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La guerra y la economía podrían erosionar liderazgo de Putin

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NUEVA YORK

Con el ejército ruso en retirada de los alrededores de Kiev y enfrentando la condena por tácticas brutales, una dura represión política en Rusia y la economía golpeada por las sanciones occidentales, adversarios y aliados se preguntan si el presidente Vladimir Putin podrá mantenerse en el poder.

La respuesta: por ahora, pero tal vez no para siempre.

Después de 22 años en el poder, Putin ha construido una poderosa falange de leales que lo rodean, tanto en el ejército como en los servicios secretos rusos. También cuenta con un apoyo significativo entre los rusos, quienes están inmersos en la propaganda a favor de Putin gracias a su control casi total de la televisión y otros medios de comunicación masiva. Incluso hoy, muchos rusos consideran que el liderazgo de Putin ha brindado mayor prestigio, prosperidad y estabilidad al país durante dos décadas.

Este edificio de protección, la gran riqueza que controla Putin y la falta de una historia significativa de golpes de gobierno en Rusia hacen que cualquiera de los medios obvios para destituirlo sea casi inconcebible en este momento.

Sin embargo, todos jefes de Estado son inherentemente vulnerables a lo imprevisto, especialmente si ignoran a la sociedad que los rodea. Un buen ejemplo es lo que le ocurrió a Hosni Mubarak en Egipto.

“Por el amor de Dios, este hombre no puede permanecer en el poder”, declaró el presidente Joe Biden sobre Putin el mes pasado en Polonia.

Putin, de 69 años, está buscando la reelección en 2024, y los cambios en la Constitución rusa posiblemente le permitan gobernar hasta 2036. Pero el encarcelamiento del líder opositor Alexei Navalny es solo una señal de que Putin no confía lo suficiente en su popularidad como para someterse a una prueba democrática real.

Decenas de miles de ciudadanos adinerados, intelectuales y críticos políticos han abandonado Rusia en lugar de permanecer bajo los estrictos controles que ha impuesto Putin, encontrando un escape en Estambul o ciudades de Occidente. Esta fuga de cerebros sin duda perjudicará a Rusia en el futuro. Pero por el momento, su partida elimina un posible nexo de oposición en la sociedad.

Por supuesto, la historia es impredecible. Pocos anticiparon la rápida disolución de la Unión Soviética a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990. Si las bajas rusas en Ucrania son tan altas como se ha informado (15.000 o más muertos y tres veces más heridos a seis semanas de iniciada la invasión), esos resultados eventualmente comenzarán a filtrarse a través de la sociedad a pesar de la censura oficial.

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