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El Centro Cultural “José Valeriano Maldonado y Arellano” de la ciudad de Cárdenas fue el escenario de la función 224 del monólogo «La Muñeca Muerta», protagonizada por el maestro Salvador Alpuín Jiménez. El actor y director de amplia trayectoria anunció el réquiem de esta obra escrita por Horacio Ruiz de la Fuente, que este 21 de marzo a las 7 de la noche en el Centro Cultural de Villahermosa ofrecerá la función 225 para cerrar un ciclo.
«Ha sido un desgaste emocional bárbaro presentar este monólogo durante años, por lo que ya es momento de llegar a su fin. Para ello he invitado a Margarita Orrico y a Eduardo Broca como sepultereros», dijo Alpuín Jiménez.
En efecto, al terminar la última frase de este monólogo, el agotado actor se fundió en un emotivo abrazo con su compañera de vida y de actuación Beatriz Bonfil.
También vinieron los reconocimientos a su trayectoria y actuación por parte de los también actores Igor Seva Conde y Yani Moreira, y de los profesores Victor Agüero Mollinedo, coordinador del Centro Cultural; Antonio Vargas Leyva, amigo personal de Alpuín Jiménez, y Alberto Mayorga, titular de la DECUR Cárdenas.
Incluso, desde la Ciudad de México el actor Alberto Estrella envió un cariñoso saludo: “Maestro, su talento y entrega al teatro son inspiración. Gracias por motivarnos a tantos a alimentar, ejercer y compartir la creatividad. Abrazos cariñosos y también de todo El Círculo Teatral”.
El monólogo consta de dos actos. Es tan diferente el movimiento, el tono, el ritmo y la fuerza que le imprime Alpuín Jiménez, que tal parece que son dos diversos monólogos, unidos sólo porque el primero plantea los elementos subjetivos que desencadenarán la culpabilidad del protagonista en el segundo.
Julio Marín Fernández es el personaje de este monólogo. Es un hombre de edad indefinida, un artista que en su estudio narra los acontecimientos de su tiempo haciendo críticas a los sistemas sociales en su ambiente, salpicado de graciosas discusiones hasta llegar al aturdimiento y a una locura delirante de dolor y desesperación, que le permite descubrir las verdades que siempre eludió. A través de esta catarsis, llega a la cordura que no tuvo antes.
La primera vez que se montó esta obra en México fue a principios de 1957, con el actor español Enrique Rambal como protagonista. Durante mucho tiempo fue censurada por el dictador Francisco Franco en España.