Internacional
El creciente aislamiento internacional de Israel ante la ONU
El discurso del primer ministro israelí ante la ONU ocurre en un contexto de creciente presión diplomática y fractura en el apoyo occidental.

Un panorama de creciente presión diplomática
El discurso del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, se desarrolla en un escenario geopolítico marcado por un aislamiento internacional sin precedentes para el Estado hebreo. La comunidad internacional, incluyendo a aliados tradicionales, observa con creciente preocupación la evolución del conflicto en la Franja de Gaza, lo que ha generado un distanciamiento diplomático tangible. Este fenómeno no se limita a la retórica, sino que se manifiesta en acciones concretas que señalan un cambio de paradigma en las relaciones exteriores de Israel.
El análisis de la situación actual debe considerar los antecedentes inmediatos: la ofensiva militar iniciada tras los ataques del 7 de octubre de 2023. La respuesta israelí, en términos de intensidad y duración, ha actuado como catalizador de una reconfiguración de alianzas y posturas que durante décadas parecían inamovibles. La percepción de Israel como un Estado paria, aunque aún no asumida plenamente por el gobierno de Netanyahu, gana terreno en foros multilaterales y en la opinión pública global, creando un entorno hostil para la diplomacia israelí.
Las manifestaciones concretas del distanciamiento global
La evidencia del creciente aislamiento diplomático es multifacética y se extiende más allá de los círculos árabes y musulmanes, tradicionalmente críticos. Un indicador significativo fue la declaración conjunta de 28 países alineados con Occidente, que tras el ataque de Hamás habían expresado solidaridad con Israel, instando posteriormente al cese de las operaciones militares en Gaza. Este llamamiento refleja una fractura en el consenso occidental, particularmente relevante al provenir de naciones con las que Israel mantiene relaciones diplomáticas sólidas.
Un punto de inflexión lo constituye el reconocimiento del Estado de Palestina por parte de diez naciones, entre ellas Reino Unido, Francia, Canadá y Australia, durante la última semana. Esta medida, interpretada por los gobiernos implicados como un esfuerzo para reactivar el estancado proceso de paz, representa un desafío directo a la posición histórica de Israel y Estados Unidos, que se oponen a reconocimientos unilaterales. Paralelamente, la Unión Europea evalúa la imposición de aranceles comerciales y otras sanciones económicas, una herramienta de presión que hasta hace poco era impensable en el contexto de las relaciones UE-Israel.
El ámbito legal aporta otra dimensión crítica al aislamiento. La Corte Internacional de Justicia (CIJ), el máximo tribunal de la ONU, se encuentra evaluando las acusaciones de genocidio presentadas por Sudáfrica, mientras que la Corte Penal Internacional (CPI) ha emitido órdenes de arresto relacionadas con presuntos crímenes de lesa humanidad. La seriedad de estos procesos se hizo tangible incluso en los preparativos del viaje de Netanyahu a Nueva York, donde se reportó que su avión tomó una ruta alternativa para evitar espacios aéreos europeos donde podría enfrentar riesgo de detención, según confirmó un funcionario israelí bajo condición de anonimato.
La evolución del apoyo estadounidense y la opinión pública
El análisis del caso de Estados Unidos, aliado fundamental e incondicional de Israel, revela dinámicas complejas. Si bien la administración del presidente Donald Trump ha mantenido un apoyo firme—protegiendo a Israel de resoluciones de la ONU, proporcionando asistencia militar y sancionando a fiscales de la CPI—, los datos de opinión pública indican un cambio significativo en la base social. Encuestas del Centro de Investigación de Asuntos Públicos de la Associated Press-NORC muestran que aproximadamente la mitad de los estadounidenses considera que la respuesta militar israelí ha “ido demasiado lejos”, un aumento del 40% registrado en noviembre de 2023.
Una investigación más profunda de la Universidad de Maryland revela una división generacional y partidista aún más pronunciada. Casi la mitad de los votantes demócratas simpatiza más con los palestinos, en contraste con solo un 6% que simpatiza más con Israel. Entre los republicanos, la brecha generacional es notable: mientras el 52% de los mayores de 35 años justifica las acciones de Israel por legítima defensa, solo el 22% de los jóvenes entre 18 y 34 años comparte esta visión. Shibley Telhami, profesor autor del estudio, calificó este fenómeno como un “cambio paradigmático” comparable al rechazo posterior a las guerras de Vietnam e Irak, y acuñó el término “generación de Gaza” para describir a quienes perciben a Israel como la fuente del problema.
La postura israelí y las advertencias de los aliados
Frente a esta presión creciente, la reacción del gobierno israelí ha sido de firmeza. Netanyahu defiende la ofensiva como una guerra legítima de autodefensa y atribuye las críticas al antisemitismo y a la propaganda de Hamás. En un discurso reciente, llegó a sugerir que Israel podría convertirse en una “super Esparta” autosuficiente y militarizada, una declaración que luego matizó tras observarse un impacto negativo en la bolsa de valores de Tel Aviv. Además, el gobierno ha avanzado con un proyecto de asentamientos en Cisjordania que podría dividir el territorio palestino, e insinuado posibles anexiones como respuesta a los reconocimientos del Estado palestino.
Esta postura, sin embargo, genera advertencias cada vez más explícitas desde los aliados. El presidente francés, Emmanuel Macron, declaró recientemente que el gobierno israelí, “especialmente algunos ministros”, está destruyendo la posibilidad de una solución de dos Estados, advirtiendo que se está llegando al “último momento” antes de que dicha solución se vuelva “totalmente imposible”. La frustración occidental se centra en el riesgo de que, al continuar gobernando a millones de palestinos sin derechos plenos, Israel se enfrente a una elección futura entre un sistema similar al apartheid o un Estado binacional donde los judíos podrían no ser mayoría.
La conclusión del análisis indica que el aislamiento de Israel es un proceso multicausal, impulsado por factores militares, humanitarios, diplomáticos y de percepción pública. La interconexión de estos elementos crea un ciclo de realimentación donde las acciones israeles generan críticas internacionales, que a su vez son interpretadas por el gobierno como hostilidad injusta, leading a una mayor intransigencia. Este escenario plantea un desafío existencial para la política exterior israelí y para la estabilidad a largo plazo de la región, con implicaciones profundas que probablemente definirán el panorama geopolítico de Oriente Medio en las próximas décadas.
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Internacional
Netanyahu defiende su estrategia en Gaza ante la ONU
En un escenario global de boicot y protestas, el primer ministro israelí defiende su postura bélica ante una audiencia que se reduce.

Netanyahu en la ONU: Un discurso para la galería (y para las sillas vacías)
Imaginen la escena: el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sube al podio de la Asamblea General de la ONU con la misma energía de un influencer que intenta venderte un curso de criptomonedas después de que todo el mundo sabe que estafó a medio internet. El viernes, el líder israelí ofreció un discurso desafiante que, seamos sinceros, parecía más un monólogo para su base doméstica que un intento genuino de diálogo internacional. Rodeado de críticos y con el fantasma del aislamiento internacional respirándole en la nuca, Netanyahu declaró que Israel “debe terminar el trabajo” contra Hamás en Gaza. Vamos, el clásico “hold my beer” geopolítico.
“Los líderes occidentales pueden haber cedido bajo la presión”, soltó con una seguridad que nos hizo recordar a ese amigo que insiste en que su plan de negocio es infalible. “Y les garantizo una cosa: Israel no lo hará”. La frase, claramente calculada para los titulares, resonó en una sala que, para su desgracia, se parecía cada vez más a una función de teatro con boicot masivo. Delegados de decenas de naciones hicieron la maniobra de salida en masa tan pronto como empezó a hablar, un movimiento que dice más que cualquier comunicado diplomático. ¿Aislamiento? Su definición de diccionario estaba ocurriendo en vivo y en directo.
El escenario: Sillas vacías, gritos y un código QR de los más random
El ambiente dentro del hemiciclo era tan tenso que podías cortarlo con un cuchillo. Mientras Netanyahu hablaba, gritos ininteligibles y algunos aplausos aislados creaban una banda sonora de caos. Las grandes potencias, como Estados Unidos y el Reino Unido, enviaron a diplomáticos de bajo perfil, el equivalente diplomático a mandar un becario a una reunión crucial. Muchos asientos estaban vacíos, y el de Irán estaba decorado con fotos de niños que, según Teherán, fueron víctimas de ataques israelíes. Toda una puesta en escena para el drama geopolítico del siglo XXI.
Como todo buen orador moderno, Bibi no se olvidó de los elementos visuales. Mostró un mapa de la región y, en un giro que nos hizo preguntarnos en qué año vivimos, llevaba un broche con un código QR. Escaneándolo, te llevaba a un sitio web sobre el ataque del 7 de octubre de 2023. Porque nada dice “diálogo internacional” como un código QR en la solapa, como si estuviéramos en una feria de startups y no en la asamblea más importante del mundo. Incluso, en un intento que rayaba en lo surrealista, el gobierno israelí instaló altavoces para transmitir el discurso en Gaza y afirmó que tomó el control de las redes celulares para difundir el mensaje. Spoiler alert: periodistas sobre el terreno no encontraron evidencia de que alguien en Gaza lo estuviera escuchando. Un esfuerzo épico para un público que probablemente tenía cosas más urgentes en qué pensar, como sobrevivir.
Las reacciones: Cansancio en Gaza y acusaciones de falsas justificaciones
Mientras tanto, en Wadi Gaza, los palestinos que siguieron el discurso (si es que lo hicieron) respondieron con una mezcla de agotamiento existencial y una determinación férrea. “Le guste o no, tarde o temprano, el pueblo palestino obtendrá su independencia”, dijo Moneir Talib, un desplazado. Amjad Abdel Daiym añadió una dosis de cruda realidad: “Estamos psicológica, física, moral y financieramente cansados de todo… Cuando dice que quiere continuar la guerra para erradicar a Hamás, sólo veo que la guerra continúa contra personas pobres como nosotros”.
Por su parte, Hamás no se mordió la lengua y acusó a Netanyahu de usar justificaciones falsas para perpetuar el conflicto. “Si realmente le preocuparan sus cautivos, habría detenido su brutal bombardeo”, dijo el grupo en un comunicado. “En cambio, miente y continúa poniendo en peligro sus vidas”. Vamos, un intercambio de acusaciones que ya tiene más temporadas que una telenovela venezolana, pero con consecuencias devastadoramente reales.
Un líder bajo fuego cruzado: Órdenes de arresto y presión creciente
La situación para Netanyahu es más complicada que descifrar los mensajes subliminales en una canción de Bad Bunny. La Corte Penal Internacional ha emitido una orden de arresto contra él por crímenes contra la humanidad, acusaciones que él rechaza de pleno. Mientras, el tribunal supremo de la ONU evalúa una acusación de genocidio presentada por Sudáfrica. Para rematar, países como Australia, Canadá y Francia han reconocido recientemente al Estado de Palestina, y la Unión Europea considera sanciones. Hasta su principal aliado, el presidente estadounidense Donald Trump, puso límites claros al afirmar que no permitirá la anexión israelí de Cisjordania.
El líder palestino, Mahmud Abás, cuyo discurso fue por video luego de que EE.UU. le negara una visa (sí, otro nivel de drama), celebró los reconocimientos pero pidió más acción. “Ha llegado el momento de que la comunidad internacional haga justicia al pueblo palestino“, subrayó. Mientras, Netanyahu se mantiene firme en su oposición a un Estado palestino, argumentando que sería recompensar a Hamás. Una postura que, en el contexto actual, lo pinta cada vez más como una figura a la defensiva en el escenario global.
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Internacional
Maduro responde a la suspensión de su cuenta en YouTube
El mandatario venezolano responde con ironía a la suspensión de su canal, en un contexto de creciente tensión geopolítica.

Análisis de la Situación: La Suspensión de la Cuenta Oficial de Nicolás Maduro en YouTube
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, se refirió de manera pública y con un tono marcadamente irónico a la situación de inaccesibilidad que afecta a su cuenta oficial en YouTube desde el pasado 19 de septiembre. Durante un acto conmemorativo del vigésimo aniversario del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (CEOFANB), el mandatario aseguró que, a pesar de la medida, su mensaje continúa llegando a la audiencia a través de otros creadores de contenido en la misma plataforma, propiedad de la corporación tecnológica Google.
Las declaraciones de Maduro, analizadas desde una perspectiva de comunicación política, representan un intento de reencuadrar un acto de moderación de contenido por parte de una plataforma digital como un episodio de censura internacional. Este enfoque le permite alinear el incidente con la narrativa de un enfrentamiento con potencias extranjeras, un tema recurrente en su discurso oficial. El canal en cuestión, que acumulaba más de 200.000 suscriptores, era utilizado predominantemente para la difusión de sus discursos y fragmentos de su programa de televisión semanal.
El Contexto Geopolítico y las Normas de la Comunidad Digital
Este evento no puede desvincularse del escenario de tensiones bilaterales entre Venezuela y Estados Unidos. En semanas recientes, se ha reportado el despliegue de buques de guerra y aeronaves militares estadounidenses en aguas del Caribe, justificado por el gobierno norteamericano como parte de operaciones contra carteles de narcotráfico internacional. El gobierno venezolano, por su parte, ha calificado estas acciones como una violación de su soberanía nacional y un presunto esfuerzo destinado a desestabilizar su liderazgo.
En este marco, la suspensión de la cuenta adquiere dimensiones que trascienden la mera aplicación de normas comunitarias. YouTube, en sus términos de servicio, establece de manera explícita que procederá a la eliminación de cuentas que incurran en “violaciones repetidas de las normas de la comunidad“. Este reglamento incluye, entre otras infracciones, la difusión de desinformación, discursos de odio y, de manera significativa, contenido que pueda “interferir con los procesos democráticos”. La empresa matriz, Google, ha mantenido un silencio oficial sobre los motivos específicos que llevaron a la terminación del perfil del mandatario, una omisión que alimenta la especulación por ambas partes del conflicto.
La respuesta del presidente Maduro, caracterizada por la burla y el desafío, sugiere una estrategia de comunicación calculada. Al afirmar “me siguen viendo por YouTube”, busca minimizar el impacto real de la suspensión y proyectar una imagen de resiliencia. Sus palabras, “mientras más censura, más llega el mensaje”, están dirigidas a consolidar la percepción de una lucha asimétrica contra un poder extranjero, un recurso retórico común en líderes que se presentan como defensores de la soberanía nacional frente a influencias externas.
Desde un punto de vista técnico y legal, el caso plantea interrogantes fundamentales sobre el poder y la responsabilidad de las plataformas digitales globales en la regulación del discurso de figuras políticas en ejercicio. Por un lado, se encuentra el derecho de las empresas privadas a hacer cumplir sus propias normas para mantener la integridad de sus ecosistemas digitales. Por el otro, surge el debate sobre la concentración de un poder cuasi-jurisdiccional en entidades no electas democráticamente, especialmente cuando sus decisiones afectan la capacidad de comunicación de jefes de estado. Este incidente se inscribe en un debate global más amplio sobre la gobernanza de internet, la libertad de expresión y los límites de la moderación de contenido.
La evolución de este episodio deberá ser observada con atención, ya que podría sentar un precedente significativo para el tratamiento de cuentas oficiales de gobiernos en plataformas de redes sociales. Las acciones futuras de YouTube/Google, ya sea manteniendo la suspensión o proporcionando una explicación detallada, tendrán implicaciones para las relaciones entre las grandes tecnológicas y los estados nacionales. Mientras tanto, la capacidad del gobierno venezolano para utilizar canales alternativos y la repercusión mediática del hecho demuestran la complejidad de controlar los flujos de información en la era digital.
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Internacional
Estados Unidos revocará la visa a Gustavo Petro por incitar a la violencia
La decisión de Washington genera una crisis diplomática tras las declaraciones del mandatario colombiano en una protesta, donde pidió la desobediencia de soldados.

Una Decisión que Marca un Antes y un Después en las Relaciones Bilaterales
El gobierno de los Estados Unidos tomó una medida sin precedentes este viernes al anunciar la revocación de la visa del presidente de Colombia, Gustavo Petro. La decisión, calificada como una respuesta directa a lo que las autoridades estadounidenses denominaron “acciones imprudentes e incendiarias“, se produjo tras la participación del mandatario en una manifestación en la ciudad de Nueva York. En dicho acto, Petro no solo propuso la creación de un ejército internacional en defensa del pueblo palestino, sino que realizó un exhorto directo a los miembros de las fuerzas armadas estadounidenses para que desobedecieran órdenes.
La postura oficial de Washington se conoció a través de un comunicado publicado por el Departamento de Estado en la red social X. El mensaje fue contundente: “Hoy, el presidente colombiano @petrogustavo se paró en una calle de Nueva York e instó a los soldados estadounidenses a desobedecer órdenes e incitar a la violencia“. Como consecuencia inmediata de estos actos, la administración estadounidense procederá con la revocación de la visa diplomática del líder suramericano.
El Discurso que Encendió la Mecha de la Controversia
Horas antes del anuncio oficial, Gustavo Petro se había sumado a una concentración en protesta contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Con un megáfono en mano y rodeado de su equipo de seguridad, el mandatario retomó y amplió la propuesta que había presentado días atrás ante el pleno de la Asamblea General de las Naciones Unidas: la formación de un “ejército de la salvación del mundo”. Frente a los manifestantes, Petro argumentó con vehemencia la necesidad de crear una fuerza militar superior a la de Estados Unidos e Israel combinadas.
Sus palabras no dejaron lugar a dudas sobre su postura: “Con el último veto que realizó Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, se acabó la diplomacia… se responde con armas”. Este llamado a la acción armada representó un punto de inflexión en el tono de sus críticas. Pero el momento más polémico llegó cuando se dirigió directamente a los soldados norteamericanos, instándolos a “no apuntar contra la humanidad sus fusiles. Desobedezcan la orden de (Donald) Trump, obedezcan la orden de la humanidad”.
La trayectoria vital y política de Petro, quien en su juventud militó en un grupo guerrillero y que hoy se erige como el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, añade una capa de profundidad a sus declaraciones. Durante la protesta, reveló que su gobierno presentará una resolución formal ante la Asamblea General de la ONU, con el objetivo de que este organismo internacional ordene la configuración de dicho ejército. Para lograrlo, aseguró que buscará el apoyo de otras naciones. “Las naciones del mundo aportarán hombres y mujeres entrenados y armados para configurar ese gran ejército”, afirmó, llegando a ofrecerse él mismo para combatir si fuera necesario.
Un Escenario Internacional Complejo y sus Protagonistas
La manifestación no estuvo exenta de figuras destacadas. Acompañando al presidente colombiano se encontraba el célebre cantante Roger Waters, cofundador de la legendaria banda Pink Floyd, conocido por su activismo político, y el embajador de Colombia en Washington, Daniel García-Peña. Este evento se desarrolló de manera paralela al discurso que Netanyahu pronunciaba ante la Asamblea General de la ONU, un momento de alta tensión para el líder israelí, quien enfrenta una presión internacional creciente para dar fin al conflicto bélico entre Israel y Hamás. Como muestra de descontento, varias delegaciones diplomáticas, incluida la de Colombia, decidieron ausentarse de la sesión.
La postura de Gustavo Petro como un crítico severo de Israel se ha mantenido constante desde el inicio de la guerra con Hamás. El mandatario no ha dudado en calificar las operaciones militares en la Franja de Gaza como un “genocidio“. Ante el máximo foro mundial, el martes anterior, había sentenciado: “La humanidad no puede permitir ni un día más de genocidio ni a los genocidas de Netanyahu ni sus aliados en Estados Unidos e Europa dejarlos libres”.
Este enfrentamiento verbal es la continuación de una ruptura diplomática tangible. En mayo de 2024, Colombia tomó la decisión histórica de romper sus relaciones diplomáticas con Israel y suspendió las exportaciones de carbón, uno de sus principales productos de venta a esa nación. Como era de esperarse, la reacción del gobierno israelí no se hizo esperar, acusando a Colombia de alinearse con Hamás. Este escenario se enmarca en un contexto internacional dinámico, donde países como Australia, Canadá, Francia y el Reino Unido han anunciado en los últimos días su reconocimiento a un Estado palestino independiente.
Mientras tanto, las instancias judiciales internacionales siguen su curso. La Corte Penal Internacional ha emitido una orden de arresto en contra de Netanyahu por acusaciones de crímenes de lesa humanidad, cargos que él rechaza de manera enfática. De forma paralela, la Corte Internacional de Justicia, el principal tribunal de la ONU, evalúa la acusación presentada por Sudáfrica –y respaldada por Colombia– en la que se alega que Israel ha cometido actos de genocidio en Gaza, una imputación que el Estado israelí también desmiente categóricamente.
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