“La razón debe conocer la razón del corazón y todas las demás razones”.
Leonora Carrington
📷Leonora Carrington y Max Ernst (1937)
@ Archivo Lee Miller
Leonora Carrington conoció y se enamoró del artista surrealista Max Ernst en una cena en Londres en 1937. Acababa de cumplir veinte años y él tenía cuarenta y seis y estaba casado por segunda vez. Inmediatamente comenzaron una relación (condenada, por supuesto por la familia burguesa y conservadora a la que Leonora pertenecía) y se mudaron juntos a París. Fue aquí, en el momento más idílico de su relación, donde Max le presentó a todos los surrealistas. Ellos la llamaron: “La Novia del Viento”, y André Bretón, padre del surrealismo, quedó fascinado e intrigado con el arte de Leonora.
En 1938 se mudaron a la aldea de Saint-Martin cerca de Aviñón, Francia. En este tiempo todo era perfecto. Max y ella experimentaron con la escultura (quién hubiera dicho que esta sería la semilla para las últimas creaciones de la vida de Leonora). Pintaban, Max más que ella, pero él la impulsaba y le enseñaba nuevas técnicas como el frottage (frotar un lápiz sobre una hoja apoyada sobre un relieve). Ella escribía sin cesar: producía cuentos, novelas cortas y Max los ilustraba con collage. Disfrutaban de la vida y los amigos.