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CIUDAD DE MÉXICO.- Del desaire al reencuentro con los correligionarios, sólo debe mediar una necesaria orden de Palacio Nacional.
Adán Augusto López, secretario de Gobernación, apagó el fuego que él mismo encendió la semana pasada, cuando dejó plantado al grupo parlamentario de Morena junto con varios de sus colegas del Gabinete.
El desaire sobrevino al conjuro del distanciamiento que desde hace año y medio marca la relación del presidente Andrés Manuel López Obrador con Ricardo Monreal, el jefe de la bancada, en medio de la pugna interna por la Presidencia del Senado.
Una inocultable expectación impregnaba el ambiente en el auditorio Octavio Paz de la sede parlamentaria. Como anfitrión, Monreal acompañó a Adán Augusto a saludar a todos y cada uno de los parlamentarios. Fotos, selfies, abrazos.
“Quiero, secretario, le transmita al ciudadano presidente de la República, al licenciado López Obrador, nuestro respeto y, por qué no decirlo, nuestro cariño y nuestro aprecio.
“Y aquí está de pie el grupo parlamentario de hombres y mujeres que formamos parte del movimiento”, introdujo el senador Monreal.
Con toda la intención, el zacatecano informó que la prensa podría escuchar la intervención del responsable de la política interior.
Con la presencia de los coordinadores aliados, la operación cicatriz estaba en marcha. Con buen semblante, Adán Augusto López cedió terreno: ofreció disculpas por el desaire de la semana pasada.
“Si algún compañero pensó que mi inasistencia a la plenaria se debía a un malentendido, a un berrinche… (aunque) eso lo acostumbran los zacatecanos, no los tabasqueños, tuve un compromiso familiar ineludible”, deslizó.
Monreal acusó el raspón y, al botepronto, mencionó el apellido de otro zacatecano, José Narro. “Narro, Narro”, dijo y el grupo rió de buena gana.
“Lo digo por Narro”, devolvió el secretario.
En ese ambiente distendido, Adán Augusto López comunicó al grupo que el presidente López Obrador enviaba un saludo afectuoso. El secretario contó que el recién electo presidente del Senado, Alejandro Armenta, le acaba de pasar un papelito con un recado a López Obrador: “Que nos invite a comer un tamal de chipilín…”
El acercamiento con el presidente lo prometió para después del “Grito”. La senadora Malú Mícher celebró la invitación a Palacio Nacional. “Aunque no sea para desayunar ni para comer”, propuso.
“Es momento de estar unidos en torno a un proyecto de nación. Y, aunque pueda sonar autoritario, se los digo con franqueza, el proyecto de Nación no admite titubeos”, resaltó el tabasqueño.
Después de reclamar el apoyo para la iniciativa de la Guardia Nacional, Adán Augusto López arroparía al Ejército. “No es el de hace 10, 20 años, ni el de las oscuras noches del 68, del 70 y de la Guerra Sucia. También ha evolucionado y se ha profesionalizado”.
De la broma incisiva al mensaje elocuente, el enviado presidencial se despediría del grupo arropando al anfitrión.
“A veces es como el compañero rebelde, pero no se confundan: a Ricardo lo queremos, lo admiramos y lo respetamos…”.
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