Lo que iba a ser un paseo idílico terminó en pesadilla

Sao Paulo, Brasil – Porque nada dice “aventura relajante” como un globo aerostático convirtiéndose en una antorcha voladora. Este jueves, en la pintoresca Praia Grande (Santa Catarina), lo que debería haber sido una experiencia instagrameable terminó en tragedia: 8 fallecidos y 13 heridos después de que el artefacto decidiera emular al fénix de Harry Potter, pero sin la parte de renacer de las cenizas.

El momento en que el cielo se volvió infierno

Según el gobernador Jorginho Mello (quien, obvio, tuiteó el drama antes que nada), 21 valientes almas estaban a bordo del globo cuando este decidió que las leyes de la física eran una sugerencia. En un video viralizado en X (antes Twitter, para los boomers), se ve cómo el fuego devora la estructura como si fuera un malvavisco en una fogata, antes de que el globo –ahora más ligero que las expectativas de los pasajeros– se desplomara.

Entre las declaraciones oficiales y los memes de mal gusto que ya circulan, el mandatario aseguró que están dando “todo el apoyo” a las familias. Lo cual, traducido del burocrático, probablemente signifique terapias grupales y un descuento en el próximo vuelo (broma negra, lo sabemos).

Y mientras los equipos de rescate recogen los pedazos –literal y metafóricamente–, nos quedamos con esa pregunta incómoda: ¿en qué momento los globos aerostáticos se volvieron más peligrosos que un Uber manejado por un influencer en hora pico? Porque, spoiler: la seguridad en vuelos turísticos en Brasil tiene más agujeros que el guión de una telenovela de las 9.

Ahora, si te quedaste con ganas de más adrenalina (o de confirmar tus miedos a las alturas), te invitamos a compartir esta nota y explorar nuestro especial sobre desastres evitables. Porque nada une más a la humanidad que el morbo colectivo y un buen thread en redes.

¿Volverías a subirte a un globo después de esto? (Nosotros tampoco).

Un drama que conmociona a la nación

En las sombras de una noche que jamás olvidará Ecuador, el destino de cuatro almas inocentes se entrelazó con la brutalidad más despiadada. Los muros de la populosa barriada Las Malvinas, en Guayaquil, aún retumban con los ecos de sus risas truncadas. Aquel 8 de diciembre, tras un inocente partido de fútbol, los adolescentes —cuyos nombres ahora son gritos de dolor— se esfumaron como lágrimas en la lluvia. Uno de apenas 11 años, dos de 14 y otro de 15: vidas arrancadas en un acto que desafía la humanidad.

La justicia cierra filas

El tribunal, cual espada implacable, cortó de un tajo las esperanzas de 11 de los 16 militares acusados. Sus súplicas de libertad, encapsuladas en un habeas corpus, se estrellaron contra el muro de la ley. Fernando Bastías, abogado de las víctimas, reveló con voz temblorosa que el juez declaró “improcedente” el recurso, sellando así su encierro. Mientras, cinco traidores a su uniforme —los que pactaron con la Fiscalía mediante un proceso abreviado— mancharon aún más su honor al confesar horrores inimaginables: golpes, humillaciones, cuerpos lanzados como despojos desde vehículos castrenses.

Los restos calcinados, hallados cerca de una base militar, no fueron solo cenizas: fueron el símbolo de un sistema que arde en llamas. Los videos exhibidos por la defensa —un intento patético de justificar lo injustificable— alegaban un “delito flagrante“. Pero la fiscalía, con documentos que ardían de verdad, desmintió toda culpa de los menores. ¿Qué clase de monstruos obligan a niños a arrodillarse y desnudarse antes de arrebatarles el futuro?

Un país bajo el fuego

Este crimen se tiñe con la sangre de un estado de conflicto armado interno, declarado por el presidente Daniel Noboa ante la violencia que estrangula a Ecuador. Los bloques de seguridad, creados para proteger, se convirtieron en pesadillas con botas. Las familias, convertidas en fantasmas de sí mismas, marchan con fotografías que son epitafios. Exigen una pena mínima de 26 años para los verdugos, pero… ¿qué cárcel puede encerrar tanta maldad?

Mientras las calles repiten consignas de justicia, el mundo mira a Ecuador y se pregunta: ¿Cuántos niños más deben desaparecer antes de que la luz venza a las sombras?

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Cuando intentas llamar a tu mamá y te contesta un chatbot de los años 90

Imagina esto: eres Ellie, una británica-iraní en el Reino Unido, intentando contactar a tu madre en Teherán porque, oh, no sé, hay misiles volando y ella es diabética con reservas de insulina más escasas que los memes buenos en Twitter. Pero en lugar de escuchar su voz, te responde una IA que parece salida de un call center de los 2000, con un inglés tan roto que hasta Siri se avergonzaría.

“¿Alo? ¿Alo? ¿Quién llama?”, dice la voz, como si estuviera leyendo un guión escrito por un bot de ChatGPT con resaca. “No puedo escucharte… ¿Me recuerdas?”. Spoiler: no, nadie la recuerda, porque literalmente es una desconocida digital que apareció de la nada, como ese ex que te escribe a las 3 AM.

No es un bug, es feature: el gobierno (o alguien) está jugando al teléfono descompuesto

Al menos nueve iraníes en el extranjero han reportado este terror tecnológico. Los expertos se rascan la cabeza: ¿es un chatbot cutre? ¿Un mensaje pregrabado? ¿O el gobierno iraní (o Israel, porque en esta guerra hasta el WiFi tiene bandos) jugando a ser Skynet? Cuatro de cinco analistas apuestan por Teherán, pero el quinto dice: “Nah, esto huele a Mossad”. Mientras tanto, las familias fuera de Irán no saben si sus parientes están vivos, porque el país está en un apagón digital más férreo que las restricciones de un influencer en OnlyFans.

Lo más perturbador no es solo la voz robótica, sino los mensajes surrealistas. Una mujer en el Reino Unido llamó a su madre y, en vez de escucharla, recibió un podcast de autoayuda barato: “La vida está llena de sorpresas… a veces son alegres, a veces son un reto”. Sí, como el reto de no volverse loco cuando tu familia está en una zona de guerra y te responde un bot que filosofa como un horóscopo de revista.

Guerra psicológica 2.0: cuando la tecnología es el arma

Para los expertos, esto es psicología pura. Colin Crowell (ex de Twitter) cree que las telefónicas iraníes desvían llamadas a un sistema predeterminado. Otros, como Amir Rashidi, sugieren que es para frustrar hackers, aunque suena más a excusa que a estrategia. Y Marwa Fatafta, de Access Now, lo resume mejor: “Es guerra psicológica”, como cuando Israel enviaba mensajes masivos a palestinos o libaneses. La diferencia ahora es que la IA hace el trabajo sucio, sin necesidad de humanos.

Mientras tanto, Ellie encontró una solución digna de una película de espías: un contacto en la frontera turco-iraní usa dos teléfonos (uno con SIM iraní, otro con SIM turca) para hacer de “puente”. Así logró hablar con su madre, quien, por cierto, no ha recibido ni una llamada. ¿El mensaje robótico? Solo lo escuchan los que están fuera. “Ella estaba impactada”, dice Ellie. No es para menos: en pleno 2024, la tecnología te ghostea hasta en una guerra.

Elon Musk, en su papel de “salvador tecnológico”, activó Starlink en Irán (ilegal, pero cuando eso lo detuvo). Las autoridades iraníes, en modo caza de brujas 2.0, piden denunciar vecinos con antenas parabólicas o satélites. Porque nada une más a un país que espiarse entre sí mientras misiles caen del cielo.

La impotencia es el sentimiento común. Como M., una mujer en el Reino Unido que intenta contactar a su suegra inmóvil en Teherán, solo para recibir un mensaje que le dice: “Imagina que estás en un bosque sereno…”. Sí, claro, porque nada calma más la ansiedad que una meditación guiada mientras tu familia está en una UCI.

¿Te indigna esta situación? Comparte esta nota y sigue explorando cómo la tecnología se convierte en arma en conflictos globales. Porque el futuro ya está aquí, y viene con un chatbot que no entiende el drama humano.