluciona el problema inmediato (el sonido molesto) pero no evita que termines llegando tarde al trabajo.

Mientras tanto, los productores miran al norte con nostalgia, soñando con el día en que sus vacas puedan cruzar la frontera sin que un papeleo sanitario se interponga en su camino romántico hacia el sueño americano. Y el Senasica, ese ente casi mítico, se frota las manos ante la promesa de un presupuesto más jugoso, probablemente imaginando todo el papelero nuevo que podrán comprar para documentar aún más trámites.

En el gran teatro de la política agroalimentaria, este es un acto que hemos visto antes. La industria pide, el gobierno (a veces) otorga, y todos seguimos adelante hasta la próxima crisis, el próximo foro, el próximo discurso. La verdadera pregunta es: ¿cuándo pasaremos de señalar los problemas obvios a implementar soluciones ingeniosas? Pero, eh, eso sonaría a trabajo duro. Mejor hagamos otro foro.

¿El resultado final? Un llamado a priorizar lo que ya debería ser prioritario, anunciado en un evento de lujo, mientras las oportunidades de exportación se marchitan por problemas que, uno pensaría, ya deberían estar resueltos. La ironía es tan densa que se podría cultivar maíz en ella.

¿La moraleja de la historia? A veces, la solución más evidente es la que más se ignora, hasta que alguien la anuncia en un micrófono con eco y rodeado de luces. Bravo.

¿Qué viene después? Probablemente más discursos, más diagnósticos y, con un poco de suerte, algo de acción. Pero no contengas la respiración.

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La delincuencia se convierte en el peor socio de los negocios

El crimen no solo roba mercancías, sino que saquea directamente el bolsillo del consumidor final con precios más altos.

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El “impuesto” no oficial que nadie pidió pero todos pagan

Parece que la delincuencia en México ha decidido diversificar su portafolio de inversiones, y su nueva apuesta estrella es convertirse en el socio silencioso (pero muy, muy caro) de absolutamente todos los negocios. Según el siempre oportuno Banco de México en su Reporte sobre Economías Regionales, los empresarios del país están teniendo que lidiar con un aumento espectacular en robos, extorsiones y asaltos. ¡Qué sorpresa! ¿Acaso alguien pensó que los criminales estaban de vacaciones?

Este auge del sector ilegal no solo está generando pérdidas directas, sino que ha implementado con éxito su propia política inflacionaria: eleva los costos de transporte, encarece los bienes finales y, de yapa, se dedica a ahuyentar al turismo. Porque nada dice “¡Bienvenidos!” como un cartel de “Zona de Alto Riesgo”.

Logística nacional: cuando llegar a destino es una odisea épica

En todas las regiones del país, los empresarios señalan con perplejidad –y seguramente con varias maldiciones– que los asaltos a transportistas han incrementado los gastos hasta niveles absurdos y complican la movilización de carga terrestre hasta el punto de que un viaje de mercancías parece más una misión de comando que una simple ruta de distribución. ¿Quién necesita seguros costosos cuando puedes rezar y llevar un santito en el tablero?

La ironía más exquisita es que este costo operativo extra, este sobreprecio por el “derecho de piso” que impone la delincuencia, termina siendo absorbido maravillosamente por… ¡el consumidor final! Sí, usted, querido lector, está pagando voluntariamente (bueno, sin mucha alternativa) un sobrecosto en cada producto para financiar indirectamente las actividades de quienes le roban al que se lo vende. Es el ciclo virtuoso de la economía criminal.

Mazatlán: el paraíso playero con sabor a riesgo

Pero el caso más pintoresco –si se puede usar ese término para describir un desastre– lo aporta la región centro-norte. Resulta que la inseguridad en Sinaloa ha logrado lo impensable: impactar la comercialización de vivienda turística en Mazatlán. ¿A quién se le ocurre que la fama de una región por su vibrante vida nocturna (y no, no hablamos de los bares) podría disuadir a los turistas de comprar una casita frente al mar? Es un misterio.

Es como si los potenciales compradores extranjeros prefirieran no tener que calcular el tipo de cambio entre dólares y balas. Exagerados. Ahora los desarrolladores inmobiliarios no venden “vistas al océano” sino “ubicaciones estratégicas con protocolos de seguridad incluidos”. Un verdadero valor agregado.

En resumen, el informe de Banxico nos regala esta perla de sabiduría: la actividad criminal es un lastre para la economía. ¡Vaya revelación! Es como descubrir que un elefante en una cacharrería podría causar algunos daños. Lo verdaderamente genial es que todos sabemos lo que está pasando, todos lo sufrimos en el precio del aguacate y todos… seguimos esperando a que la solución sea algo más compleja que “que dejen de robarnos”.

La próxima vez que pague de más por una cerveza, recuerde: una parte de ese dinero es un pequeño tributo a la creatividad empresarial de la delincuencia organizada. ¡Salud!

¿Este panorama le resultó tan absurdamente familiar como a nosotros? Compártalo en sus redes sociales y ayude a que más gente descubra el “socio” invisible que tienen todos sus gastos. Explore más contenido sobre la surrealista economía nacional en nuestro sitio.

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