De querer ser “muy morena” a enfrentar el racismo: la ironía de la vida

Ah, Yalitza Aparicio, esa estrella de ROMA que nos recordó que el cine puede ser arte y, de paso, que Hollywood aún no sabe qué hacer con el talento que no viene empaquetado en estereotipos. Resulta que nuestra querida actriz, educadora y embajadora de la UNESCO (sí, todo eso), alguna vez soñó con ser más morena. ¿Por qué? Porque las jugadoras de baloncesto de Pinotepa Nacional —quienes, según ella, eran “altas e increíbles”— tenían ese tono de piel. Claro, porque en la mente infantil de Yalitza, el color de piel era como un power-up en un videojuego: más oscuro = más habilidades. Lógica impecable.

La Ciudad de México: donde los sueños infantiles chocan con la “realidad”

Pero luego llegó la CDMX, esa urbe maravillosa donde el clasismo y el racismo se dan la mano como viejos amigos. De repente, ser morena ya no era sinónimo de talento deportivo, sino de… bueno, ya saben cómo funciona este país. “Es que eres muy morena”, le decían, y ella, inocente como un perrito que no entiende por qué le gritan, respondía: “¡Gracias!”. Porque claro, ¿quién iba a imaginar que un cumplido podía ser un insulto disfrazado? Ah, la ingenuidad.

Y aquí es donde la vida le dio una bofetada con guante blanco: el racismo no estaba en su radar. ¿Cómo iba a estarlo? En Oaxaca, su piel era parte de su identidad, no un tema de debate. Pero la “civilización” capitalina se encargó de educarla: “Cuando desconoces un tema, es muy fácil que te hieran”, confesó. Vaya, qué revelación. Como si el desconocimiento fuera un imán para los comentarios desagradables. ¿O será que la gente es simplemente… bueno, ya saben?

De maestra a estrella: el giro irónico de su carrera

Lo más gracioso (o trágico, dependiendo del humor que tengan hoy) es que Yalitza llegó al cine por pura casualidad. Iba a acompañar a su hermana a una audición para ROMA, y terminó siendo ella la elegida. Así, sin pretenderlo, se convirtió en la primera mujer indígena mexicana nominada al Oscar. ¿Ironía? Alfonso Cuarón buscaba autenticidad, y la encontró en alguien que ni siquiera estaba allí para actuar. El universo tiene un sentido del humor peculiar.

Desde entonces, ha participado en proyectos como “Los Espookys” (donde demostró que el terror puede ser ridículamente divertido) y “Mujeres Asesinas” (porque nada dice “empoderamiento” como interpretar a una homicida). Pero su verdadero legado es recordarnos que el racismo no desaparece solo porque una persona triunfe. Aunque, claro, es más fácil aplaudirla en la alfombra roja que cuestionar por qué sigue siendo una excepción.

¿Moraleja? La próxima vez que alguien les diga algo “raro” sobre su apariencia, recuerden: quizá están tan desinformados como Yalitza antes de su encuentro con la “cultura” capitalina. O quizá solo son idiotas. Ustedes deciden.

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