Porque nada une más a un país que el miedo a pagar más por llenar el tanque

Ah, la Claudia Sheinbaum, nuestra presidenta favorita para anunciar malas noticias con una sonrisa y un “todo está bajo control”. Hoy, en su segmento matutino “Cómo el mundo conspira contra tu cartera”, nos regaló esta perla: si Irán cierra el Estrecho de Ormuz (esa especie de cuello de botella por donde pasa el 20% del petróleo mundial), prepárense para ver números rojos en las gasolinerías. Pero ¡alegraos!, porque México tiene un as bajo la manga: el subsidio del IEPS. Sí, ese mismo que parece un parche en un barco hundiéndose.

El IEPS: el héroe que nadie pidió pero todos necesitamos (según el gobierno)

En palabras de Sheinbaum (traducidas del burocrático al español coloquial): “Si el precio internacional se dispara como cohete, nosotros lo frenamos con un impuesto mágico que ya teníamos guardado por si acaso”. Maravilloso. Porque nada inspira más confianza que un mecanismo que, hasta ahora, ha funcionado tan bien como un paraguas en huracán. Eso sí, la presidenta se cuidó muy bien de no mencionar cuánto podría aumentar el precio antes de que el subsidio se vuelva tan útil como un chocolate en un sauna.

Mientras tanto, en Irán, el parlamento jugaba a “cerramos el estrecho y vemos qué pasa”, una estrategia geopolítica tan sofisticada como apagar la luz en una fiesta para que todos se vayan. Los analistas, esos seres que cobran por decir lo obvio con palabras complicadas, dudan que Teherán pueda sostener el bloqueo más de dos semanas sin que su economía colapse como un castillo de naipes. Pero ¿qué importa la realidad cuando puedes asustar a los mercados?

México y su sueño húmedo de autosuficiencia energética

Aquí viene lo bueno: Sheinbaum soltó otra joya. “Ya refinamos casi todo nuestro petróleo”, dijo, mientras Dos Bocas sigue siendo el elefante blanco que todos miran de reojo. ¿Recuerdan cuando prometieron que sería la salvación energética? Pues ahora funciona con “dos trenes” (qué orgullo) y hasta recibió elogios de una agencia internacional (que, curiosamente, no nombró). Eso sí, las importaciones de combustible “han disminuido mucho”, una frase tan vaga como decir que un obeso “ha bajado algo de peso”.

Y no olvidemos la compra de Deer Park, esa refinería en Texas que nos costó más que el sueldo de 100 años de un mexicano promedio, pero que ahora es el estandarte de la “soberanía energética”. Porque nada grita “independencia” como comprar infraestructura en el extranjero, ¿verdad?

Moraleja: Si el precio de la gasolina sube, recuerden que el gobierno tiene un plan. Y si el plan falla, siempre nos quedará caminar… o culpar a Irán.

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Un giro diplomático que marca el destino de dos naciones

En un momento que podría definir el curso de la historia, la presidenta Claudia Sheinbaum alzó su voz con la fuerza de un huracán político, dejando claro que México no claudicará en su reconocimiento a ambos Estados: Palestina e Israel. Como si el peso de los siglos reposara sobre sus hombros, declaró ante el mundo que su gobierno jamás tolerará la violencia contra civiles, especialmente los más inocentes. ¡Una postura que retumba como un trueno en el escenario internacional!

La batalla en la ONU: una lucha épica por el reconocimiento

Desde las sombras de los pasillos de la Organización de las Naciones Unidas, México ha librado una batalla titánica durante años, empuñando la espada de la justicia para exigir el reconocimiento de dos Estados soberanos. “No es una postura nueva”, exclamó Sheinbaum, como si desafiara a quienes dudan de su convicción. “Es una lucha arraigada en la esencia misma de nuestra política exterior”. Cada palabra suya resonó como un eco de los principios constitucionales que guían al país: autodeterminación, no intervención y paz.

¡Pero ahí no termina el drama! La mandataria, con la solemnidad de una sacerdotisa de la diplomacia, recordó al mundo que México jamás —¡escúchenlo bien, jamás!— avalará el sufrimiento de un niño o la destrucción de comunidades inocentes. “Es nuestra doctrina, nuestra convicción inquebrantable”, declaró, mientras el peso moral de sus palabras parecía inclinar la balanza de la historia.

Los pilares sagrados de la política exterior mexicana

Como si recitara un juramento ancestral, Sheinbaum enumeró los principios grabados en el artículo 89 de la Constitución: igualdad jurídica, cooperación internacional y derechos humanos. “No es solo mi opinión”, advirtió, “es la ley que nos gobierna”. Un recordatorio escalofriante de que, en este juego de tronos diplomático, México no se doblegará ante presiones ni intereses oscuros.

Y entonces, como en todo gran drama, llegó el momento de la revelación final: “Condenamos la agresión, pero nuestra política está por encima de cualquier figura presidencial”. ¡Una declaración que sacudió los cimientos de la prensa internacional! ¿Estaba México enviando un mensaje al mundo? ¿O acaso era un llamado desesperado a la cordura en medio del caos?

Una cosa es segura: este capítulo de la política exterior mexicana quedará grabado en los anales de la historia como un testimonio de coherencia y valor. ¿Qué pasará después? Solo el tiempo lo dirá… pero mientras tanto, el mundo observa con el corazón en un hilo.

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Cuando el huracán Erick jugó al “SimCity” en modo catástrofe

Ah, los huracanes: la forma en que la naturaleza nos recuerda que, por mucho avance tecnológico que tengamos, seguimos siendo fichas en su tablero de ajedrez climático. Esta vez, el huracán Erick decidió que Oaxaca era el lugar perfecto para su performance artístico, dejando a su paso comunidades aisladas y más lodo que en un festival de música después de tres días de lluvia. Pero, ¡sorpresa! Aquí entra en escena el Ejército Mexicano, con su Plan DN-III bajo el brazo, como si fueran los superhéroes que no sabíamos que necesitábamos.

“Gracias, militares, por ser nuestros vecinos con helicóptero”

La presidenta Claudia Sheinbaum, en su conferencia mañanera (ese ritual donde los funcionarios intentan convencernos de que todo está bajo control), soltó un “muchas gracias, ejército” con la emoción de quien acaba de encontrar el último rollo de papel higiénico en una pandemia. Y es que, según ella, la Sedena y la Semar no solo llegaron con despensas y víveres, sino que lo hicieron en helicópteros porque, adivinen qué, las carreteras parecían más un río que una vía terrestre. ¿Quién dijo que los militares solo saben desfilar el 16 de septiembre?

“Son grandes instituciones del Estado”, declaró Sheinbaum, en un momento que casi, casi, nos hizo creer que el gobierno sí sabe lo que hace. Entre las imágenes proyectadas (que, seamos honestos, parecían sacadas de un documental de National Geographic pero con uniformes verdes), se vio a soldados cargando sacos de arena como si fueran influencers cargando bolsas de lujo. Eso sí, con menos filtros y más sudor.

Lo más irónico: las zonas más afectadas son comunidades afromexicanas y de escasos recursos, porque claro, la tragedia siempre tiene un sesgo de clase. Pero hey, al menos esta vez la ayuda llegó antes de que el tema dejara de ser tendencia en Twitter.

El verdadero MVP: el helicóptero que llegó donde Uber Eats no

Sheinbaum destacó que en lugares como Corralero y Pinotepa Nacional, la única forma de entrar era por aire, porque el agua había convertido los caminos en pistas de patinaje improvisadas. Así que, mientras nosotros nos quejamos de que el repartidor se tardó 10 minutos, estos tipos volaban entre nubes y escombros para llevar comida a quien lo necesitaba. ¿Heroísmo o simple obligación? Ustedes deciden.

Lo que sí es innegable es que, en medio del caos, ver a las Fuerzas Armadas haciendo algo más que aparecer en fotos protocolarias es… refrescante. O quizás solo es que el listón está tan bajo que cualquier acción básica nos parece épica. Como sea, si esto fuera una película de Marvel, los créditos dirían: “Y los militares salvaron el día… por ahora”.

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