El pasado fin de semana, medios estatales cubanos informaron que un tanquero con 90,000 toneladas de petróleo y combustible proveniente de Rusia había llegado al país caribeño, con el objetivo de mitigar los cortes de energía y la escasez de gasolina que afectan a la isla.
Este envío marca el regreso del petróleo ruso a Cuba después de un año, ya que en 2022 se retomaron algunos envíos tras una pausa que se extendió desde el colapso de la Unión Soviética. Aunque medios rusos anunciaron un acuerdo entre ambos gobiernos para suministrar 1.64 millones de toneladas anuales de petróleo y derivados, los datos de envíos del año pasado no reflejaron ningún envío de petróleo ruso hacia Cuba.
El valor de este envío se estima en 46 millones de dólares, según Jorge Piñón, experto en infraestructura y suministro energético de Cuba en la Universidad de Texas en Austin. Sin embargo, aún es temprano para determinar si este acontecimiento significa el reinicio de envíos regulares de petróleo ruso a la isla.
Según el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, Cuba requiere anualmente 8 millones de toneladas de crudo y equivalentes, de las cuales solo 3 millones se producen localmente. A pesar de que Venezuela ha sido históricamente el principal proveedor de petróleo de Cuba, los envíos desde ese país han disminuido en los últimos años. Además, mientras México exportó cantidades significativas de crudo a Cuba el año pasado, este año no ha realizado tales exportaciones.
La llegada de este tanquero ocurre en medio de una profunda crisis en Cuba, con una caída del Producto Interno Bruto del 10% respecto a 2019, lo que ha generado escasez de alimentos, medicinas y otros bienes esenciales. El consumo de combustible ha sido de aproximadamente 6.5 millones de toneladas durante este período, según el Gobierno, que también ha reportado una disminución en las importaciones de combustible este año, lo que se traduce en apagones más prolongados y menos disponibilidad de combustible en las gasolineras.
Estas dificultades han exacerbado la tensión social, generando disturbios y una emigración masiva, principalmente hacia Estados Unidos. El Gobierno cubano atribuye gran parte de esta crisis a las sanciones impuestas por Estados Unidos y a la supuesta subversión estadounidense, acusaciones que Washington niega.