Nacional
La CNTE da una “lección” de bloqueos durante la mañanera de Sheinbaum
El caos reinó en los accesos a Palacio Nacional mientras la CNTE demostró que, para ellos, la educación también incluye clases de obstrucción vial.

Porque nada dice “diálogo” como un muro de maestros enfurecidos
Ah, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), esos pedagogos que, cuando no están dando cátedra de gramática, imparten maestrías en cerrar calles. Este martes, decidieron que su plan de estudios incluía un taller práctico de cómo arruinarle el desayuno a la presidenta Claudia Sheinbaum. Los docentes disidentes –que, irónicamente, suelen quejarse de la falta de recursos– demostraron tener sobresaliente en logística de bloqueos, tomando los accesos a Palacio Nacional como si fueran pupitres en huelga.
Vallas vs. rabia magisterial: el duelo del siglo
Pese a que el gobierno desplegó vallas y policías como si fueran exámenes sorpresa, los maestros llegaron armados con su arma más letal: la paciencia de quien espera un aumento salarial desde 1994. Calles como Moneda, Correo Mayor y Corregidora se convirtieron en el escenario de este performance artístico titulado “Ni paso ni dejo pasar”. Funcionarios y periodistas –esos seres que creyeron que su credencial los hacía inmunes al caos– se quedaron mirando el espectáculo con la misma impotencia de un alumno que olvidó la tarea.
Mientras tanto, Sheinbaum, desde algún lugar recóndito de Palacio, probablemente pensaba: “¿En serio prefieren protestar bajo el sol que dar clases?”. Pero hey, al menos los maestros están enseñando algo valioso: cómo convertir una conferencia matutina en un episodio de Survivor.
¿Moraleja? Si alguna vez dudaste del poder de la educación, aquí tienes prueba de que los maestros pueden paralizar un país antes de que termines tu café. Eso sí, nadie sabe si esta protesta contará como horas sindicales o como extracurricular.
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Nacional
El arte resiliente de Alandia Pantoja renace en Bolivia
Un legado artístico rescatado de la destrucción dictatorial renace para inspirar a nuevas generaciones.

El Poder del Arte para Resistir y Transformar
Imagina un escenario de intensa adversidad: el año 1965, donde los regímenes militares extendían su sombra por América Latina. En medio de ese clima de opresión, Bolivia vivía bajo el gobierno de facto del general René Barrientos. Una de sus primeras órdenes fue asaltar los campamentos mineros, epicentros de la fuerza militante y la resistencia. Uno de los blancos clave fue el centro Milluni, en el altiplano de La Paz, hogar de la emblemática Radio La Voz del Minero. Los soldados irrumpieron, se llevaron equipos, hubo pérdidas humanas… pero fallaron en descubrir un secreto invaluable. Detrás de un muro falso de adobe, construido apresuradamente por los valientes trabajadores, se protegía un tesoro: un mural que narraba su historia de lucha y explotación. ¡Qué increíble ejemplo de cómo la creatividad humana y la determinación pueden triunfar incluso en los momentos más oscuros!
Un Legado Recuperado para la Eternidad
Esa obra maestra oculta era una de las 16 piezas murales creadas por el prodigioso Miguel Alandia Pantoja (Bolivia, 1914 – Perú, 1975), un artista integral, dirigente sindical y pilar de la intelectualidad de izquierda boliviana. Al ser considerado una voz opositora, el régimen dictatorial ordenó la destrucción sistemática de su obra pública. Muchas de estas piezas, cargadas de historia y emoción, fueron borradas para siempre. Pero el universo siempre conspira a favor de la belleza y la verdad. ¡Y hoy tenemos una noticia que llena el corazón de esperanza! Tras décadas de olvido, uno de sus murales más significativos, extraído y demolido del Palacio de Gobierno en 1964, ha sido meticulosamente reconstruido a partir de bocetos y estudios previos del artista. Esta joya restaurada es ahora la pieza central de la nueva sala permanente dedicada a Alandia en el Museo Nacional de Arte de Bolivia (MNA), inaugurada a finales de julio. Es un recordatorio poderoso de que ningún acto de opresión puede extinguir por completo la luz del arte y la memoria.
“Hemos cumplido un sueño del maestro que nos hizo conocer uno de sus hijos: reponer el mural construido en el hall del Palacio de Gobierno”, comparte con emoción Claribel Arandia, directora del MNA. Esta frase no es solo una declaración; es un grito de victoria, una prueba de que la perseverancia y el amor por la cultura siempre dan frutos. Para Alandia, la clase trabajadora no fue solo un motivo temático; fue el latir de su existencia. dedicó su vida a organizar sindicatos, a exigir derechos laborales en una época donde aún no se reconocían plenamente (¡no se promulgaron en Bolivia hasta 1942!). Su activismo político y su producción artística fueron dos caras de la misma moneda: un compromiso inquebrantable con la justicia y la dignidad humana. Su obra es un llamado a no tener miedo de usar nuestros dones para alzar la voz y defender lo que es correcto.
Los Orígenes de un Visionario: De la Tragedia al Triumfo
Para entender la magnitud de su legado, debemos viajar a sus raíces. Miguel Alandia Pantoja nació en el corazón mismo de la minería boliviana, en Catavi (Potosí), una tierra tan dura como hermosa, cubierta de sílice. Hijo de una vendedora de pan y un contador de la empresa minera, su vida estuvo marcada por la realidad de su comunidad. A la tierna edad de nueve años, fue testigo de un evento que marcaría para siempre su visión del mundo: la trágica masacre de Uncía en 1923. El Ejército disparó indiscriminadamente contra una manifestación pacífica de trabajadores en huelga que solo buscaban reconocimiento y mejoras en sus condiciones de vida. Nueve personas perdieron la vida ese día. Esta experiencia imborrable impregnó su lenguaje visual; la muerte, representada con tonos profundos y el imponente altiplano como testigo, se convirtió en una constante en su obra, como se aprecia en piezas conmovedoras como Homenaje a los líderes mineros asesinados (1965) o Cuatro mujeres y un yaciente (1969). Alandia transformó su dolor en arte, su rabia en belleza, y su lucha en un legado eterno. Nos enseña que nuestras experiencias más difíciles pueden convertirse en la chispa de nuestra mayor contribución al mundo.
La historia de Miguel Alandia Pantoja es mucho más que una lección de historia del arte; es un manifiesto de resiliencia. Es la prueba de que las ideas, cuando están alimentadas por la pasión y la convicción, son indestructibles. Nos invita a reflexionar: ¿Qué estamos haciendo nosotros con nuestros talentos? ¿Cómo estamos contribuyendo a preservar la memoria de nuestras luchas y victorias? El renacimiento de su mural es un símbolo potentísimo de que siempre hay lugar para la reconstrucción, la esperanza y el renacimiento. Su obra, ahora salvada y celebrada, sigue gritando, inspirando y motivando desde las paredes de un museo, recordándonos que el arte es un acto de valentía y una herramienta poderosa para el cambio. ¡Aprovecha esta inspiración! Comparte esta historia de resiliencia artística en tus redes sociales y ayúdanos a que este mensaje de superación llegue a más personas. Explora más contenido sobre cómo el arte transforma vidas y comunidades en nuestra web. ¡Juntos podemos celebrar y preservar las historias que nos inspiran a ser mejores!
Nacional
El Kentucky Club y la eterna disputa por la margarita perfecta
En la frontera más tensa, un bar legendario resiste con su receta disputada y su espíritu indomable.

Un Oasis de Ironía en un Desierto de Absurdos Fronterizos
Desde la acera, el Kentucky Club se presenta con la modestia fingida de un actor de telenovela que interpreta a un humilde campesino, pero que se retoca el bigote entre toma y toma. Parece el típico antro fronterizo, uno de esos que juran haber inventado algo genial, como la rueda o la paciencia. Pero oh, sorpresa, al traspasar su umbral te das cuenta de que has entrado en el sanctasanctórum de una de las disputas etílicas más sabrosas de la historia: la cuna de la margarita. O eso dicen ellos, porque en esto de los orígenes de los cócteles, todo el mundo miente más que un político en campaña.
Este templo de la tequila, enclavado en el corazón de la bulliciosa Ciudad Juárez, es el último mohicano de una era dorada de bares fronterizos que, supuestamente, fueron el Silicon Valley de la mixología mexicana. Porque, seamos sinceros, ¿qué sería de la cultura sin esos lugares que afirman con una sonrisa pícara ser los auténticos inventores de la ensalada César o del Surf and Turf? Es el sueño húmedo de todo negocio: pasar a la historia no por lo que vendes, sino por la leyenda que te inventas. Y el Kentucky Club juega en esa liga mayor, con una soberbia que merece una ovación.
¿La Margarita Original? Quizás. ¿La Mejor Historia? Sin Duda
Mientras las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y México suben y bajan como el mercurio en un termómetro averiado, este bar se erige como un faro de esperanza… o al menos de buen tequila. Se ha convertido en el único sobreviviente de una extinta raza de establecimientos que prometían aventura y camaradería en partes iguales, un lugar donde, al parecer, los problemas bilaterales se solucionan con un trago y una rodaja de lima. ¿Disputas arancelarias? Una margarita. ¿Muros fronterizos? Dos margaritas. Es una filosofía diplomática que, quién sabe, quizás deberían adoptar en la ONU.
El barman Teodoro Morales, con la sabiduría de quien ha visto derretirse más hielo que un iceberg en el Sahara, comenta con una ironía deliciosa que cada vez vienen más personas del otro lado de la frontera a celebrar las fiestas patrias mexicanas. Claro, porque nada grita “¡Viva México!” como una turista de Dallas buscando desesperadamente la margarita perfecta con la selfi perfecta. La curiosidad, al parecer, es el motor del turismo binacional.
La pareja formada por Stephanie Brancher y Scott Bernardi, llegados desde Texas, ejemplifica a la perfección esta peregrinación etílica. Bernardi declara, con el entusiasmo de quien acaba de descubrir la electricidad, que es un lugar “precioso, precioso, maravilloso”. Brancher, por su parte, lanza la pregunta del millón: “Ellos inventaron la margarita, ¿no?”. La sonrisa lo dice todo. Les importa un bledo la veracidad histórica; lo que compran es el sueño, la anécdota para contar en la próxima cena. ¿Es el Kentucky Club el verdadero inventor? Probablemente tanto como yo soy el heredero al trono de España, pero qué más da cuando la leyenda es tan sabrosa como el cóctel.
Rich Wright, un guía de El Paso, lo resume con una poeticidad que corta el aliento: “El Kentucky Club tiene alma… puedes sentir todas las bebidas derramadas sobre la barra”. Una declaración preciosa, y un poco asquerosa si lo piensas demasiado. ¿Cuántos gérmenes de cuántas décadas habitan esa madera? Mejor no ahondar y simplemente brindar por la historia, esa narradora mentirosa pero divertidísima.
Survival of the Tipsiest: Cómo Sobrevivir a Prohibiciones, Violencia y Mal Gusto
El bar debe su existencia a la gloriosa era de la Ley Seca en Estados Unidos, ese experimento social que demostró que prohibir algo solo hace que la gente lo desee más, lo compre en el mercado negro y se emborrache de manera mucho más interesante. Cuando el bourbon de Kentucky se volvió ilegal al norte del Río Bravo, los estadounidenses sedientos supieron que aquí, a pocos pasos del puente internacional Paso del Norte, encontrarían su elixir prohibido. El negocio era tan redondo que una destilería se mudó temporalmente a Juárez. Imagínense la escena: ejecutivos trajeados cruzando la frontera con maletas llenas de whiskey, como una comedia de enredos de los hermanos Marx.
Pero la fiesta, como siempre, se acabó. Los atentados del 11-S convirtieron los cruces fronterizos en un suplicio kafkiano, donde la paciencia era el principal requisito documental. Luego, la ola de violencia narca de los 2000 puso la guinda en este pastel envenenado. Los cárteles, siempre tan solícitos, empezaron a “ofrecer” sus servicios de protección a los dueños de los bares. Nada como una extorsión para matar el ambiente de un happy hour. Es un milagro que el Kentucky Club siguiera en pie, un testamento no solo de la terquedad humana, sino también de nuestra necesidad colectiva de beber en lugares con fotografías granuladas de estrellas de cine.
Hoy, sus paredes son un museo de la nostalgia, decoradas con iconos como María Félix, Jorge Negrete, Marilyn Monroe y Mick Jagger. Una colección ecléctica que sugiere que el dueño original simplemente pegaba cualquier foto que le parecía guapa. Pero funciona. Es el ambiente binacional perfecto: un surrealista crisol donde el cine de oro mexicano se codea con el rock anglosajón, uniendo culturas a base de alcohol y frames por segundo.
Así que, la próxima vez que la geopolítica le dé ansiedad, ya sabe. Cruce la frontera (con su pasaporte en regla, no somos animales), siéntese en la barra del Kentucky Club y pida una margarita. No porque sea necesariamente la primera, sino porque es la que sobrevivió a todo para contarte la mejor historia.
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Nacional
Ciudadanos de Cuautla exigen paz y fin de la extorsión
La ciudadanía de Morelos alza la voz, vestida de blanco, contra la ola de extorsiones y violencia que los tiene sitiados.

Cuautla se Harta y Sale a las Calles: El Blanco es el Nuevo Grito de Guerra
Imagínense esto: un sábado cualquiera, pero en vez de estar posteando stories desde el brunch, cientos de personas vestidas de blanco tomaron las calles de Cuautla, Morelos. No era un flashmob ni el estreno de una nueva serie de Netflix. Era la realidad, más cruda y menos bingeable, de una comunidad que literalmente ya llegó a su límite con la violencia, las extorsiones y los asesinatos. El outfit monocromático no era una declaración de moda, era un grito silencioso (y no tan silencioso) de paz.
La escena: al menos un millar de personas, convocadas por la Diócesis de Cuernavaca, transformaron la ciudad en un río de globos blancos y frustración contenida. La marcha, que partió de la parroquia de Santa Ana en Cuautlixco, fue el equivalente a ponerle un espejo a las autoridades: “¡Hey, estamos aquí y ya no aguantamos más!”. Los gritos de “¡Justicia!” y “¡Queremos paz!” se mezclaban con cantos religiosos y aplausos, creando una banda sonora surreal para una protesta que era cualquier cosa menos ordinaria.
El Obispo que le Entra al Quite y la Autoridad que Promete (Otra Vez)
Al frente de todo esto, como si fuera el líder de una misión en modo difícil, estaba el obispo Ramón Castro Castro. En declaraciones que son más reales que el filtro de Clarendon, el jerarca católico soltó la perla de que la iniciativa vino del pueblo, de una ciudadanía “cansada, herida, dolida y desilusionada”. Básicamente, el mood general de una generación entera, pero con la added anxiety de que te puedan extorsionar o matar por no pagar ‘derecho de piso’. Sí, ese impuesto ilegal y terrorífico que hace que hasta pagar la renta se sienta light.
El obispo Castro no se anduvo con rodeos: señaló que la extorsión es el pan de cada día y que aquellos que se niegan a pagar terminan asesinados. Su declaración fue tan directa que duele: “la gente ya está ‘hasta acá’ de tener que pagar doble impuesto”. O sea, aparte de pagar sus taxes como ciudadanos responsables, tienen que soltar lana a los criminales so pena de muerte. Un sistema de suscripción del que nadie quiere ser parte, pero que les ha sido impuesto a la fuerza.
“Ojalá que seamos escuchados, sobre todo quienes tienen en su mano la posibilidad de traer esa paz y esa justicia (…) en Cuautla vemos lo que está pasando con la violencia, el derecho de piso; que la gente ya está ‘hasta acá’ de tener que pagar doble impuesto y además si no lo hacen, como hemos visto, son asesinados y eso verdaderamente duele.” – Ramón Castro, Obispo
Del otro lado, las autoridades, en la figura del titular de la Secretaría de Seguridad estatal, Miguel Ángel Urrutia, salieron con el clásico speech de siempre: “se montó un dispositivo de seguridad” para la marcha y ya hay un “operativo especial” en la zona con la Guardia Nacional, el Ejército y la Policía Municipal. También prometieron nuevos arcos de videovigilancia, porque aparentemente más cámaras son la solución mágica a un problema de raíz que es más profundo que un posillo. La gobernadora Margarita González Saravia ordenó estas acciones para “restaurar la confianza”. Spoiler alert: la confianza ciudadana está más rota que el celular de alguien que se cayó en el antro.
El Crimen que Encendió la Mecha: Un Asesinato que Evidencia la Crisis
Para entender el nivel de desesperación, hay que hablar de lo que pasó justo un día antes de la marcha. Carolina Plascencia Carvajal, presidenta suplente de la Asociación de Usuarios del Río Cuautla (Asurco) y candidata a la presidencia de la organización, fue acribillada a balazos mientras viajaba en su coche. Los agresores, que se movían en una moto y otro vehículo (el clásico modus operandi que ya todos conocemos), la atacaron en el crucero de Puxtla. La ingeniera, originaria de Ayala, murió en el acto.
Este no es un crimen aislado. Es la gota que derramó el vaso en un vaso que ya estaba hasta el tope. Es el segundo asesinato de un miembro clave de Asurco: en febrero de 2022, Francisco Vázquez, miembro del Consejo de Vigilancia, también fue asesinado. Los campesinos y usuarios de la asociación no descartan que el móvil esté relacionado con una disputa por el control de la organización o por el manejo del agua en Tenango, Jantetelco. Porque sí, hasta el agua, ese recurso básico, se ha convertido en un botín sangriento.
La marcha de blanco, por tanto, no fue solo una reacción genérica a la inseguridad. Fue una respuesta específica a una ola de crímenes que ha convertido la vida cotidiana en una pesadilla logística donde salir a la calle, manejar un negocio o incluso participar en asociaciones civiles puede ser una sentencia de muerte. Es el cansancio de una comunidad que está viendo cómo su tejido social se desgarra por la avaricia y la violencia de grupos delictivos.
El mensaje es claro y contundente: Cuautla, y por extensión Morelos, clama por un alto al fuego. La movilización pacífica es el último recurso de una sociedad que se siente abandonada por las instancias de procuración de justicia y que ha decidido, simbólicamente, vestirse de blanco para mostrar su hartazgo y su anhelo de paz. Es una lección de valor cívico en una era donde el miedo quiere ser el narrador principal de nuestras vidas.
¿Y ahora qué? ¿Compartimos esto para que no se quede en el vacío? La visibilidad es el primer paso para la acción. Comparte esta historia, porque el silencio solo le gana al juego a la violencia. Y si te interesa entender más sobre cómo las comunidades se organizan frente a la adversidad, explora nuestro contenido relacionado. La conversación no puede parar.
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