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El LIV Golf llega a la CDMX con estrellas y sueños mexicanos

La élite del golf mundial desembarca en la CDMX con sabor local y sueños de gloria.

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El golf de élite se pone chilango (y no, no hablamos de los tacos)

Después de cinco años de sequía golfística en la Ciudad de México (sí, ya saben, esa urbe donde un hoyo en la calle cuenta más como obstáculo urbano que como campo de juego), el LIV Golf decidió que era hora de darle glamour *made in CDMX* al deporte de los palos y las pelotitas que odiamos cuando se pierden en el césped. Adiós a Mayakoba, hola al **Club de Golf Chapultepec**, donde el green es tan exclusivo que hasta los árboles parecen mirarte con aire de superioridad.

La liga revolucionaria (que suena a *”los Avengers pero con polos horteras”*) llega con sus 13 equipos, 54 jugadores y un elenco de estrellas que harían llorar de emoción a cualquier fan: **Bryson DeChambeau** (el científico loco del golf), **Phil Mickelson** (el abuelo cool), **Jon Rahm** (el vasco que pone el drama) y **Dustin Johnson** (el tipo que parece salido de un anuncio de whisky). Pero, ¡sorpresa! Los verdaderos *main characters* son los mexicanos **Abraham Ancer** y **Carlos Ortiz**, porque ¿qué sería un torneo en México sin el *hometown pride* y los gritos de “¡Échale huevos!” desde la galería?

Carlos Ortiz: entre el sueño y la presión (pero sin drama, que esto no es telenovela)

Ortiz, el tapatío que representa al equipo **Torque** (nombre que suena a banda de rock alternativo), ya tiene un trofeo en el circuito saudí y un segundo lugar en Adelaida. Pero, seamos honestos: **ganar en casa es el equivalente golfístico de comerse un buen pozole sin quemarse la lengua**. En una entrevista con *EL UNIVERSAL Deportes*, soltó la joya: *”La verdad, sería un sueño hecho realidad ganar acá, pero el golf es impredecible… como el clima en la CDMX”*.

Y aunque suena a cliché de atleta, el tipo tiene razón: el golf es más traicionero que un *match* de Tinder. Pero Ortiz, lejos de agobiarse por la presión local, lo ve como **”un compromiso con la raza que te vibra”** (traducción millennial: *”la neta, me motiva que me chiflen”*). Con dos Olimpiadas en el currículum y una carrera que inspira más que un discurso de *coach* motivacional, confiesa que levantar el trofeo en Chapultepec sería **”el triunfo más importante de su carrera”**. O sea, más épico que cuando logras estacionarte en un hueco en la Roma.

¿Por qué este torneo es más relevante que tu última selfie?

México no es solo tierra de tacos y memes; también es **cancha de gigantes del golf**. El LIV Golf no solo trae dinero y *glam* (aunque los polos siguen siendo cuestionables), sino que pone al país en el mapa de los deportes *fancy*. Y no, no es solo un torneo más: es la oportunidad de que Ancer y Ortiz le muestren al mundo que **el golf mexicano no es solo el *hoyo en uno* que le metieron al presupuesto público**.

Así que, si vas a Chapultepec, lleva tu mejor outfit (nada de shorts con calcetines blancos, por favor), grita como si estuvieras en un concierto de Bad Bunny y, sobre todo, **vibra con la emoción de un deporte que, por unos días, será tan chilango como el smog**.

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Nick Taylor y Ben Griffin lideran el Memorial bajo la lluvia

El canadiense y Griffin dominan con estrategia impecable en un campo que pone a prueba hasta a los mejores.

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Cuando el golf se convierte en un maratón de paciencia (y putts)

Ah, el Memorial Tournament, ese evento donde el campo de Muirfield Village decide jugar al “¿Cuánto sufrimiento aguantas?” y los jugadores responden con sonrisas forzadas y tarjetas de score que parecen escritas por un masoquista. Este año, la madre naturaleza añadió su toque especial: lluvia constante, rough que parece maleza de película de terror y greens más traicioneros que un ex. Pero hey, Nick Taylor y Ben Griffin decidieron que esto era un challenge de TikTok y lo convirtieron en tendencia.

Taylor, el canadiense que jugó como si el clima fuera su aliado (spoiler: no lo era)

Nick Taylor, el tipo que probablemente tiene “Huskie de Washington” tatuado en el alma (o al menos en su bio de Instagram), demostró que un día lluvioso no es excusa para no brillar. Con un 68 golpes (-4) y putts de birdie en casi todos los hoyos —porque, ¿quién necesita bogeys cuando puedes ser básicamente un robot?—, el canadiense firmó una tarjeta tan limpia que hasta Scheffler se quedó mirando con envidia. “Fue agradable mantenerlo simple”, dijo Taylor, como si no hubiera estado jugando en modo hardcore.

Mientras tanto, Griffin, el otro líder, aprovechó una tregua de la lluvia para sacar un 72 (-7 acumulado), porque ¿qué es el golf sin un poco de drama? El campo, suave como mantequilla después del aguacero, le dio un respiro… aunque con rough tan denso que hasta un machete sería útil. “El rough aquí es como intentar sacar la bola de un bowl de ramen”, podría haber dicho cualquier jugador, pero Taylor lo resumió mejor: “Es casi insuperable”. Gracias, Nick, por confirmar que esto no es un paseo en el parque.

Scheffler, el número uno que siempre está ahí (como ese amigo que nunca deja de stalkearte)

Y luego está Scottie Scheffler, el actual campeón y jugador top del mundo, que rondó el campo como si estuviera en un slow-motion challenge. Un wedge al agua aquí, un birdie fallado allá, pero al final, su 70 golpes lo dejaron cerca, porque claro, ¿qué sería un torneo sin Scheffler acechando como un villano de película? “Hubo muchos buenos golpes”, dijo, omitiendo los momentos en que el golf le hizo preguntarse por qué no eligió el ajedrez.

El rough, por cierto, es tan brutal que los jugadores ya lo ven como entrenamiento para el Abierto de EE.UU. en Oakmont. “Torrey Pines fue denso, pero esto es otro nivel”, admitió Taylor. Traducción: si no estás en el fairway, mejor reza.

Así que ahí lo tienen: lluvia, rough que merece su propio documental en Netflix, y dos líderes que demostraron que a veces, el golf se trata de sobrevivir, no de lucirse. ¿Quién ganará? Nadie lo sabe, pero seguro será épico.

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Vikingo y Alberto El Patrón se juegan todo antes del megaevento WWE

El último combate antes de que AAA y WWE colisionen en un evento histórico. ¿Quién se llevará la gloria?

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AAA vs. WWE: El último round antes del caos

Imagínense esto: AAA está a punto de saltar al ring de WWE como si fuera un luchador con máscara de lentejuelas, y justo antes de que el mundo explote en World’s Collide, nos regalan un combate que promete más drama que un capítulo de La Rosa de Guadalupe. El Hijo del Vikingo, el tipo que vuela más que un influencer en primera clase, se enfrenta a Alberto El Patrón (sí, ese que tiene más altibajos que el bitcoin) por el Megacampeonato AAA. ¿El premio? Llegar a WWE como campeón y enfrentarse a Chad Gable, que seguro está practicando su alemán suplex por si acaso.

No solo es Vikingo: el undercard también pica

Mientras tanto, en el undercard, Pagano y Psycho Clown (la pareja que parece salida de un cómic de los 90) intentarán arrebatarles los títulos de parejas a Sansón y Forastero, aka La Nueva Generación Dinamita (NGD para los cuates). Estos últimos, por cierto, también tienen cita en World’s Collide, donde se verán las caras con el Legado del Fantasma (Santos Escobar y compañía), en lo que promete ser un lío de máscaras, patadas voladoras y probablemente algún que otro drama backstage.

Y por si no fuera suficiente, todo esto pasa en el Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera, un lugar que ha visto más combates épicos que Twitter peleas de fandoms. La transmisión será por Canal Space y HBO Max, porque, seamos honestos, en 2025 quien no ve lucha libre en streaming vive en el pleistoceno.

¿Cuándo y dónde ver este espectáculo?

El evento empieza a las 20:00 horas (hora centro de México), pero como todo buen drama, la transmisión en vivo arrancará a las 21:15, porque ¿qué sería de la lucha libre sin un poco de suspenso? Así que preparen sus palomitas, sus memes favoritos y su mejor pose de “¡No puede ser!”, porque esto promete ser tan intenso como un grupo de WhatsApp familiar discutiendo política.

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Fidalgo confiesa que la derrota duele más que los tres títulos

El mediocampista del América revela cómo el equipo enfrenta el dolor de la final perdida mientras busca revancha.

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El dolor que no se borra ni con tres trofeos

Ah, el fútbol, ese deporte maravilloso donde ganar tres campeonatos seguidos no sirve de consuelo cuando pierdes uno. ¿No es genial? Álvaro Fidalgo, el mediocampista español que se ha convertido en el alma (y posiblemente el terapeuta no remunerado) del América, lo dijo clarito: “Esta derrota duele como si no hubiéramos ganado nada”. Vaya, qué alivio saber que los títulos anteriores valen lo mismo que un billete de Monopoly en este momento.

La terapia grupal de las Águilas

Imaginen la escena: un vestuario lleno de jugadores multimillonarios, abrazándose y llorando como si les hubieran cancelado Netflix. Fidalgo, en su papel de filósofo accidental, admite que “la página no se pasa rápido”. Claro, porque cuando pierdes una final, el manual exige un duelo prolongado, preferiblemente con música dramática de fondo y algún que otro tuit emotivo de la afición.

Pero aquí viene lo mejor: el partido contra el LAFC para el pase al Mundial de Clubes es, según él, “importantísimo”. ¡Qué sorpresa! ¿Acaso hay algo más trivial en el fútbol que clasificar a un torneo internacional? Por supuesto que no. Y aunque Fidalgo insiste en que “una cosa no quita la otra”, todos sabemos que en el fondo esperan que el dolor se cure mágicamente con un vuelo a Arabia Saudita. Spoiler: no funcionará.

“Fue uno de los momentos más jodidos desde que estoy aquí”, confesó el español, probablemente mirando al vacío como en una telenovela. Y uno se pregunta: ¿peor que perder una final? Quizás solo comparable con quedarse sin aguacate en el desayuno. Pero bueno, el drama es parte del ADN americanista, así que bienvenidos al show.

La afición, esos cómplices sentimentales

Los hinchas, esos seres que oscilan entre el amor incondicional y la ira desmedida en cuestión de segundos, también están “jodidos”, según Fidalgo. Pero no se preocupen, porque el jugador asegura que están orgullosos. ¿De qué? De perder, claro. O más bien, de llegar a cuatro finales seguidas, lo cual, en el mundo del fútbol, es como recibir un trofeo por participación. ¡Qué bonito!

Eso sí, el ibérico agradeció el apoyo con la elegancia de un político en campaña: “Agradecemos todo su apoyo y por darnos las gracias por estas cuatro finales”. ¿Cuántos equipos pueden presumir de perder con tanta clase? Pocos, muy pocos.

Así que ahí lo tienen: el América, entre lágrimas y sonrisas forzadas, intentando convertir el dolor en motivación. ¿Funcionará? Quién sabe. Pero mientras tanto, todos podemos disfrutar del espectáculo tragicómico que solo el fútbol sabe ofrecer.

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