El costo muscular de una estrella: tres cabezas rodaron

Ah, el fútbol mexicano. Un universo donde la lógica a menudo toma la forma de un balón desinflado. Mientras el Toluca, ese campeón vigente que milagrosamente sigue respirando en la liguilla, se alista para morderle los talones a los Rayados de Monterrey, el verdadero drama no ocurre en el césped, sino en el departamento de recursos humanos. Porque, ¿qué haces cuando tu jugador estrella está más tiempo en el departamento de fisioterapia que en el área rival? Fácil: despedir a los mensajeros. En un giro que hubiera envidado cualquier telenovela corporativa, tres kinesiólogos fueron despedidos por el pecado capital de no haber curado con varita mágica los problemas físicos de Alexis Vega. ¿La lesión es del jugador, pero la culpa es de los que intentaron sanarlo? Brillante.

La saga de Vega: más episodios que una serie en streaming

La temporada de Alexis Vega se puede resumir como una odisea médica con un guion predecible: se lesiona, se recupera (o eso creemos), y ¡sorpresa! recae. Primero fue la rodilla contra los Xolos, luego un desgarre ante el Pachuca (su primero, qué bonito hito), y ahora una recaída por un asunto en los tendones. El atacante mexicano ha estado tan presente como un fantasma de buen augurio. Su ausencia en los cuartos de final contra los Bravos de Juárez fue un susto; su baja para las semifinales es una tragedia griega con patrocinador deportivo. Y mientras Vega lucha con su cuerpo, el club parece haber encontrado el chivo expiatorio perfecto: los profesionales que tenían la ingrata tarea de devolverlo a la cancha.

Los duelos contra Monterrey prometen. La ida será este miércoles 3 de diciembre en el reluciente (y probablemente carísimo) estadio BBVA, mientras que la vuelta será en la catedral diabólica, el Nemesio Diez, el sábado 6. Todo esto, por supuesto, ensombrecido por el golpe de efecto de los Rayados, que eliminaron al América con un gol de Germán Berterame en el minuto 93. Un golazo que no solo mandó a casa a las Águilas, sino que le recordó a todos, especialmente al Toluca, que en la liguilla los milagros existen… para los demás.

Así las cosas, el equipo de la casa roja debe encontrar alternativas. Porque está claro que su plan A está en la enfermería, y su plan B (despedir al personal médico) ya fue ejecutado. La pregunta que flota en el aire, más pesada que un balón mojado, es: ¿y si la próxima recaída de Vega la paga el utilero? El espectáculo, al menos, está garantizado.

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Un Objetivo Tan Ambicioso Como Recurrente

Parece que en la Universidad Nacional tienen un decreto anual que obliga a todo nuevo directivo a pronunciar la palabra “título” en su primer discurso. Antonio Sancho, recién instalado en la vicepresidencia deportiva de los Pumas, no fue la excepción. Llegó, vio y declaró su único propósito: conquistar el campeonato del fútbol mexicano. ¡Qué original! Uno casi puede escuchar el eco de promesas idénticas hechas por sus predecesores en las vacías vitrinas del club.

Su plan maestro para esta hazaña, que se le ha escapado al equipo por años, es tan revolucionario como respaldar al técnico que ya está ahí. Sí, ha decidido apoyar el proyecto de Efraín Juárez. ¿La razón? Según Sancho, el estratega “ya tiene una base”. Una base que, hablando claro, ha tenido más altibajos que un sube y baja. Pero lo más conmovedor es que Toño asegura que Efraín tiene las mismas ganas que él de levantar el trofeo. Vaya, dos personas en un mismo club deseando ganar. ¡Eso sí que es una estrategia innovadora!

Fe, Contrato y un Toque de Nostalgia

“Estoy convencido de que sea nuestro técnico, tiene contrato, es canterano, conoce la institución perfectamente”, resaltó Sancho, enumerando virtudes que, en el frío mundo de los resultados, suenan tan reconfortantes como irrelevantes. Conoce la institución, sí. ¿Pero conoce la fórmula para ganar partidos de manera consistente? Ese parece ser un detalle menor. El vicepresidente incluso añadió: “creo que es el primero que quiere ganar títulos aquí”. Una afirmación que, sin duda, debe haber causado una profunda decepción en el resto del plantel, que aparentemente solo juega por el sudor de la camiseta.

Luego vino el argumento estrella para pedir paciencia: Efraín Juárez apenas lleva nueve meses en el equipo. Un proceso, dicen. Claro, porque en el fútbol moderno, donde los entrenadores duran lo que un helado al sol, nueve meses es una eternidad. “Hay que apoyarlo, llegó hace un torneo y medio y [apenas] tiene una pretemporada trabajando con el equipo”, puntualizó Sancho. Su misión, nos cuenta, es darle las mejores herramientas al cuerpo técnico para construir un equipo competitivo. O sea, hacer su trabajo básico de vicepresidente. ¡Qué concepto tan novedoso!

El Reconocimiento a una Gestión… ¿Exitosa?

En un giro que mezcla el optimismo con un toque de surrealismo, Sancho valoró la corta trayectoria de Juárez. Recordó que el técnico se preparó fuera y “ganó un campeonato fuera, que no es fácil [porque] en el fútbol gana uno y él ya lo hizo”. Un argumento impecable: como ganó una vez en otro lado, es casi una ley de la física que debe ganar aquí. Lógica pura.

Pero incluso el fehaciente optimismo de Sancho tiene sus límites. Entre líneas, admitió lo que todos ven: los Pumas necesitan “reforzarse con ciertas piezas importantes”. Traducción: el plantel actual, con toda la base y las ilusiones, no basta. Al final, cerró con la consigna de cabecera: “Efra es nuestro técnico y hay que darle con todo para adelante para buscar ganar el título”. Una frase que ya es parte del mobiliario en CU, tan recurrente como las fallas defensivas en los minutos finales.

En resumen, el discurso de Sancho es un clásico: fe en el proyecto existente, apelación a la identidad y la paciencia, y la promesa de refuerzos que siempre están a la vuelta de la esquina. El tiempo dirá si esta vez el guion cambia o si simplemente estamos viendo el primer capítulo de una historia que los aficionados ya conocen de memoria.

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El flamante regreso que se convirtió en un jumpscare constante

En el cine, te venden que las secuelas son una mala idea, el “Fast & Furious 15” lo confirma. Pues la segunda etapa de Javier “Chicharito” Hernández con las Chivas no fue una comedia romántica ni un drama inspirador; fue un slasher de bajo presupuesto donde el asesino era, bueno, el propio guion. En 2024, el ídolo regresó al equipo de sus amores con la épica de un héroe que vuelve a casa. El Rebaño Sagrado, en un acto de fe digno de un final de temporada de serie, le abrió los brazos. La misión era clara: devolverle algo a la institución que lo vio nacer. Spoiler alert: futbolísticamente hablando, el proyecto tuvo más bugs que un lanzamiento de videojuego.

Después de su tour por Europa (con paradas en ligas top como Inglaterra, España y Alemania) y un cameo en la MLS, el canterano creyó que era el momento perfecto para su “Avengers: Endgame” personal. El estadio Akron vibró en su presentación como si fuera el estreno de una superproducción. Pero, ay, la trama se torció rápido.

Cuando la estrella dejó de brillar (y los números no mienten)

Aquella luz que deslumbró en el Manchester United y el Real Madrid parecía haberse quedado en el túnel del tiempo. Su esplendor se fue desvaneciendo, como la batería de tu celular en un festival, con la vana esperanza de que los últimos rayos iluminaran a sus queridas Chivas. La realidad fue más cruda que un lunes por la mañana: después de casi dos años de aquel hype inicial, el balance es para llorar… o para reír, por no llorar.

En sus cuatro semestres de esta etapa de regreso, el delantero acumuló mil 662 minutos en 40 partidos (entre Liga MX y Concacaf Champions Cup). En ese maratón, su contribución goleadora se limitó a cuatro tantos, acompañados de una solitaria asistencia. Para ponerlo en perspectiva: eso es menos goles que los selfies que se tomó en la presentación. El rendimiento fue tan bajo que hasta los memes se quedaron sin ideas.

Tenía en su pie derecho la oportunidad de oro para redimirse, para cerrar su ciclo como el héroe que todos esperaban. En cambio, el final fue tan anti-climático como un cliffhanger que nunca se resuelve. Lo que pudo ser un emotivo “hasta pronto” se transformó en un incómodo “bueno, ya vámonos”. Se despidió, pero no con una ovación, sino con la sensación de un oportunidad desperdiciada que cierra un capítulo triste, y francamente evitable, en su carrera. Un guion que ni el más sarcástico de los narradores se habría atrevido a escribir.

¿Coincides en que este fue uno de los regresos más decepcionantes del fútbol mexicano? Comparte esta crónica del sueño que se volvió pesadilla en tus redes sociales y explora más análisis sobre los momentos que definen la historia de la Liga MX.