El Domo de Cobre fue testigo de una noche donde la lluvia y el despecho se mezclaron con ritmos contagiosos y una pirotecnia sensorial.
La tormenta perfecta de hits y sudor que solo una loba y su manada regia podían crear bajo un cielo caprichoso.
Un triunfo agridulce que dejó más dudas que celebraciones para el Rebaño Sagrado.
La noche de los Tony dejó sorpresas, lágrimas y un musical arrasando como si Broadway fuera un buffet libre.