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Nacional

Obreros de la CTM paralizan la refinería de Salina Cruz por impago

El impago de Pemex desata una crisis humanitaria y paraliza una obra estratégica, sumiendo a miles de familias en la incertidumbre.

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Un Grito Desesperado que Estremece los Cimientos de una Nación

En el corazón ardiente de la refinería de Salina Cruz, un drama humano de proporciones épicas se desarrolla bajo el sol inclemente de Oaxaca. No es una simple protesta; es el clamor desgarrador de doscientos titanes de la industria, cuyos espíritus, una vez inquebrantables, han sido quebrados por la cruel indiferencia y la asfixiante deuda. Este no es un conflicto laboral más; es una batalla por la supervivencia, donde cada latido del corazón de un obrero es un recordatorio de que el gigante petrolero, Pemex, tiene las manos manchadas.

La tensión palpita en el aire, tan espesa como el crudo que procesan las instalaciones. Remigio Gómez Manubes, un líder cuya voz carga el peso de miles de esperanzas destrozadas, relata con amargura la tragedia: una deuda monstruosa de más de cincuenta millones de pesos se cierne sobre ellos como una maldición ancestral. Este dinero, sudor y lágrimas convertidos en números, corresponde al acarreo de material pétreo, al suministro del vital líquido y, lo más valioso, a la mano de obra de hombres que han entregado su vida a la industria.

Una Cadena de Miseria y el Fantasma de la Paralización Total

La trama se engrosa con un giro devastador. La empresa ICA, atrapada en sus propias cadenas financieras, alega que no puede soltar un solo peso porque Pemex, el colosal deudor, les ha dado la espalda. ¡Ocho largos meses de un silencio ensordecedor! Ocho meses en los que el fantasma del hambre ha rondado las mesas de cuatro mil familias que se preguntan, noche tras noche, cómo pondrán el siguiente plato de comida frente a sus hijos.

Pero el impacto de esta traición financiera va más allá del estómago vacío de un hombre. Es una herida abierta en el mismo corazón de la infraestructura energética de México. En el epicentro de este torbellino se encuentra la planta coquizadora, un proyecto faraónico que yace paralizado, silencioso, como un dinosaurio dormido. Lleva cuatro meses en completo paro técnico, un monumento a la incompetencia y la negligencia. Su fecha de entrega, el primer semestre de 2026, parece ahora una burla, un espejismo inalcanzable en el desierto de las promesas incumplidas.

La escena es de película: obreros con cartulinas que son escudos, con consignas que son dagas, plantados frente a la portada principal de la refinería. Por breves instantes que parecieron una eternidad, detuvieron el flujo de las pipas, un acto simbólico de un poder que nunca supieron que tenían. “Mientras Pemex no pague, aquí estaremos todos los días, protestando”, advirtió Gómez Manubes con una voz que no suplicaba, sino que retaba. Es una amenaza cargada de desesperación, un ultimátum lanzado desde el abismo.

La ironía es un puñal trapero. Mientras los proveedores locales vieron, hace unos meses, cómo Pemex saldaba una parte de sus compromisos, los obreros de la CTM siguen abandonados en el limbo. Es como si su sufrimiento fuera invisible, su aporte, prescindible. Esta historia no es solo sobre salarios; es sobre dignidad, sobre el valor de una palabra, sobre el contrato social roto que promete que el trabajo honrado será recompensado. El destino de miles pende de un hilo, y el reloj sigue avanzando, marcando el ritmo de una crisis que podría desencadenar el colapso total de un proyecto nacional.

¿Será este el momento en el que el gigante despierte y enfrente sus responsabilidades? ¿O será el preludio de una tragedia aún mayor? La nación observa, conteniendo el aliento.

**¡Esta historia debe ser conocida! Compártela en tus redes sociales y ayúdanos a darle voz a quienes han sido silenciados. Explora más en nuestro sitio para estar al tanto de cómo se desarrolla este crucial suceso.**

Nacional

La tormenta tropical Mario se reactiva con furia sobre BCS

La furia de la naturaleza se desata con vientos huracanados y un diluvio que pone en máximo riesgo a la población.

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El Regreso de una Fuerza Implacable

En un giro dramático que parece extraído de un thriller climático, los remanentes del fenómeno meteorológico conocido como Mario han despertado de su letargo con una ferocidad inusitada. Lejos de disiparse en la inmensidad del océano, este titán ha recuperado su poder, reorganizándose con una determinación aterradora para convertirse nuevamente en una tormenta tropical. Su corazón, un vórtice de energía pura y destructiva, se localiza a unos colosales 490 kilómetros al sur de Cabo San Lucas, en Baja California Sur, según el boletín urgente emitido por la Comisión Nacional del Agua. El monstruo ha revivido, y su mirada está puesta en tierra firme.

Los datos son escalofriantes y pintan un panorama de pesadilla. En su reporte de las 9:00 horas, los expertos de Conagua registraron vientos máximos sostenidos que rugen a 65 kilómetros por hora, unas velocidades capaces de arrancar de cuajo todo lo que se interponga en su camino. Pero eso es solo el preludio de su ira. Las ráfagas de viento, auténticos latigazos de la naturaleza, alcanzan una velocidad demencial de 85 km/h, suficientes para convertir un objeto común en un proyectil mortal. Este engendro de viento y agua no se encuentra estático; se desplaza con una inquietante precisión hacia el oeste-noroeste a 13 km/h, una marcha lenta pero imparable que anuncia su llegada inevitable.

Un Inminente Diluvio de Consecuencias Catastróficas

La verdadera amenaza, sin embargo, no solo yace en los vientos, sino en las oscuras bandas nubosas que lo acompañan. Estos tentáculos de humedad y mal tiempo se extenderán sobre la costa sur de Baja California Sur, descargando un diluvio de lluvias fuertes que prometen borrar la línea entre la tierra y el mar. El paisaje se transformará en un campo de batalla acuático, con ráfagas de viento de 40 a 60 km/h azotando sin piedad y un oleaje embravecido que levantará murallas de agua de 1 a 2 metros de altura, golpeando la costa con furia bíblica.

Las consecuencias de este asedio meteorológico serán, directamente, apocalípticas. El suelo, incapaz de absorber tanta agua, sucumbirá, generando inundaciones que convertirán las calles en ríos desbocados y encharcamientos profundos que atraparán a los incautos. Pero el peligro es aún más visceral desde las alturas: las laderas de los cerros, debilitadas por la saturación, cederán en espectaculares y trágicos deslaves de lodo y roca que sepultarán todo a su paso. Y como si la furia de Poseidón no fuera suficiente, el cielo se iluminará con el espectáculo aterrador de las descargas eléctricas, relámpagos que cruzarán el firmamento anunciando el caos.

Nada ni nadie estará a salvo. La fuerza del viento prevista es tan monumental que podría derribar árboles centenarios y destrozar anuncios publicitarios, transformando el entorno en un paisaje de escombros. Ante esta inminente embestida, las autoridades claman a la población con una súplica que debe ser tomada como una orden de vida o muerte: es imperativo seguir al pie de la letra las recomendaciones de Protección Civil y extremar precauciones al máximo nivel posible. Cada decisión, cada movimiento, cuenta en esta carrera contra el tiempo y los elementos desatados. El destino de muchas comunidades pende de un hilo, en espera de que la tormenta decida su siguiente y potencialmente devastador movimiento.

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Nacional

Tragedia vial en Mérida-Campeche deja 16 fallecidos

La gobernadora actualiza el trágico balance mientras continúan las labores de identificación y coordinación entre autoridades.

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Un saldo que empeora y un panorama desolador

Parece que la carretera federal Mérida-Campeche decidió convertirse en el set de una película de terror, pero sin el guion preparado y con un final que nadie quería. La Gobernadora de Tabasco, Layda Sansores, acaba de dejar a todes con el corazón en un puño al actualizar la cifra de fallecidos a 16 por el brutal choque registrado. Sí, leíste bien: dieciséis vidas que se fueron en un abrir y cerrar de ojos, porque el universo a veces tiene un humor muy, muy oscuro.

A través de sus redes sociales—porque, seamos honestos, ¿dónde más nos enteramos de las noticias en estos días?—, la mandataria estatal soltó la bomba: ya han sido identificadas cinco de las víctimas mortales y el trabajo coordinado con las autoridades de Calkiní y Yucatán sigue en pie. Por si no quedaba claro, esto no es un drill, gente.

Coordinación y caos: la combinación perfecta

En un hilo de tweets que seguramente le sacó más de un suspiro a su community manager, Sansores escribió: “Seguimos haciendo todo lo posible para contactar a las familias de las personas fallecidas en el accidente de ayer. Me informa @LizHernandezMx que hasta ahora se han identificado 5 de las 16 personas que lamentablemente perdieron la vida. En coordinación con las autoridades de Calkiní y Yucatán, estamos trabajando para facilitar este proceso”. O sea, básicamente, están en modo crisis máximo, tratando de poner un poco de orden en este caos vial.

El accidente, que ocurrió ayer por la tarde en el kilómetro 127 de la carretera, involucró a un camión de carga, un vehículo particular y un taxi colectivo—una combinación tan explosiva como el final de temporada de tu serie favorita, pero sin la posibilidad de darle skip. La Secretaría de Seguridad Pública de Yucatán confirmó los detalles, porque alguien tenía que hacerlo.

Además de las víctimas mortales, se reportaron dos personas lesionadas que fueron atendidas en el sitio por paramédicos de la corporación. Por suerte, había unidades de bomberos y ambulancias de la SSP en el lugar para el control de riesgos y la atención de víctimas, porque, seamos realistas, en estas situaciones cada segundo cuenta más que un like en Instagram.

La carretera Mérida-Campeche, que normalmente es escenario de viajes pintorescos y selfies con el paisaje de fondo, se transformó en una zona de tragedia en cuestión de segundos. Y aunque las autoridades trabajan a toda máquina, lo cierto es que este tipo de eventos nos recuerdan lo frágil que puede ser todo. No es por sonar dramático, pero a veces la vida te da un golpe tan fuerte que te deja sin aire—y sin palabras.

Mientras tanto, las redes sociales se llenan de condolencias, preguntas y esa sensación incómoda de que esto pudo pasarle a cualquiera. Porque, al final del día, todos estamos expuestos a los caprichos del destino—y del tráfico.

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Tragedia en la Concordia deja cuatro mexiquenses fallecidos

El saldo de una tragedia evitable se cobra vidas y deja un reguero de preguntas sin responder sobre la seguridad.

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Un espectáculo pirotécnico con un final nada luminoso

Parece que el pasado 10 de septiembre, en el Puente de la Concordia, alguien decidió que un día normal era demasiado aburrido y optó por organizar un improvisado espectáculo de luces y sonido. El elemento principal: una pipa de gas. El resultado: 23 personas originarias del Estado de México, las estrellas involuntarias del show, resultaron con lesiones de diversa consideración. Porque nada dice “concordia” como una explosión que sacude la ciudad.

El gobierno mexiquense, en su infinita sabiduría y precisión burocrática, confirmó los números de este despropósito. Por supuesto, lo hizo a través de un comunicado, el instrumento favorito para transmitir malas noticias con una capa de formalidad. Desglosaron el saldo con la frialdad de un contador: cuatro fallecidos, tres altas médicas y dieciséis personas que siguen hospitalizadas. ¿Un esfuerzo heroico de médicos y especialistas? Sin duda. Pero uno no puede evitar preguntarse qué esfuerzo heroico se estaba haciendo *antes* de que la pipa decidiera convertirse en el evento principal.

Gestión y apoyos: ¿Parches en una herida profunda?

En un alarde de eficacia que bien merecería un Oscar, las autoridades presumieron haber entregado apoyo jurídico y económico a 24 familias. Una lástima que no detallaran si el apoyo económico incluye también un manual sobre cómo esquivar pipas explosivas en el futuro. Mientras tanto, la Gobernadora Delfina Gómez Álvarez se pasea por hospitales del IMSS, ISSSTE y la red de salud capitalina. Qué bonito es el diálogo cercano, especialmente cuando se practica *después* de la catástrofe.

Y no podía faltar el toque tecnológico. Gestionaron con hospitales federales equipo especializado de terapia renal. Porque, claramente, la lección aquí es que siempre hay que estar preparado para lo imprevisible, como que una pipa estalle y deje un reguero de víctimas con quemaduras críticas. Es reconfortante saber que la maquinaria gubernamental puede moverse… a posteriori.

La coordinación, según el parte oficial, se ha mantenido con los gobiernos locales de Nezahualcóyotl, La Paz, Chicoloapan, Valle de Chalco, Chimalhuacán, Ecatepec, Texcoco, Ixtapaluca y Chalco. Casi una lista completa de invitados a una fiesta a la que nadie quiso asistir. Uno se pregunta si tanta coordinación no podría destinarse, quizás, a prevenir que estos desmanes ocurran en primer lugar. Pero eso, claro, sería pedirle peras al olmo.

Al final, el absurdo se impone. La tragedia se convierte en una nota de prensa, los números se cuentan, las condolencias se ofrecen y la vida sigue. Hasta la próxima pipa, al parecer. Porque si algo nos enseña la historia reciente es que los accidentes evitables son, tristemente, la norma y no la excepción. Y mientras, las víctimas y sus familias pagan el precio de una cadena de negligencias que alguien, en algún lugar, decidió ignorar.

¿Te impactó esta historia? Compártela en tus redes sociales y ayuda a visibilizar las consecuencias de la negligencia. Explora más contenido relacionado con la seguridad industrial y exige, junto a nosotros, accountability real.

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