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Nación

El luto en Naolinco, Veracruz, por sus tres migrantes

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Veracruz, México

Jair, Yovani y Misael partieron a Estados Unidos el 20 de junio con la promesa de volver con ahorros para mitigar la pobreza de su familia. Esta madrugada volvieron en tres ataúdes blancos al pueblo de San Marcos Atexquilapan, en Veracruz.

Llegaron tal como se fueron, en la oscuridad de una madrugada fría de verano en Naolinco, un Municipio ubicado en zona montañosa central del Estado, a mil 300 kilómetros de San Antonio, Texas, donde los jóvenes murieron asfixiados.

“Pa’ ahora si ya nos vamos para San Antonio”, escribió en un mensaje Yovani a su padre, Teófilo, el 26 de junio, día en el que cruzaron el Río Bravo por Tamaulipas y llegaron a una bodega de Laredo, Texas, donde más tarde fueron recogidos por un tráiler.

“Los cuerpos de mis hijos ya van a llegar, estoy muy triste, pero a la vez contento de que al fin llegarán para darles cristiana sepultura. Sé que no es la manera en la que esperaba que volvieran, pero, pues, así fue”, dijo Teófilo.

“Es algo muy triste, la verdad, pero estoy contento también, porque al fin mis hijos van a descansar“.

Teófilo, quien fabrica zapatos, confesó que tal vez cierre su taller, pues el lugar alberga demasiados recuerdos de los años que pasó con sus hijos enseñándoles el oficio para que después se ganaran la vida.

La idea de los jóvenes, contó, no era abandonar la tradición familiar que él también heredó de su padre, sino ahorrar para hacer el negocio más grande y, de paso, saldar las deudas que sus padres acumularon con los años.

Se fueron persiguiendo el sueño americano, tal como lo había hecho al menos una veintena de jóvenes de San Marcos, quienes partieron unos días antes que ellos.

Los hermanos y el primo tenían como destino Austin, Texas, a 130 kilómetros de donde un traficante aparcó el vehículo de carga.

La tarde de este miércoles, Teófilo, su esposa Yolanda, y los padres de Misael, Hermelinda y Gerardo, acudieron a Xalapa, a 30 kilómetros del pueblo, para que frente a ellos se abrieran las cajas blancas y pudieran reconocer los rostros de Jair, Misael y Yovani.

“Lamentablemente eran ellos. Es muy triste la verdad. Fuimos a Relaciones Exteriores y ahí nos dieron la noticia y pues es algo muy triste”, narró Teófilo.

La tragedia que unió al pueblo Previo al arribo de los cuerpos, alrededor del domicilio los acompañantes se cuentan por cientos. Algunos acomodaron las sillas, otros montaron la carpa y las mujeres ayudaron a preparar las bebidas calientes y los tamales.

Los vecinos pasaron los últimos 13 días en casa de la familia, cuando se confirmó que entre los migrantes muertos estaban los jóvenes, por lo que dispusieron un altar con santos, veladoras y flores.

Pasada la medianoche, las luces de las carrozas fúnebres anunciaron la llegada, por lo que todos se reunieron en la entrada del poblado.

Un conjunto musical rompió el silencio con canciones de despedida.
Los rostros de todos rompieron en llanto cuando, uno a uno, descendieron los féretros blancos de las carrozas.
Aplausos, música, porras y llanto se escucharon en patio del Balbino Olivares, el abuelo de los tres muchachos.

Este jueves, las oraciones siguen recitándose frente a los féretros, los cuales serán llevados al panteón local mañana para enterrarlos juntos, tal como pidió don Balbino.

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