Adiós al rey del pan: un legado que no caduca
Parece que hasta la muerte tiene debilidad por los panes frescos, porque este jueves se llevó a Roberto Servitje, cofundador de Grupo Bimbo, justo cuando la empresa anunciaba una inversión millonaria. ¿Coincidencia? Probablemente. ¿Irónico? Absolutamente. El empresario, nacido en 1928 en la Ciudad de México, decidió partir a los 90 años, quizá porque ya había horneado suficientes éxitos para una vida (o tres).
De la miga al billón: una historia con levadura
Mientras el mundo lloraba su partida, Grupo Bimbo —esa entidad que pone pan en todas las mesas, incluso las que juran comer “low-carb”— anunciaba una inversión de 2 mil millones de dólares en México. ¿El timing? Impecable, como si Servitje hubiera dicho: “Ahora sí me voy, pero dejo la masa amasada”. El Plan México de Sheinbaum incluye 2,800 empleos, porque nada honra más a un visionario que crear trabajos… y que te recuerden cada vez que muerdes un pingüino.
Su sobrino, Daniel Servitje, ahora lleva la batuta (y la receta secreta). ¿Presión? Solo la de mantener un imperio que convirtió el pan de caja en un símbolo nacional, junto al chile y el drama de telenovela. Por cierto, ¿alguien más encuentra poético que el apellido “Servitje” rime con “hereje”? Porque revolucionar la industria alimentaria con panes blancos y dulces en un país de tortillas bien podría considerarse un acto de rebeldía.
Dato curioso para llorar con ironía: La noticia de su fallecimiento compartió espacio con la historia de éxito de Bimbo. Como si la vida misma dijera: “Mira todo lo que logró… ahora llóralo mientras untas mermelada en un Nito“.
El pan nuestro de cada día (y de cada bolsillo)
Entre lágrimas y harina, el legado de Servitje es tan indestructible como un Bimbollito pasado de fecha: sobrevive a todo. Desde panes que brillan más que el futuro de algunos países hasta cupcakes que desafían las leyes de la física (¿cómo es posible que tengan tantos colores?), su obra sigue alimentando —literalmente— a generaciones. Y aunque él ya no esté, su receta para el éxito sigue vigente: mezclar ambición con un toque de locura, hornear a fuego lento y decorar con ganancias.
Reflexión final (con sabor a ironía): En un mundo donde todo caduca, Servitje demostró que el verdadero pan nunca pierde su esencia. Aunque, pensándolo bien, quizá por eso México ahora tiene un problema de obesidad… pero ese es otro tema.
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