Nacional
Desmantelan narcolaboratorio con arsenal químico en Hidalgo
El arsenal químico y logístico incautado revela la sofisticada y peligrosa operación desarticulada por las autoridades.

Un día cualquiera en la cocina del infierno hidalguense
Parece que en la pintoresca localidad de Hueyotlipa, Acatlán, alguien decidió que el turismo y la artesanía eran industrias demasiado aburridas. En su lugar, optaron por montar lo que las amables fuerzas federales y estatales tuvieron que desmantelar con cuatro cateos: un encantador narcolaboratorio. Porque nada dice “desarrollo local” como calderas de alta presión y toneladas de sustancias que podrían disolver un automóvil en segundos.
La operación, una diligencia tan simultánea que hasta debe haber quedado bien en el reporte, se llevó a cabo en una coordinación ejemplar entre el Ejército, la Guardia Nacional y la Procuraduría de Justicia. Imagínense la logística: coordinar horarios, uniformes, y quién trae los cafés, todo para irrumpir en un campamento que, claramente, no estaba produciendo mermelada artesanal.
El menú del día: químicos y dosis para despoblar un pueblo
El laboratorio clandestino era, presuntamente, el sitio ideal para elaborar y distribuir droga sintética. ¿La evidencia? Solo la típica infraestructura que encontrarías en cualquier hogar: nueve calderas con tubo condensador de alta presión, 47 tanques de gas LP (por si el invierno se pone feo), siete bombas de agua, tres plantas de energía eléctrica y dos termómetros industriales. Para el postre, incautaron siete quemadores de gas y 187 tambores vacíos con capacidad para 200 y 500 litros. Porque en el negocio de las metanfetaminas, la sostenibilidad y el reciclaje son clave, aparentemente.
Pero esperen, hay más. El inventario incluía 1,327 kilos de sosa cáustica (ideal para destapar cañerías… y otras cosas), 312 kilos de ácido tartárico, 20 kilos de hidróxido de sodio y 4,200 litros de ácido para hemodiálisis. Porque cuando piensas en un laboratorio de cristal, obviamente lo primero que se te viene a la mente es la diálisis. ¿Estaban produciendo droga o abriendo una sucursal no autorizada de un hospital? El mundo quizás nunca lo sepa.
Y no podía faltar el toque misterioso: 25 tambores con sustancias líquidas desconocidas y 16 garrafones con líquidos no identificados. Quizás eran muestras para la feria de ciencias de la primaria local, pero algo me dice que no. El producto en proceso ascendía a cinco mil litros, y el producto terminado eran 16 kilos de cristal, lo que equivale a la modesta cantidad de 52 mil 800 dosis. Una cifra tan grande que hasta duele intentar contarla. Eso no es un operativo, es el cierre de una fábrica de pesadillas.
El campamento: glamping narca con todo incluido
Para que los presuntos responsables no se aburrieran entre tambor y tambor, el predio incluía un campamento de lujo. Once tiendas de campaña, dos camionetas, y por supuesto, los accesorios básicos para cualquier excursionista: dos armas largas, dos cargadores, 40 cartuchos útiles calibre .223, dos chalecos balísticos con cuatro placas y dos radios de comunicación. Por si las llamadas de Zoom fallaban en medio del bosque.
Y en medio de este paraíso de la precariedad y el peligro, lograron detener a un sujeto identificado con las iniciales G.S.P. Uno. Solo uno. ¿Los demás estaban de descanso semanal? ¿O tenían teletrabajo desde otra sierra? Las preguntas retóricas abundan, pero las respuestas, como siempre, escasean.
Como es de rigor en estos dramas nacionales, todas las armas, vehículos, droga y utensilios fueron puestos a disposición de las autoridades competentes, quienes muy diligentemente abrieron la carpeta de investigación correspondiente. Una carpeta que, sin duda, será tan gruesa como la lista de materiales incautados.
En resumen, otro día, otro narcolaboratorio desmantelado en el México profundo. Donde algunos ven crisis, otros ven emprendimiento. Donde algunos ven peligro, otros ven… bueno, más peligro. Pero con un toque de ironía, porque la vida es demasiado absurda para tomársela en serio.
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Nacional
Arancel del 50 a autos chinos es insuficiente según experto
Un exembajador advierte que la medida fiscal no bastará para contener la llegada masiva de vehículos y salvaguardar la producción local.
Un Grito de Alerta en el Mundo Automotriz
En un giro que sacude los cimientos de la política económica nacional, el arancel del 50 por ciento que el gobierno mexicano planea imponer sobre los automóviles chinos ha sido calificado como una medida insuficiente, una simple caricia que apenas “les haría cosquillas” a los gigantes asiáticos. Quien lanza esta advertencia, cargada de urgencia y experiencia, es nada menos que Jorge Guajardo, ex Embajador de México en China, quien desde su trinchera alerta sobre una inminente desindustrialización.
Con la pasión de quien ha visto caer imperios industriales, Guajardo declara con vehemencia: “El Gobierno recaudaría más dinero, porque será un impuesto, pero no detendría el flujo de los carros y, por ende, no se estaría protegiendo a la industria”. Su voz no es la de un alarmista, sino la de un profeta que ve cómo el precio promedio de exportación de un carro chino se ha desplomado en un abismal 25 por ciento entre 2023 y 2025. Ante esta arremetida de precios, un gravamen del 50 por ciento se revela como un escudo de papel.
La Cruda Realidad de una Guerra Comercial Desigual
El actual socio de la consultora DGA Group no se queda en la crítica superficial. Plantea una solución drástica, una medida de protección que equivaldría a una declaración de guerra económica: para proteger de verdad a la industria nacional, el arancel debería ser de al menos un 100 por ciento, y quizás sería necesario elevarlo hasta un impactante 150 por ciento. Esta no es una sugerencia hecha a la ligera; es un cálculo frío frente a la invasión de autos chinos que amenaza con arrasar sectores enteros, tal como ya ha sucedido en otras naciones, incluidos México y Estados Unidos.
Para ilustrar la magnitud de la amenaza, Guajardo señala hacia el este, hacia Rusia. Incluso la nación euroasiática, principal aliado político de Beijing y acorralada por las sanciones occidentales, no dudó en imponer un arancel del 60 por ciento a los autos de China. “Si Rusia le puso un arancel de 60 por ciento”, argumenta con lógica aplastante, “uno de 50 por ciento de México sólo sería un primer paso; necesitaríamos rápido dar el segundo y subirlo al 100 por ciento”. La advertencia resuena como un eco de una batalla que se está perdiendo en silencio.
Un cable de la agencia Bloomberg viene a confirmar los peores temores. Un arancel del 50 por ciento ni siquiera lograría mellar la feroz competitividad en el mercado nacional de los fabricantes orientales. La evidencia es tan palpable como el precio de etiqueta. BYD, el coloso mundial de los vehículos eléctricos (VEs), vende en México su modelo Dolphin Mini por unos increíbles 399,800 pesos. En el rincón opuesto, el Equinox de GM, uno de los VEs más económicos de una marca tradicional, tiene un precio inicial que casi lo duplica: 876,990 pesos. La brecha no es competitiva; es abismal.
Yale Zhang, director general de la consultora Automotive Foresight en Shanghai, sentencia sin ambages: “Los vehículos de nueva energía chinos son muy competitivos en México, especialmente considerando que los autos a gasolina producidos localmente tienden a ser modelos más antiguos y tienen características tecnológicas limitadas”. Es una verdad que duele, un puñal clavado en el corazón de la industria local.
Un Rayo de Esperanza en la Estrategia Arancelaria
Sin embargo, en este panorama desolador, Guajardo encuentra un destello de cordura en la estrategia anunciada por Marcelo Ebrard, Secretario de Economía. La idea de acotar los aranceles a China solo a aquellos productos que no tengan sustitutos en la región es, a su juicio, un movimiento acertado. “Si estamos trayendo un tornillo de China que nadie fabrica en México o en Estados Unidos o en Canadá, que no existe quién lo pueda hacer, pues no le pongas arancel”, argumenta con pragmatismo. “Porque nada más estarías encareciendo la producción y no estarías protegiendo a ninguna industria”.
Esta aproximación selectiva evita infligir daños colaterales a la cadena productiva, demostrando que la batalla no se libra con una metralleta, sino con un bisturí. El desafío no es detener el comercio, sino redirigirlo inteligentemente para fortificar la industria nacional contra una marea de productos que, si bien son baratos, podrían tener un costo final devastador para la economía mexicana.
El relato que se desarrolla es épico. Es la historia de una nación luchando por mantener viva su capacidad industrial frente a un titán comercial. Cada porcentaje en el arancel, cada declaración, cada vehículo que llega a puerto, es un movimiento en un tablero de ajedrez donde el futuro económico de millones pende de un hilo. La pregunta que flota en el aire, cargada de suspense, es si las autoridades mexicanas actuarán con la celeridad y contundencia necesarias antes de que sea demasiado tarde.
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Nacional
El campo pide más dinero para la sanidad mientras la producción crece
Mientras las exportaciones se estancan, el sector privado exige más fondos para proteger la comida de todos.

Porque claro, lo lógico es pedir más dinero… siempre
En un giro de acontecimientos que ha dejado a absolutamente nadie boquiabierto, el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), ese grupo de personas que seguramente nunca ha tenido un interés particular en los presupuestos públicos, ha tenido una revelación celestial: hace falta más dinero. Y no para cualquier cosa, ¡no! Sino para la sanidad. Qué nobleza, ¿verdad?
Frente a los “retos alimentarios” de México –una forma elegante de decir que el país es una olla a presión a punto de silbar– el CNA ha decidido que el héroe que necesitamos, pero que no merecemos, es el Servicio Nacional de Sanidad, Calidad e Inocuidad Agroalimentaria, conocido por sus amigos como Senasica. Porque si hay algo que funciona a la perfección en este país, son las dependencias gubernamentales con acrónimos impronunciables.
El escenario perfecto: un foro para decir lo obvio
El telón de fondo para esta epifanía presupuestaria no fue una humilde reunión de cabaña, oh no. Fue el glamoroso 22 Foro Global Agroalimentario. Imagínense el ambiente: trajes caros, cafés exquisitos y el murmullo de personas discutiendo cómo asignar el dinero de los contribuyentes. Ahí, entre canapés y discursos, Jorge Esteve Recolons, presidente del CNA, tomó el micrófono para iluminarnos con perlas de sabiduría.
Con la solemnidad de un profeta bíblico, declaró que la política pública debe “atender la sanidad con precisión”. ¡Toma ya! ¿Quién lo hubiera pensado? ¿Acaso alguien creía que la estrategia era atenderla con desdén y a voleo? La genialidad de esta observación es comparable a sugerir que un paraguas es útil bajo la lluvia.
Y por supuesto, no podía faltar el dato curioso para darle un toque dramático: la producción de alimentos crece. Maravilloso. Fantástico. Pero, he aquí el giro tragicómico: nuestras exportaciones de ganado a Estados Unidos están siendo frenadas por… ¡sorpresa!… temas sanitarios. ¿Acaso los inspectores gringos se han vuelto demasiado delicados? ¿Es que ahora exigen que la carne no provenga de animales que escuchen voces? El misterio es profundo.
Uno no puede evitar preguntarse, con una ironía que casi duele, si el problema de fondo es realmente la falta de presupuesto o, quizás, un sistema que necesita una revisión más exhaustiva que un simple cheque con más ceros. Pero, ¿para qué complicarse? Pedir dinero es más sencillo. Es el equivalente agroalimentario de apretar el botón de “snooze” en la alarma: soluciona el problema inmediato (el sonido molesto) pero no evita que termines llegando tarde al trabajo.
Mientras tanto, los productores miran al norte con nostalgia, soñando con el día en que sus vacas puedan cruzar la frontera sin que un papeleo sanitario se interponga en su camino romántico hacia el sueño americano. Y el Senasica, ese ente casi mítico, se frota las manos ante la promesa de un presupuesto más jugoso, probablemente imaginando todo el papelero nuevo que podrán comprar para documentar aún más trámites.
En el gran teatro de la política agroalimentaria, este es un acto que hemos visto antes. La industria pide, el gobierno (a veces) otorga, y todos seguimos adelante hasta la próxima crisis, el próximo foro, el próximo discurso. La verdadera pregunta es: ¿cuándo pasaremos de señalar los problemas obvios a implementar soluciones ingeniosas? Pero, eh, eso sonaría a trabajo duro. Mejor hagamos otro foro.
¿El resultado final? Un llamado a priorizar lo que ya debería ser prioritario, anunciado en un evento de lujo, mientras las oportunidades de exportación se marchitan por problemas que, uno pensaría, ya deberían estar resueltos. La ironía es tan densa que se podría cultivar maíz en ella.
¿La moraleja de la historia? A veces, la solución más evidente es la que más se ignora, hasta que alguien la anuncia en un micrófono con eco y rodeado de luces. Bravo.
¿Qué viene después? Probablemente más discursos, más diagnósticos y, con un poco de suerte, algo de acción. Pero no contengas la respiración.
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Nacional
La delincuencia se convierte en el peor socio de los negocios
El crimen no solo roba mercancías, sino que saquea directamente el bolsillo del consumidor final con precios más altos.

El “impuesto” no oficial que nadie pidió pero todos pagan
Parece que la delincuencia en México ha decidido diversificar su portafolio de inversiones, y su nueva apuesta estrella es convertirse en el socio silencioso (pero muy, muy caro) de absolutamente todos los negocios. Según el siempre oportuno Banco de México en su Reporte sobre Economías Regionales, los empresarios del país están teniendo que lidiar con un aumento espectacular en robos, extorsiones y asaltos. ¡Qué sorpresa! ¿Acaso alguien pensó que los criminales estaban de vacaciones?
Este auge del sector ilegal no solo está generando pérdidas directas, sino que ha implementado con éxito su propia política inflacionaria: eleva los costos de transporte, encarece los bienes finales y, de yapa, se dedica a ahuyentar al turismo. Porque nada dice “¡Bienvenidos!” como un cartel de “Zona de Alto Riesgo”.
Logística nacional: cuando llegar a destino es una odisea épica
En todas las regiones del país, los empresarios señalan con perplejidad –y seguramente con varias maldiciones– que los asaltos a transportistas han incrementado los gastos hasta niveles absurdos y complican la movilización de carga terrestre hasta el punto de que un viaje de mercancías parece más una misión de comando que una simple ruta de distribución. ¿Quién necesita seguros costosos cuando puedes rezar y llevar un santito en el tablero?
La ironía más exquisita es que este costo operativo extra, este sobreprecio por el “derecho de piso” que impone la delincuencia, termina siendo absorbido maravillosamente por… ¡el consumidor final! Sí, usted, querido lector, está pagando voluntariamente (bueno, sin mucha alternativa) un sobrecosto en cada producto para financiar indirectamente las actividades de quienes le roban al que se lo vende. Es el ciclo virtuoso de la economía criminal.
Mazatlán: el paraíso playero con sabor a riesgo
Pero el caso más pintoresco –si se puede usar ese término para describir un desastre– lo aporta la región centro-norte. Resulta que la inseguridad en Sinaloa ha logrado lo impensable: impactar la comercialización de vivienda turística en Mazatlán. ¿A quién se le ocurre que la fama de una región por su vibrante vida nocturna (y no, no hablamos de los bares) podría disuadir a los turistas de comprar una casita frente al mar? Es un misterio.
Es como si los potenciales compradores extranjeros prefirieran no tener que calcular el tipo de cambio entre dólares y balas. Exagerados. Ahora los desarrolladores inmobiliarios no venden “vistas al océano” sino “ubicaciones estratégicas con protocolos de seguridad incluidos”. Un verdadero valor agregado.
En resumen, el informe de Banxico nos regala esta perla de sabiduría: la actividad criminal es un lastre para la economía. ¡Vaya revelación! Es como descubrir que un elefante en una cacharrería podría causar algunos daños. Lo verdaderamente genial es que todos sabemos lo que está pasando, todos lo sufrimos en el precio del aguacate y todos… seguimos esperando a que la solución sea algo más compleja que “que dejen de robarnos”.
La próxima vez que pague de más por una cerveza, recuerde: una parte de ese dinero es un pequeño tributo a la creatividad empresarial de la delincuencia organizada. ¡Salud!
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