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CIUDAD DE MÉXICO.- Antes de que Bardo (“Falsa Crónica de Unas Cuantas Verdades”) inicie su vida comercial en las salas de cine mexicanas el próximo 27 de octubre, su realizador, Alejandro González Iñárritu, afirma categórico que es la historia que más le ha demandado de sí en todos los sentidos.
“Es la película que más satisfacciones me ha traído a nivel personal, la más difícil que he hecho. Es más, si mañana muero y me dicen: ‘Nomás podrías llevarte una película…’, me llevaría esta, evidentemente.
“¡Aquí di todo! Todo lo que soy, todo lo que tengo a nivel intelectual, con el corazón, en la parte técnica. Terminó siendo una íntima autoficción, no es una biografía”, expresa el realizador ganador de Óscares por sus cintas Birdman, El Renacido y Carne y Arena, respectivamente.
En Bardo…, (que el próximo sábado inaugura la edición número 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia -FICM-) su guionista, director y productor ofrece, desde su particular encuadre, un vistazo histórico a las grandes contradicciones de México, del que salió con su familia hace 21 años.
Silverio Gama, encarnado por Daniel Giménez Cacho, es el alter ego de González Iñárritu, un documentalista reconocido internacionalmente que al volver a su país, previo a recibir un galardón prestigioso, encuentra sentido a una serie de acontecimientos que han marcado su vida.
“Yo no escojo las películas, las películas te acaban escogiendo a ti. Yo siempre me he dado bastante espacio entre una película y otra, que es en ese espacio donde aparecen las semillas de algo que si no se va por un tiempo y sigue cuestionándote y sigue dándote vueltas, quiere decir que es algo que tienes que hacer y tú te conviertes en una suerte de vehículo transmisor de algo que debe ser expresado.
“Es una sensación de dislocación, de cuestionamiento, de incertidumbre, de poner cosas un poco en orden, de 21 años que pasaron como si hubiera sido un segundo, en una decisión que nunca la planeamos, donde sucedió el tiempo fuera de nuestro País, que ha tenido muchas bellezas, beneficios, oportunidades y cosas muy positivas, pero también no está exenta de contradicciones, paradojas, incertidumbres y costos”, precisa González Iñárritu.
En medio de espectaculares viñetas visuales -producto del diseño de producción del ganador del Óscar, Eugenio Caballero, y de la fotografía de Darius Hondijo- Gama afila su crítica a un México seductor y al mismo tiempo contrastante debido miles de seres invisibles por la violencia, la pobreza o simplemente la indolencia de un sistema de gobierno que mira al futuro sin entender su pasado.
El filme estelarizado también por la argentina Griselda Siciliano y los jóvenes mexicano Ximena Lamadrid e Íker Sánchez Solano, González Iñárritu establece un código narrativo con imágenes surrealistas y delirantes.
De pronto, Silverio Gama se reúne con el Embajador de EU en México y le expone el robo del territorio con la Intervención Estadounidense (1846 al 48) entre una hilarante coreografía de la defensa del Castillo de Chapultepec de los Niños Héroes, o dialoga acaloradamente con Hernán Cortés sobre una montaña de mexicas masacrados en el Zócalo capitalino tras la caída de Tenochtitlan (13 de agosto de 1521).
Pero también Bardo… es motivo de hablar de los amores infantiles, de los padres, de la amistad, de la familia, los amigos y de todo aquello que, por las razones que sean, ya no es más.
“Esta sensación de la identidad es de la que he hablado en muchas otras películas, en Babel, en Biutiful, en Carne y Arena. De la inmigración, porque yo soy inmigrante desde hace mucho tiempo, pero esta vez lo quise hacer desde una forma personal, porque creo que lo necesitaba, era una necesidad explorar eso ahora y hacia adentro”.
En Festival Internacional de Cine de Venecia, donde dividió a la crítica internacional, el cineasta, tras ver por primera vez su Bardo…, decidió acotarle 22 minutos, a las 2 horas con 54 minutos iniciales.
“En Venecia la ví por primera vez con público y me di cuenta de que tenía oportunidad de hacer un poco más de músculo en algunas escenas dándoles un ritmo interior más fuerte”.
“Es una película que requiere al menos que se vea dos veces porque es un guacamole visual y creo que en el cine. Es una película hecha para el cine (en 65 milímetros) y diseñada para vivirla como una experiencia sensorial”.
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