#Yucatán •
Por Marco Antonio Cortez Navarrete
Las elecciones del 2 de junio han ocasionado un tsunami ideológico en todos los sectores: económico, político y social en los Estados Unidos Mexicanos.
La actual gestión gubernamental—según varios analistas— fragmentó a un país con más de 130 millones de habitantes.
Hoy, más allá de ser y sentirse orgullosas y orgullosos mexicanos, se acendró la división y el odio entre ricos y pobres, izquierda y derecha, buenos y malos.
Uno de los resultados de este modelo se trasladó con puntos y comas, a las campañas electorales: desde las candidaturas a la presidencia hasta los cargos a regidores.
Todos los días, hora tras hora, minuto a minuto, escuchamos por doquier que en las votaciones del 2 de junio los mexicanos tendremos que decidir entre dos proyectos de nación.
Es decir, continuar con la llamada cuarta transformación o regresar al pasado (modelo económico neoliberal), no hay más, son las opciones que tenemos.
Ésta feroz y radical batalla genera hartazgo y desinterés entre la sociedad porque más allá de la encarnizada lucha ideológica la gente quiere trabajar en paz para aspirar a mejores estandartes de vida, personal y familiar.
Millones de mexicanos, estoy convencido, no saben incluso diferenciar entre los significados de “derecha” y de “izquierda”. Lo único que quieren y les importa es trabajar y vivir en paz.
Obreros, campesinos, técnicos, profesionales, amas de casa, estudiantes, etcétera, anhelan resultados en lo económico y sanitario; entre la correcta, equitativa y justa aplicación de la justicia que redunde en la paz y en la seguridad.
Sin embargo, bajo la retórica ideológica, las y los mexicanos vemos más de lo mismo, y en muchas ocasiones herencias políticas depositadas en hijas, hijos, nietas y nietos.
Enorme porcentaje de gobernantes o aspirantes a serlo son los mismos, eso si, ataviados con diversidad de colores buscando el camuflaje perfecto para esconder quienes son y sus intereses y ambiciones.
La retórica de las izquierdas y las derechas sustituyeron la pugna entre partidos políticos. La retórica del ideologísmo tapó la cloaca de cada organismo político siendo conducto ideal para migrar de un lado a otro con graciosa facilidad y con descaro inaudito.
Las consignas: permanecer en el poder, llegar a él o recuperarlo al costo que sea, estando en medio de esta batalla campal los habitantes comunes y corrientes que se tienen levantar a las 5 ó 6 de la mañana para trabajar.
Seres humanos que para estas épocas son la carne de cañón que justifica la continuidad de un sistema que se resiste a la
modernidad o al menos a un proceso de actualización.
Así veo a mi país, a mi México. Así veo a las y los mexicanos. ¿Que país queremos dejarle a nuestros hijos y a nuestros nietos?. ¿Estamos destinados a permanecer eternamente en el subdesarrollo, en la pobreza y pobreza extrema? ¿A seguir depositando en la clase media el peso de la economía y el desarrollo?…y más importante aún, a mantener a los gobernantes de siempre?
Hasta la próxima
