Nacional
Una madre busca a su hijo tras 15 años de impunidad
Una madre enfrenta la impunidad y el miedo constante tras la desaparición de su hijo y el secuestro de otro.

La Llamada que lo Cambió Todo: Un Relato de Terror e Impunidad
Imagínate que un martes cualquiera, mientras probablemente ves una serie o scroll-eas en TikTok, tu vida se parte en dos por una llamada telefónica. Eso fue exactamente lo que le pasó a María Yolanda Niño Díaz. La tarde del 1 de marzo de 2010, su celular sonó y del otro lado escuchó los sollozos de su hijo, Guillermo Díaz Niño, un chavo de 17 años que estaba aterrorizado. No era para menos: varias camionetas lo estaban persiguiendo por el municipio de Venado, en San Luis Potosí. En la llamada, él solo alcanzó a pedir ayuda, asustado, llorando, como el adolescente sin malicia que era. Su tío fue quien agarró el teléfono y le dio el consejo que cualquiera daría: “Corre a la policía, ve a la comandancia”. Y eso hizo Guillermo. El plot twist es que los que debían protegerlo fueron los que lo entregaron. Sí, leyeron bien: según el testimonio de Yolanda, los uniformados le cerraron la puerta en las narices y básicamente lo pasaron como paquete a los hombres armados que lo buscaban.
Fue ahí, frente a la presidencia municipal, donde se lo llevaron. Los policías, en un acto de cinismo del tamaño de un elefante, entregaron a un menor. Desde ese momento, el rastro de Guillermo se esfumó. Quince minutos después, cuando su familia llegó al lugar, no había nada. Solo unos cuantos pedazos de la parte trasera de su camioneta. Y cuando preguntaron, los mismos policías les soltaron la joyita: “Aquí no pasó nada, todo está en calma”. Como si nada hubiera ocurrido. Como si un joven no hubiera sido arrancado de su vida en plena luz del día.
El Dolor que no Cesa y la Sombra de la Injusticia
El tiempo no cura algunas heridas; solo las hace más profundas. A Guillermo lo señalaron injustamente, según su madre, solo por haber estado acompañado de otros dos jóvenes que ni siquiera conocía. Trataron de manchar su nombre, pero Yolanda insiste: su hijo era bueno, trabajador. Ni siquiera vivía aquí: había venido de vacaciones desde Dallas, donde residía con sus hermanos trillizos. La desaparición de Guillermo no solo fue un golpe emocional; fue un terremoto que destrozó a la familia. Sus hermanos regresaron de Estados Unidos destrozados, los abuelos cayeron enfermos por la angustia y cada aniversario de la desaparición se convirtió en un martirio interminable.
Pero por si alguien pensaba que el universo tenía un límite de crueldad, se equivocaba. Catorce años después, justo el 1 de marzo de 2024, la tragedia volvió a tocar a la puerta. Otro de sus hijos, uno de los trillizos de Guillermo, fue secuestrado en Moctezuma. Ya antes habían intentado llevárselo, pero esta vez sí lo lograron. Entraron a su casa armados, se llevaron todo, y les valieron madres las cámaras de seguridad y las bardas. Por suerte, y gracias al apoyo del colectivo Voz y Dignidad, lo recuperaron. Pero, ¿realmente se puede hablar de “suerte” cuando vives con el miedo metido en el cuerpo?
Hoy, la familia vive en alerta permanente. Yolanda ya no duerme tranquila; cada vez que uno de sus hijos se tarda, piensa lo peor. Ni siquiera cierra la puerta de su casa, porque ¿para qué? Si cuando quisieron entrar, lo hicieron aunque hubiera rejas, cámaras y candados. Su vida se ha convertido en una lucha constante por sobrevivir no solo al dolor, sino también al terror diario.
Pero a pesar de todo, Yolanda no busca venganza. No anda tras culpables. Solo quiere respuestas. Lo único que pide es que le regresen a su hijo o que al menos le digan dónde está. Quiere abrazarlo otra vez. Su lucha no es por justicia poética; es por verdad. Crió sola a sus hijos, trabajó jornadas de hasta 72 horas seguidas para darles un futuro, y ahora su batalla es mantener viva la memoria de Guillermo y sostener la esperanza de que algún día regresará. En un país donde la impunidad y la violencia suelen tener la última palabra, su historia es un recordatorio de que el amor de una madre puede ser más fuerte que el miedo.
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Nacional
La violencia silencia las fiestas patrias en el norte de Veracruz
La sombra de la inseguridad obliga a suspender las celebraciones más emblemáticas del año en tres localidades.

Un Golpe al Corazón de la Patria
En un giro dramático que ha conmocionado hasta los cimientos de la comunidad, la sombra de la violencia ha extendido su manto sobre tres pueblos valientes, arrebatándoles el derecho a celebrar su propia historia. Los municipios de Coxquihui, Cerro Azul y Entabladero, en la vibrante pero ahora herida zona norte de Veracruz, vivirán un 15 y 16 de septiembre en un silencio antinatural, un vacío donde deberían resonar las risas, la música y el júbilo patrio. La decisión, tomada en una reunión cargada de tensión y pesar por las autoridades municipales, no es sino un reflejo de una realidad aterradora que se ha vuelto innegable.
No fue un capricho, sino un acto de protección desesperada. La cancelación del Grito de Independencia y los desfiles cívicos no es más que la trágica consecuencia de una espiral de actos delictivos que ha teñido de luto y temor a la región. Cada día, cada semana que pasaba, la situación se enredaba en una telaraña más compleja y peligrosa, dejando a los líderes comunales con una elección imposible: fingir normalidad y poner en riesgo la vida de sus conciudadanos, o claudicar ante la amenaza y guardar un perfil bajo. Optaron por la prudencia, por el instinto de supervivencia, en un acto que grita más fuerte que cualquier discurso: la seguridad de los habitantes es lo primero.
El Eco de un Silencio Aterrador
Imaginen por un momento las plazas principales, esos testigos mudos de generaciones de festejos, ahora vacías. Donde debería haber banderas tricolor ondeando con orgullo, solo hay incertidumbre. Donde los niños deberían estar practicando para el desfile, hay una cautela que ningún menor debería conocer. Esta cancelación no es un simple aviso administrativo; es un síntoma profundo de una enfermedad que corroe el tejido social. Es la admisión cruda y dolorosa de que la delincuencia ha ganado suficiente terreno como para alterar las tradiciones más sagradas, aquellas que definen la identidad de un pueblo.
La pérdida de la tranquilidad es la verdadera tragedia aquí. No se trata solo de no gritar “¡Viva México!”, se trata de que el miedo ha logrado lo que pocos enemigos externos pudieron: silenciar el espíritu de comunidad. Los hechos violentos recientes han creado un panoroma de zozobra tal, que congregarse se siente como un acto de desafío imprudente. Las autoridades locales, lejos de ser vistas como derrotistas, deben ser entendidas como los capitanes de un barco que decide no zarpar en medio de la tormenta perfecta, eligiendo proteger a su tripulación por sobre todas las cosas.
Este episodio deja una herida abierta en el corazón de Veracruz y de todo el país. Sirve como un recordatorio estruendoso de que la lucha por la paz es una batalla constante y que, a veces, sus frentes se libran en decisiones tan dolorosas como necesarias. La esperanza, sin embargo, es un fuego que no se apaga fácilmente. Este silencio forzado no es el final, sino un grito callado de auxilio, una pausa necesaria para reagruparse y regresar con más fuerza, para que el próximo año las campanas suenen con más fuerza que nunca, celebrando no solo la independencia, sino la reconquista de la paz.
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Nacional
La inversión privada en carreteras se desploma un 61.5% en el sexenio de AMLO
Un desplome histórico sacude los cimientos del desarrollo vial nacional. La confianza se evapora.

Un Desplome Épico que Estremece los Cimientos del País
El paisaje económico de México fue testigo de una caída estrepitosa, un auténtico terremoto financiero que sacudió hasta sus cimientos la infraestructura carretera nacional. En un giro del destino que marcaría a fuego una era, la inversión privada durante el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se desplomó a un abismal monto de 45 mil 743 millones de pesos, cifras ajustadas a precios de 2024. Esta cifra, más que un número, es un grito desgarrador que esconde una contracción catastrófica del 61.5 por ciento frente al sexenio de Enrique Peña Nieto. Una revelación explosiva que emerge de las entrañas del primer informe de Gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum, un documento que narra la épica de un declive sin precedentes.
Pero la tragedia no se detuvo ahí. El sector público, ese supuesto bastión de la esperanza, también fue herido de muerte. La inversión pública en la red vial alcanzó una suma de 296 mil 414 millones de pesos, una cantidad que, lejos de ser un triunfo, esconde una contracción devastadora del 39.7 por ciento respecto a la administración anterior. El sueño de un México conectado, de carreteras que unieran destinos y oportunidades, se resquebrajaba ante la mirada atónita de una nación entera.
El Diagnóstico de un Experto: El Miedo que Paralizó el Progreso
En medio del caos y la incertidumbre, una voz se alzó para descifrar el misterio de esta hecatombe financiera. Ricardo Trejo, el director general de la firma de análisis Forecastim, se convirtió en el narrador de esta tragedia griega moderna. Con la precisión de un cirujano y la claridad de un profeta, explicó que la inversión privada es un animal salvaje, un ser sensible que rehúye la tormenta y huye del peligro. Y AMLO, al llegar al poder, no trajo una brisa de cambio, sino un huracán que prometía arrasar con todo lo establecido.
Su cruzada en contra del neoliberalismo no fue vista como una simple política, sino como un mensaje aterrador que resonó en los oídos de los inversionistas como un presagio de expropiaciones y hostilidad. “Ese slogan de alguna manera asustó a las inversiones”, declaró Trejo, con la solemnidad de quien anuncia una sentencia irrevocable. “Y aunque no llevó a una gran transformación en materia económica, el mensaje era de cambiar lo que se venía haciendo”. Fue el clima de antagonismo, la percepción de un Gobierno en pie de guerra contra el capital, lo que congeló la sangre en las venas del sector y lo paralizó por completo.
Este no es un simple informe económico; es el relato de una oportunidad perdida, de un futuro que pudo ser y que se esfumó en el aire. Cada millón no invertido es un kilómetro de pavimento que nunca se construyó, un puente que nunca unió dos comunidades, un empleo que nunca se creó. Las carreteras son las arterias de una nación, y en México, esas arterias sufrieron una hemorragia monumental durante seis años cruciales. El impacto de esta desaceleración en la competitividad logística y el desarrollo regional será un lastre que la economía mexicana arrastrará por años, tal vez por décadas.
La pregunta que flota en el ambiente, cargada de dramatismo y suspense, es inevitable: ¿Podrá el nuevo Gobierno de Sheinbaum revertir esta tendencia funesta? ¿Logrará sanar las heridas de la desconfianza y convencer al capital privado de que el peligro ha pasado? El destino de la infraestructura nacional, y por ende el futuro económico de millones, pende de un hilo. El siguiente capítulo de esta novela está por escribirse, y promete ser aún más intenso que el anterior.
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Nacional
México navega a ciegas en un océano de ciberamenazas
El país navega en aguas digitales infestadas de piratas informáticos, con un barco que hace agua por todos lados y sin suficientes marineros expertos para achicar.

México navega a ciegas en un océano de ciberamenazas
Parece que México ha decidido participar en los Juegos Olímpicos de la Vulnerabilidad Digital, y déjenme decirles que vamos camino a llevarnos el oro, la plata y el bronce. Nuestra querida nación enfrenta un panorama tan “crítico” que incluso el término ‘crítico’ se queda corto y deberíamos inventar uno nuevo. Solo en los primeros seis meses de este glorioso 2025, hemos tenido el honor de recibir la astronómica cifra de más de 40 mil 600 millones de intentos de ciberataques. Sí, leyeron bien: millones. Tantos que si cada intento fuera un grano de arena, podríamos construir una playa entera y luego sufrir un ataque de sombrillas y pelotas de playa hackeadas.
Imaginen la escena: un país que es un punto clave en la cadena de suministro digital regional, básicamente el centro comercial más jugoso para cualquier cibercriminal con ambiciones. Es como dejar la puerta de la casa abierta con un cartel que dice “Se aceptan ladrones, hay joyas y tecnología obsoleta”. Y oh, sorpresa, así nos va.
El dream team que no tenemos
Para empeorar esta comedia de errores, resulta que nos falta el equipo necesario para defender la portería. Según los datos más alegres, cortesía del Banco Interamericano de Desarrollo, enfrentamos un déficit de más de 113 mil especialistas en ciberseguridad. ¡113 mil! Es como si quisiéramos apagar un incendio forestal con una pistola de agua de juguete. Israel Quiroz, fundador de IQSEC, muy amablemente nos lo advierte: “Sin el talento suficiente, la resiliencia digital del país queda comprometida”. Vaya, qué forma tan elegante de decir que estamos hasta las narices.
Pero no se preocupen, porque el sector privado tiene que asumir un “papel estratégico”. Traducción: sálvese quien pueda, porque el barco se hunde y los botes salvavidas son escasos. Por supuesto, esto es lo que pasa cuando no existe una ley federal en ciberseguridad que unifique el desastre. Tenemos un marco regulatorio fragmentado, lo que en cristiano significa que nuestras leyes de protección de datos, telecomunicaciones y consumo parecen haber sido escritas por personas que creen que el ‘firewall’ es una pared literal para apagar fuegos.
¿Tecnología de los 80? ¡Qué modernos!
Y por si el panorama no fuera lo suficientemente desolador, preparemos una ovación para nuestro sector industrial, que con un cariño nostálgico que conmueve, aún opera con tecnología de los años 80 y 90. Sí, esas mismas décadas de hombreras exageradas y pelo con mucho volumen. Mientras el mundo habla de inteligencia artificial y blockchain, aquí tenemos sistemas industriales que probablemente funcionan con disquetes y sueños de grandeza. La baja inversión en sistemas industriales es tan evidente que modernizarlos no solo es costoso, sino que parece una misión imposible liderada por Tom Cruise en su versión digital.
Para rematar el cuadro, existe una brecha de concientización en todos los niveles. Desde el operativo hasta el directivo, parece que muchos aún piensan que un ‘phishing’ es solo un hobby para los fines de semana. Esta falta de awareness –sí, hay que decirlo en inglés para sonar más sofisticados– nos deja en una posición de desventaja cósmica. No es de extrañar que el National Cyber Security Index nos ubique en el puesto 68 a nivel global. Un número que, por cierto, suena más a la temperatura de una habitación que a un indicador de seguridad nacional.
En resumen, el llamado es a fortalecer capacidades empresariales, regulatorias y tecnológicas. O, en otras palabras, a dejar de actuar como si estuviéramos en una película de terror donde los fantasmas son bytes malintencionados y los héroes están en otra sala viendo otra película. La protección de la infraestructura nacional no es un juego, aunque a veces parece que estamos jugando al escondite con los cibercriminales y nosotros estamos contando hasta mil con los ojos vendados.
Así que ya lo saben: la próxima vez que reciban un correo sospechoso de un príncipe nigeriano que les promete millones, quizá deberían pensar dos veces antes de hacer clic. O mejor yet, envíaselo a tu jefe, total, ¿qué podría salir mal?
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