Internacional
Israel busca respaldo de México en la ONU ante reconocimiento palestino
La embajada israelí busca aliados en medio de creciente presión internacional, mientras México exige el cese de lo que denomina un genocidio.

Un llamado diplomático en medio del fragor
Mientras la Asamblea General de la ONU se convierte en el ring donde se libra la pelea por el reconocimiento de un Estado palestino, la embajada de Israel en México ha decidido que es el momento perfecto para repartir abrazos diplomáticos. Sí, en medio de un conflicto en Medio Oriente que tiene más capas que una cebolla llorona, nuestros amigos israelíes han alzado la voz para, con una sonrisa forzada, pedirle a la comunidad internacional, y específicamente a México, que se ponga de su lado. Por supuesto, no es para la guerra, ¡Dios nos libre!, sino contra el terrorismo y por la paz. Porque nada dice “paz” como tener que aclarar que estás en contra del terrorismo, ¿verdad?
Con una solemnidad que rivaliza con la de un notario público, la legación diplomática reafirmó el compromiso del Estado de Israel con el derecho internacional humanitario. Por supuesto, uno se pregunta si este compromiso incluye un manual de interpretación creativa de las normas, porque la protección de la población civil en todos los escenarios de conflicto suena maravilloso en el papel, pero en la práctica parece tener más agujeros que un queso gruyere. “La Embajada de Israel expresa su esperanza de contar con el respaldo de la comunidad internacional, incluido México”, dijeron. O sea, básicamente, “¿Nos apoyas o qué, carnal?”.
La timing es todo: un genocidio mencionado de paso
Y qué oportuno resulta este llamado. Justo después de que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, en un arranque de claridad, declarara que la posición de México es que pare el genocidio en Gaza. Un detalle menor, supongo. Es como pedirle a alguien que te ayude a mover el sofá justo después de que te quejaste de que rayó su piso de madera. La sutilidad, al parecer, no es el fuerte de esta jugada.
Pero la joya de la corona, el momento de puro arte dramático, llega con la postura sobre el reconocimiento unilateral de un Estado palestino. Israel, con la paciencia de un maestro de kindergarten, nos explica que hacerlo “sin condiciones previas ni acuerdos mutuos, no contribuye a una paz duradera“. Claro, porque la situación actual, con bombardeos, desplazados y ruinas, es el epítome de la estabilidad y las negociaciones fructíferas. Afirman que sin un liderazgo responsable (¿y quién decide qué es “responsable”?), fronteras definidas (algo notoriamente fácil de trazar en la región) y garantías de seguridad (porque las actuales han funcionado de maravilla), este tipo de decisiones “pueden debilitar los esfuerzos por alcanzar una solución negociada”. Es decir, podrían debilitar el estatus quo que tan bien le ha funcionado a… bueno, a una de las partes.
La embajada, sin perder el paso, añade una capa de terror cinematográfico: reconocer a Palestina “envía un mensaje preocupante a las organizaciones terroristas”. ¡Vaya! Resulta que un acto diplomático de decenas de países es, en realidad, un guiño de complicidad para Hamás, Irán y Yemen. Es casi como si la comunidad internacional no pudiera distinguir entre el apoyo a un pueblo y el respaldo al terrorismo. O quizás Israel cree que todos somos tan simples como para no ver la diferencia. Para el pueblo judío, nos cuentan, esto “constituye una forma de legitimación posterior a la mayor masacre cometida contra él desde el Holocausto”. Una comparación tan delicada como explosiva, que coloca cualquier disenso en un terreno moralmente minado. Muy efectivo, sin duda.
La narrativa del 7 de octubre y la legítima defensa infinita
No podía faltar el recordatorio del 7 de octubre de 2023, el “ataque más brutal en su historia reciente, perpetrado por la organización terrorista Hamás“. Un evento horrendo e indefendible, con más de mil 200 muertos y 250 secuestrados. Un punto de partida trágico que Israel utiliza como justificación perpetua para su legítima defensa. Pero aquí viene el giro narrativo favorito de todos: Hamás, nos dicen, “opera desde zonas civiles y utiliza a su propia población como escudo humano“. Es la carta comodín perfecta. ¿Bombardeas una escuela? Es que había un terrorista detrás de una pizarra. ¿Un hospital? Ah, es que el escudo humano era particularmente grueso ese día. Esta lógica convierte cualquier crítica sobre víctimas civiles en una suerte de complicidad con los métodos de Hamás. Brillante, aunque macabro.
Y luego viene la lista de buenas acciones, porque qué sería de una guerra sin un poco de asistencia humanitaria para suavizar los bordes. Israel enumera con orgullo sus “medidas significativas“: corredores humanitarios, alertas previas (“¡Corran, que en 5 minutos bombardeamos su casa!”), y el suministro de ayuda. Nos detallan que han ingresado a Gaza “casi 2.1 millones de toneladas de ayuda humanitaria a través de más de 107 mil camiones”. Cifras impresionantes, que uno supone están destinadas a hacernos pensar: “Vaya, no son tan malos después de todo”. Es como si un pirómano se jactara de haber traído algunos cubos de agua después de incendiar el bosque.
El broche final es la mención a las 48 personas que “continúan en cautiverio en Gaza bajo condiciones inhumanas“. Su liberación inmediata debe ser, correctamente, una prioridad. Es la parte de la historia donde todos estamos de acuerdo. El problema es cuando esa prioridad legítima se usa como cortina de humo para ignorar las condiciones igualmente inhumanas que sufren miles de palestinos, atrapados en una crisis sin fin. Israel insiste en que actuará con base en los principios del derecho internacional y su compromiso con una solución pacífica. Uno no puede evitar preguntarse, con un dejo de sarcasmo, si ese “derecho internacional” es una edición especial y flexible, diseñada específicamente para este conflicto en particular.
En definitiva, lo que tenemos es un pulso diplomático en toda regla. Israel, presionado por el reconocimiento creciente de Palestina, busca desesperadamente aliados. México, con una presidenta que no se muerde la lengua, se encuentra en la incómoda posición de sopesar su tradicional política exterior con las realidades de un conflicto que se ha vuelto un termómetro moral para el mundo. Y nosotros, los espectadores, nos quedamos viendo el espectáculo, tratando de descifrar la retórica entre líneas, donde cada palabra es un misil y cada declaración de paz suena a ultimátum.
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Internacional
Ofensiva israelí en Gaza deja 59 muertos y colapsa sistema sanitario
La ofensiva militar se intensifica en medio de una catastrófica crisis sanitaria y creciente aislamiento diplomático de Israel.

Análisis de la Situación Operativa y Humanitaria en la Franja de Gaza
Un nuevo episodio de violencia extrema se registró este sábado en la Franja de Gaza, con un saldo preliminar de 59 fallecidos como consecuencia de una serie de ataques aéreos y operaciones terrestres israelíes. Este recrudecimiento del conflicto ocurre en un contexto de presión diplomática internacional creciente para alcanzar un cese al fuego permanente y un acuerdo que permita la liberación de los rehenes aún cautivos, presión a la que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha respondido con una postura de firmeza y desafío.
Los incidentes más graves se concentraron en el campamento de refugiados de Nuseirat, donde dos ataques consecutivos provocaron una cifra significativa de víctimas mortales. El primer asalto afectó una vivienda, cobrándose la vida de nueve miembros de una misma familia. Horas más tarde, un segundo impacto en la misma localización resultó en la muerte de al menos 15 personas, entre las que se encontraban mujeres y niños, según confirmó el personal del hospital Al-Awda, centro receptor de los cuerpos. Un tercer ataque contra una tienda de campaña que albergaba a personas desplazadas internamente causó cinco muertes adicionales, de acuerdo con el reporte del hospital Nasser.
Desde el Ejército de Israel se ha manifestado, en respuesta a las consultas, que no se tiene registro de operaciones con resultado de fatalidades en el sur de Gaza durante la jornada del sábado, ni de un ataque específico en la ubicación y horario señalados por las fuentes hospitalarias en Nuseirat. Esta discrepancia en los reportes es habitual en el desarrollo de este tipo de conflictos asimétricos.
Colapso Inminente del Sistema Sanitario Gazatí
La infraestructura de salud en la Franja de Gaza se encuentra en una situación crítica, al borde del colapso total. El director del Hospital Shifa, el doctor Mohamed Abu Selmiya, alertó sobre la proximidad de tanques israelíes a las inmediaciones del complejo médico, lo que restringe severamente el acceso a las 159 personas que actualmente reciben tratamiento en sus instalaciones. “El bombardeo no ha cesado ni un solo momento”, declaró el galeno, subrayando la constante presión operativa sobre estos espacios vitales.
La situación es particularmente delicada para los pacientes más vulnerables. Catorce bebés prematuros han sido trasladados a incubadoras en el hospital Helou, donde el jefe de la unidad de cuidados intensivos neonatales, el doctor Nasser Bulbul, reportó que la puerta principal de la instalación permanece cerrada debido a la presencia de drones israelíes sobrevolando el edificio, imposibilitando cualquier movimiento seguro. La organización Médicos Sin Fronteras (MSF) se vio forzada a suspender sus actividades en la Ciudad de Gaza, calificando el nivel de riesgo para su personal como “inaceptable” debido a que los blindados israelíes se encuentran a menos de un kilómetro de sus centros de salud.
El panorama general del sector sanitario es desolador: según el Ministerio de Salud de Gaza, dos clínicas han sido destruidas por ataques aéreos, dos hospitales han cerrado tras sufrir daños estructurales graves, y el resto opera de manera mínima debido a la escasez extrema de medicamentos, equipamiento, alimentos y combustible. Este escenario ha obligado a la evacuación de la mayoría del personal y de muchos pacientes, dejando a un reducido grupo de médicos y enfermeras atendiendo a niños en incubadoras y a pacientes en estado crítico que no pueden ser movilizados.
Presión Internacional y Postura de Netanyahu
La ofensiva militar se produce inmediatamente después de que Benjamin Netanyahu defendiera ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la necesidad de que Israel “termine el trabajo” contra el grupo Hamás. Su intervención estuvo marcada por la protesta de decenas de delegados internacionales que abandonaron la sala en señal de rechazo. Esta imagen refleja el creciente aislamiento diplomático que enfrenta el gobierno israelí, acentuado por la decisión de un número cada vez mayor de países de reconocer oficialmente a un Estado palestino.
La presión no solo es externa. Desde dentro de Israel, las voces de las familias de los rehenes se alzan con desesperación. Itzik Horn, padre de Eitan, uno de los aproximadamente 20 rehenes que se calcula siguen con vida (de un total inicial de 251), lanzó un duro alegato contra Netanyahu: “Eres como el último de los leprosos. Te prometemos que, si no alcanzas un acuerdo integral y pones fin a la guerra, serás para siempre un leproso”. Doron Steinbrecher, liberada después de 471 días de cautiverio, suplicó en una protesta en Tel Aviv que el expresidente estadounidense Donald Trump, quien tiene prevista una reunión con Netanyahu el lunes, convierta la liberación de los rehenes en su “máxima prioridad”.
Trump, por su parte, ha señalado a la prensa que cree que Estados Unidos está cerca de lograr un acuerdo de alto el fuego que “traerá de vuelta a los rehenes” y “pondrá fin a la guerra”. No obstante, estas declaraciones contrastan con la realidad sobre el terreno, donde Israel avanza con una nueva operación terrestre a gran escala en la Ciudad de Gaza.
Crisis Humanitaria y Alimentaria Profundizada
Más allá del frente militar, la crisis humanitaria alcanza cotas alarmantes. La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) reporta que la situación alimentaria en el norte de Gaza se ha deteriorado críticamente desde que Israel suspendió la distribución de ayuda a través de un cruce clave el pasado 12 de septiembre. Aunque la agencia militar israelí COGAT afirma que la ayuda humanitaria al norte “se mantiene de manera continua”, las organizaciones sobre el terreno denuncian obstrucciones severas.
Testimonios de residentes como Amal al-Aas, quien vive en el oeste de la Ciudad de Gaza, confirman la gravedad del momento: “La comida es escasa y cara y el agua no es segura para beber”. Para los cientos de miles de desplazados que huyen hacia el sur, la supervivencia depende de las abarrotadas cocinas de caridad, donde alimentos básicos como sopa de lentejas y arroz se agotan rápidamente. “A veces la comida se acaba antes de que consigamos algo. Nos vamos a casa con las manos vacías”, relata Fatima Al-Daghma, desplazada del este de Jan Yunis.
El costo humano de la campaña militar israelí, iniciada tras el asalto de insurgentes de Hamás el 7 de octubre de 2023, es abrumador. Según las cifras del Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás pero cuyos datos son considerados la estimación más fiable por agencias de la ONU, el conflicto ha dejado más de 65.900 fallecidos y más de 167.000 heridos. Aunque el reporte no distingue entre combatientes y civiles, se estima que aproximadamente la mitad de las víctimas mortales son mujeres y niños, pintando un cuadro de devastación cuyas consecuencias perdurarán por generaciones.
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Internacional
Transportistas y jóvenes protestan en Lima por inseguridad y corrupción
La capital peruana enfrenta una crisis de seguridad que paraliza el transporte y une a gremios y jóvenes en un reclamo unánime.

Crisis de seguridad moviliza a transportistas y jóvenes en Lima
La ciudad de Lima fue escenario este sábado de una significativa jornada de protestas encabezada por trabajadores del transporte público, quienes exigen al gobierno de la presidenta Dina Boluarte acciones concretas frente a la alarmante escalada de violencia criminal que afecta al sector. La movilización, caracterizada por el bloqueo de principales vías de acceso a la capital, evidenció la profundidad del malestar social ante la percepción de abandono institucional.
Desde primeras horas de la mañana, unidades de transporte urbano obstaculizaron cruces viales estratégicos, obligando a los usuarios a completar sus trayectos a pie. Paralelamente, conductores y cobradores iniciaron una marcha masiva hacia la sede del Congreso de la República, portando consignas que reflejaban la gravedad de la situación. Mensajes como “Exigimos vivir sin miedo“, “Mi familia me espera en casa” y “No a la muerte, no a la extorsión” se repetían entre los manifestantes, ilustrando el clima de zozobra que vive este gremio esencial para la movilidad limeña.
Estadísticas que preocupan: homicidios y extorsiones en aumento
El fundamento de las protestas encuentra respaldo en las cifras oficiales proporcionadas por las autoridades peruanas. Según los datos más recientes, durante el periodo comprendido entre enero y agosto del presente año, se registraron 18.385 denuncias por extorsión, lo que representa un incremento del 29,3% en comparación con el mismo lapso de 2024. Esta modalidad delictiva se ha convertido en una amenaza sistémica para los comerciantes y, especialmente, para los conductores de transporte público.
En materia de homicidios, la situación es igualmente crítica. Las estadísticas reportan 1.508 asesinatos en los primeros ocho meses del año, cifra que implica un aumento del 12,6% respecto al año anterior. En lo que va de 2025, más de una decena de choferes de autobuses han sido ultimados en las calles de Lima, transformando sus vehículos en blancos potenciales de la violencia criminal. Un episodio particularmente impactante ocurrió meses atrás, cuando un conductor fue asesinado frente a los pasajeros, hecho que detonó una ola de indignación y protestas previas.
Convergencia de movimientos: la Generación Z se suma al reclamo
Un elemento distintivo de la jornada de protesta fue la adhesión de colectivos juveniles, autoidentificados como parte de la “Generación Z“. Estos grupos han anunciado su incorporación a las movilizaciones contra el gobierno de Boluarte, al que acusan de perpetuar prácticas corruptas en diversas instituciones del Estado, incluyendo fuerzas de seguridad. La convergencia de demandas entre el gremio transportista y los jóvenes activistas amplía el espectro del descontento social, que trasciende la problemática de seguridad para cuestionar la gobernabilidad en su conjunto.
El contexto de esta alianza se ve exacerbado por recientes revelaciones sobre la filtración de información al interior de la Dirección de Inteligencia de la Policía Nacional del Perú, unidad responsable de las investigaciones contra el crimen organizado. Este escándalo institucional ha minado aún más la confianza ciudadana en las capacidades estatales para garantizar la seguridad pública.
La tensión acumulada se manifestó la semana pasada, cuando las protestas del colectivo juvenil derivaron en enfrentamientos con la policía, que utilizó bombas lacrimógenas para dispersar a los manifestantes en las inmediaciones del Congreso y el Palacio de Gobierno. Además de exigir respuestas efectivas contra la criminalidad, los jóvenes demandan avances en la lucha contra la corrupción y rechazan las políticas económicas y sociales implementadas por la actual administración.
La presidenta Boluarte, cuyo mandato se extiende hasta 2026, enfrenta así un complejo escenario de desaprobación ciudadana. Los sondeos de opinión más recientes indican que su gobierno registra los índices de popularidad más bajos observados en décadas en la nación andina, reflejando un profundo divorcio entre la ciudadanía y su liderazgo político. La crisis actual no es solo de seguridad, sino de legitimidad, donde la incapacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos y garantizar justicia alimenta un ciclo de protestas que parece lejos de concluir.
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Internacional
Argentina exige justicia por el feminicidio de tres jóvenes a manos del narcotráfico
La brutalidad del crimen, transmitida en vivo, desata una ola de indignación nacional y expone la penetración del crimen organizado.

Análisis de un crimen que conmocionó a la nación
Una movilización ciudadana de proporciones significativas tuvo lugar el pasado sábado en la Ciudad de Buenos Aires y en múltiples provincias argentinas. La convocatoria, que reunió a miles de personas, respondió a una demanda colectiva de justicia ante el brutal asesinato de tres jóvenes mujeres. El caso, que según las investigaciones preliminares obedece a un acto de venganza perpetrado por una banda de narcotraficantes transnacional, ha puesto en evidencia la creciente influencia del crimen organizado en el conurbano bonaerense y ha reavivado el debate sobre la violencia de género en su expresión más extrema: el femicidio.
La manifestación principal, caracterizada por una composición mayoritariamente femenina, avanzó bajo una lluvia persistente desde la emblemática Plaza de Mayo hasta el Congreso de la Nación. Esta trayectoria simbólica no fue casual, sino que representó una clara interpelación a las máximas instituciones de la república. La protesta fue replicada de manera simultánea en centros urbanos clave como Bariloche, Córdoba, Rosario, San Juan, Mar del Plata y San Miguel de Tucumán, lo que demuestra la magnitud nacional del impacto emocional y social generado por el crimen.
Los hechos: una secuencia de violencia premeditada
Las víctimas fueron identificadas como Lara Gutiérrez, de 15 años, y Morena Verdi y Brenda Del Castillo, ambas de 20. Sus cuerpos sin vida fueron hallados el miércoles, sepultados en el jardín de una vivienda ubicada en el municipio de Florencio Varela, a aproximadamente 26 kilómetros al sur de la capital federal. Los resultados de las autopsias forenses confirmaron que las jóvenes sufrieron un extenso periodo de torturas antes de ser ultimadas, estimándose que el homicidio ocurrió cuatro días antes de su descubrimiento. La evidencia sugiere que se trató de una emboscada meticulosamente planificada.
Uno de los aspectos más alarmantes del caso, revelado por el Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Javier Alonso, es la metodología empleada por los victimarios. Según la investigación oficial, la tortura y posterior asesinato fueron transmitidos en directo a través de la red social Instagram a un grupo cerrado de 45 personas. Esta audiencia fue convocada expresamente por el presunto autor intelectual de los crímenes, un individuo de nacionalidad peruana conocido bajo el alias de “Pequeño Jota“, quien actualmente se encuentra prófugo de la justicia. El objetivo de esta transmisión, de acuerdo con las declaraciones del funcionario, era “disciplinar” a las jóvenes y a otros miembros de la estructura delictiva, utilizando el horror como instrumento de control y amedrentamiento.
La línea investigativa establece que en la tarde del viernes 19 de septiembre, un grupo de sujetos pertenecientes a una organización criminal se presentó en la vivienda de Florencio Varela, la cual funcionaba como punto de venta de estupefacientes. En el lugar, cavaron una fosa con anticipación. Cuando las jóvenes arribaron a la propiedad, fueron sometidas a la escena de tortura que culminó con su muerte. Este nivel de premeditación y la exhibición pública de la violencia señalan una operación destinada a enviar un mensaje de poder e impunidad dentro del entramado del narcotráfico local.
El contexto: crimen organizado y vulnerabilidad social
Hasta la fecha, las autoridades han logrado la detención de cinco personas—tres hombres y dos mujeres—como presuntos cómplices vinculados al triple homicidio. Se espera que sean indagados formalmente en las próximas horas. La investigación apunta a la participación de delincuentes de nacionalidad peruana y argentina, lo que refleja el carácter transnacional que han adquirido muchas de estas bandas delictivas. Este caso se enmarca en un fenómeno de larga data: el avance progresivo y la consolidación del poder delictivo del narcotráfico en Argentina, particularmente en barriadas marginales del gran Buenos Aires y localidades aledañas, donde el Estado suele presentar una presencia débil o fragmentada.
Los testimonios de los familiares de las víctimas, recogidos en el lugar de la manifestación, aportan una dimensión humana crucial al análisis. Del Valle Galván, tía de Lara Gutiérrez, expresó con crudeza: “Queremos que paguen los que hicieron este crimen horroroso. Están matando a las mujeres como si no les importara”. Esta declaración no solo refleja el dolor personal, sino que también subraya la percepción social de una violencia misógina normalizada y la sensación de desprotección institucional. Por su parte, Antonio Del Castillo, abuelo de Morena y Brenda, manifestó: “Hoy se llevaron tres chiquitas. Y si seguimos dejándolos, nos van a llevar la vida… Yo no quiero irme a mi casa sin una respuesta”. Sus palabras resumen la desesperación y la exigencia de una respuesta judicial contundente que restaure, al menos mínimamente, la confianza en el sistema.
La afirmación de la tía Galván, “Acá hay gente muy, muy, pero muy pesada, y que entre ellos se tapan”, alude directamente a la opacidad y las redes de complicidad que protegen a los actores más poderosos dentro de estas organizaciones criminales. Esta dinámica de encubrimiento representa uno de los mayores desafíos para las fuerzas de seguridad y el sistema judicial en su conjunto.
En conclusión, el asesinato de Lara, Morena y Brenda trasciende el hecho delictivo individual para convertirse en un síntoma de problemáticas estructurales profundas. Actúa como un catalizador que visibiliza la intersección entre la violencia de género, el accionar impune del crimen organizado y la demanda social por políticas de seguridad efectivas. La masiva respuesta ciudadana indica un punto de inflexión en la tolerancia colectiva hacia este tipo de hechos y constituye un llamado de atención urgente a las autoridades para que prioricen la erradicación de estas redes delictivas y la protección de los sectores más vulnerables de la población.
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