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Internacional

Trump transforma el cierre gubernamental en una batalla de poder

Un pulso político sin precedentes redefine el poder ejecutivo y castiga a empleados federales, mientras el país enfrenta consecuencias críticas.

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De un intento por hacer cumplir la ley al caos absoluto: el cierre gubernamental versión Trump

WASHINGTON.- El cierre parcial de la administración federal, que ya es el segundo más extenso en los anales y no vislumbra una solución próxima, se ha metamorfoseado rápidamente en el juguete nuevo favorito del presidente Donald Trump para ejercer un control sin precedentes sobre el aparato estatal. Básicamente, es como si le hubieran dado un control remoto del país y decidió apretar todos los botones a la vez, solo para ver qué pasa. Y creedme, está pasando de todo.

Pero no siempre fue este espectáculo de reality show político. En un giro irónico digno de un flashback en una serie, todo esto empezó en 1980 con un intento bienintencionado (qué ingenuos) de reforzar el cumplimiento de la legislación federal. El fenómeno moderno del shutdown gubernamental nació de una serie de opiniones legales del secretario de Justicia Benjamin Civiletti, quien sirvió bajo el mandato del expresidente demócrata Jimmy Carter. Civiletti, en un momento de “yo solo cumplo con mi trabajo”, rescató la Ley Antideficiencia de 1870 para argumentar que la normativa era “clara e inequívoca” al restringir el gasto público una vez que la autorización del Congreso expiraba. Sin saberlo, este hombre estaba creando el monstruo que hoy nos deleita y aterra en igual medida.

Sin embargo, en el cierre actual, el presidente republicano ha utilizado la falta de fondos como un arma arrojadiza para castigar a los demócratas, ha intentado despedir a miles de empleados federales y ha aprovechado el vacío de poder dejado por el Congreso para reconfigurar el presupuesto federal a su antojo, como si fuera su lista personal de Spotify. “No puedo creer que los demócratas de la izquierda radical me hayan dado esta oportunidad sin precedentes”, publicó Trump en su plataforma de redes sociales al inicio del paro, con la euforia de quien acaba de encontrar un código de trucos en un videojuego. Los demócratas, por su parte, se han aferrado a sus posiciones con la terquedad de alguien que se niega a actualizar su sistema operativo. Todo este circo hace que esta pugna sea mucho más difícil de resolver y que pueda redefinir para siempre la manera en que Washington maneja estas interrupciones de financiamiento.

¿Por qué existen los cierres? Una historia que nadie pidió

En los años posteriores al escándalo Watergate, la gestión de Civiletti en el Departamento de Justicia se definió por un esfuerzo por restaurar la confianza del público en Washington, a veces con interpretaciones estrictas de la ley federal. Spoiler alert: no salió como esperaban. Cuando un conflicto entre el Congreso y la Comisión Federal de Comercio produjo un retraso en la legislación de financiamiento para la agencia, Civiletti emitió su opinión, seguida más tarde por otra que permitía al gobierno realizar servicios esenciales. El funcionario ignoraba que eso sentaría las bases para algunas de las batallas políticas más definitorias por venir. “Nunca pude imaginar que estos cierres durarían tanto tiempo y que se usarían como una táctica política”, confesó al Washington Post hace seis años. Civiletti falleció en 2022, quizás afortunadamente para no ver en lo que se convirtió su legado.

La evolución de los cierres: de Gingrich a nuestro drama actual

Durante los siguientes 15 años, no se produjeron cierres prolongados del gobierno. Pero en 1994, los republicanos retomaron el Congreso, encabezados por el presidente de la Cámara, Newt Gingrich, y prometieron reformar Washington. Sus enfrentamientos más notorios con el presidente demócrata Bill Clinton giraron en torno a los cierres del gobierno. La mayoría de los historiadores coinciden en que las paralizaciones no funcionaron, y Clinton pudo ganar la reelección en parte al demostrar que se enfrentó a Gingrich. “Los republicanos en la era de Gingrich obtienen algunas victorias políticas limitadas, pero para ellos en general es realmente un fracaso”, sentenció Mike Davis, profesor adjunto de historia en el Lees-McRae College. Básicamente, aprendieron la lección… o eso pensábamos.

Hubo un cierre significativo más en 2013, cuando los republicanos del Tea Party se enfrentaron con el presidente demócrata Barack Obama. Pero no fue hasta el primer mandato de Trump que los demócratas adoptaron la táctica de los cierres prolongados del gobierno. Y aquí estamos, en la temporada más dramática de esta franquicia, donde las reglas parecen haberse tirado por la ventana.

¿En qué se diferencia este cierre? Spoiler: en todo

Durante las interrupciones de financiamiento anteriores, las administraciones presidenciales aplicaron de manera equitativa entre las agencias afectadas las reglas que rigen los cierres. “Se suponía que un cierre suspendería las actividades de las mismas cosas bajo Reagan que bajo Clinton”, explicó Charles Tiefer, ex asesor general interino de la Cámara de Representantes y profesor emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Baltimore. Afirmó que, en este cierre, el gobierno de Trump ha utilizado “un tipo de poder de apropiación presidencial desenfrenado, que es contrario a todo el sistema, a la Constitución original y a la Ley Antideficiencia”. O sea, se saltó el manual de instrucciones y está improvisando.

La administración ha incorporado un enfoque claramente político en la lucha por el financiamiento, donde agencias han actualizado sus sitios web para incluir declaraciones donde culpan a los demócratas por el cierre, como si fuera una guerra de stories de Instagram. El Departamento de Defensa recurrió a fondos de investigación y desarrollo para pagar a los miembros del servicio activo. Trump ha intentado iniciar despidos para más de 4,000 empleados federales que, en su mayoría, trabajan en áreas que se perciben como prioridades demócratas. Esta semana, durante un almuerzo en la Casa Blanca con senadores republicanos, Trump presentó a su director de presupuesto Russ Vought como “Darth Vader” y se jactó de cómo está “recortando prioridades demócratas que nunca van a recuperar”. Porque, claramente, lo que le faltaba a esta situación era un toque de Star Wars.

Los demócratas se han envalentonado con la estrategia y han votado repetidamente en contra de un proyecto de ley respaldado por los republicanos para reabrir el gobierno. Argumentan que los votantes finalmente responsabilizarán a los republicanos por el dolor del cierre porque su partido tiene el poder en Washington. El senador demócrata de Virginia, Tim Kaine, reconoció que su estado tiene más que perder quizás que cualquier otro debido al gran número de empleados y actividades federales que tienen sede en ese estado. Pero argumentó que sus electores están hartos de un “desfile de castigos sin fin” por parte de Trump, que ha incluido despidos, cancelación de fondos para proyectos de desarrollo económico, campañas de presión contra universidades y el despido del fiscal federal de Virginia. “Esto hace que la gente reaccione”, sentenció Kaine. Y no, no de buena manera.

La determinación demócrata será puesta a prueba la próxima semana. Los empleados federales, incluido el personal de los propios legisladores, ya han pasado casi un mes entero sin cheques de pago completos. El Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), que ayuda a aproximadamente uno de cada ocho estadounidenses a adquirir alimentos, enfrenta un posible abismo de financiamiento el 1 de noviembre. Las demoras en los viajes aére

Internacional

Jeanine Áñez recupera la libertad en Bolivia

La justicia boliviana revierte la condena de la expresidenta, desatando un nuevo capítulo político y reabriendo viejas heridas.

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De la celda a la calle: Un giro judicial con sabor a déjà vu político

Imaginen la escena: después de más de cuatro años entre rejas, Jeanine Áñez, la expresidenta interina de Bolivia, salió de la prisión de mujeres de Miraflores como si fuera el final de una temporada especialmente dramática de una serie de Netflix, solo que la próxima temporada ya está en producción. El Tribunal Supremo de Justicia decidió anular su condena de una década, básicamente pulsando el botón de “rebobinar” en un caso que tenía más capítulos que Grey’s Anatomy. Su frase, “Es volver a la vida”, sonó a guión de telenovela, pero con la bandera boliviana como accesorio principal y un coro de “Sí se pudo” de fondo que bien pudo ser un trending topic en X (antes Twitter).

La condena original, por eso de incumplimiento de deberes y resoluciones contrarias a la Constitución, venía de esa sesión de la Asamblea Nacional en 2019 que tuvo más controversia que un directo de Ibai Llanos. Fue cuando Evo Morales, después de un mandato que parecía eterno, hizo su exit stage left tras unas protestas letales y unas elecciones que la OEA señaló con el dedo acusador de fraude electoral. El tribunal, en un giro argumental, ahora dictaminó que su proceder estuvo “amparado por un estado de necesidad constitucional”. O sea, lo que para unos fue un golpe de estado, para la justicia fue un “hizo lo que pudo con el WiFi que había”.

Un nuevo juicio y un invitado de piedra en la investidura

Pero, oh sorpresa, la anulación no es un “se acabó el problema”. Es más bien un “reiniciar el nivel”. El máximo tribunal ha ordenado que la expolítica enfrente un juicio político por las muertes ocurridas durante su gestión, un proceso que necesita el visto bueno de dos tercios de la Asamblea Legislativa. Su defensa siempre argumentó que, por ser exmandataria, su lugar de juicio no era una corte ordinaria, sino el hemiciclo. Básicamente, un “ustedes no me pueden juzgar aquí, mi rango es otro”.

La timing de todo esto es más preciso que un reloj suizo. La determinación judicial llega justo tres días antes de la investidura del presidente electo, Rodrigo Paz, quien, en un movimiento de relaciones públicas, ya la invitó a la ceremonia. Su hija, Carolina Ribera, ya ha soltado que es probable que asista, lo que promete una foto más incómoda que un encuentro familiar en Navidad. Este evento marca el fin de casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales, un cambio de ciclo que tiene más giros que un thriller de Harlan Coben.

Mientras sus seguidores celebran, las familias de las víctimas de las protestas de 2019, donde fallecieron 37 personas, han rechazado el fallo con la contundencia de un unboxing de un producto decepcionante. David Inca, su representante, declaró que “en nuestro país no hay justicia”, anunciando que acudirán a organismos internacionales. Una jugada que nos recuerda que, mientras unos cierran ciclos, otros solo ven el comienzo de una nueva batalla legal en cortes foráneas.

Y por si el drama fuera poco, un Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, convocado por la CIDH, repartió responsabilidades de manera igualitaria, señalando a ambos gobiernos, el de Morales y el de Áñez, por la violencia que derivó en “masacres” y “graves violaciones de los derechos humanos”. Un recordatorio de que en esta polarización, a veces, el único consenso es que todos perdieron.

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Internacional

Drones ucranianos golpean refinería rusa en Volgogrado

Una nueva incursión de drones sacude una refinería clave en suelo ruso, mientras la guerra de infraestructuras se intensifica en las sombras.

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Un Nuevo Asalto en la Sombra

En un giro dramático que tensa los nervios de una nación en pie de guerra, vehículos aéreos no tripulados orquestaron un ataque audaz contra una colosal refinería de hidrocarburos en la región de Volgogrado, marcando la segunda embestida en el lapso de un ominoso trimestre. Las autoridades ucranianas, con la frialdad de un jaque maestro, reivindicaron la operación, mientras que al otro lado de la frontera, el silencio oficial se rompía solo para admitir un incendio en una misteriosa instalación industrial, sembrando la semilla de la duda y la incertidumbre. El Estado Mayor general de Ucrania, en un comunicado cargado de intencionalidad, situó el episodio la víspera, desvelando que este complejo no es una instalación cualquiera, sino el gigante indiscutible en la producción de combustibles y lubricantes para todo el Distrito Federal del Sur de Rusia, una bestia industrial que procesa anualmente más de quince millones de toneladas de crudo, arrebatándole a la maquinaria bélica enemiga un vital 5.6% de su capacidad de refinación.

El Telón de Acero de una Guerra Total

Este episodio no es más que un capítulo sangriento en el intercambio diario de golpes que Rusia y Ucrania descargan sobre las infraestructuras energéticas del contrario. Mientras los esfuerzos diplomáticos languidecen sin eco en los campos de batalla, una estrategia de desgaste se libra sin cuartel. El objetivo de Kiev es tan claro como despiadado: estrangular los ingresos que Moscú obtiene de la exportación de petróleo, la savia que financia su invasión a gran escala. Por su parte, el Kremlin despliega una campaña de terror invernal, buscando paralizar la red eléctrica ucraniana para dejar a la población civil a merced del frío y la oscuridad, en lo que los líderes de la capital han denunciado como un intento cínico de convertir el invierno en un arma de destrucción masiva. El presidente Volodymyr Zelenskyy, con la voz cargada de una urgencia feroz, ha revelado que la nación no está sola en esta lucha titánica por mantener la luz encendida, contando con el apoyo de aliados internacionales en una carrera contra reloj para reparar los estragos de los bombardeos.

Pero la batalla no se libra solo en el cielo con drones. En las profundidades del territorio enemigo, saboteadores fantasma, bajo la bandera del grupo ‘Libertad de Rusia’, han ejecutado una operación de una osadía temeraria. Utilizando cócteles Molotov como instrumentos de la rebelión, han infligido el caos en la logística militar rusa, reduciendo a cenizas los sistemas de control de decenas de locomotoras que transportaban pertrechos de muerte. La inteligencia militar ucraniana, la temible GUR, ha dejado caer este anuncio como una bomba, aunque la nebulosa de la guerra impide verificar de forma independiente una hazaña que, de ser cierta, representa una puñalada trapera en el corazón del aparato logístico del invasor. Las autoridades moscovitas, por su parte, han guardado un silencio sepulcral.

El teatro de operaciones se extiende como una mancha de aceite. Ucrania ha descargado su furia sobre tres instalaciones de lubricantes en la ocupada península de Crimea, y ha arrasado una base de almacenamiento y ensamblaje para los letales drones Shahed iraníes en la región oriental de Donetsk. Más al norte, en la región de Kostroma, un ataque aéreo ha alcanzado instalaciones energéticas no identificadas, en lo que fuentes extraoficiales señalan como un asalto a una de las plantas hidroeléctricas más colosales de toda Rusia. El Ministerio de Defensa ruso, en un intento por mostrar fortaleza, ha proclamado la hazaña de sus defensas antiaéreas, afirmando haber derribado setenta y cinco drones en una sola y larga noche de terror. Sin embargo, esta afirmación choca con la cruda realidad que se vive en suelo ucraniano: en la ciudad de Kamianske, un ataque con drones rusos ha segado una vida y ha dejado ocho heridos, destrozando edificios y sembrando el dolor en la región de Dnipropetrovsk. Al mismo tiempo, el ejército ruso continúa su asalto metódico contra la infraestructura ferroviaria ucraniana, causando retrasos, desvíos y un caos calculado en las regiones de Járkiv, Dnipropetrovsk y Zaporiyia, mientras Ukrzaliznytsia, la empresa ferroviaria estatal, lucha por mantener las vías abiertas. La fuerza aérea ucraniana eleva la cifra de la noche: 135 drones de varios tipos lanzados contra su territorio, pintando un cuadro de una contienda que no conoce tregua ni piedad.

Esta no es solo una guerra de trincheras y tanques; es un conflicto multidimensional donde cada cable cortado, cada refinería humeante y cada locomotora calcinada son piezas en un tablero de ajedrez donde el destino de millones pende de un hilo.

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Internacional

Trump presiona a republicanos para fin del cierre de gobierno

Las elecciones de medio término intensifican la presión política para resolver la paralización federal más extensa de la historia, con consecuencias crecientes para los ciudadanos.

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Un estancamiento político con profundas consecuencias

El presidente Donald Trump ejerció presión este miércoles sobre los senadores de su propio partido para dar por terminado el cierre parcial del gobierno federal, que ya se ha convertido en el más prolongado de la historia de Estados Unidos. El mandatario atribuyó directamente este estancamiento político a la derrota que sufrió el Partido Republicano en las contiendas electorales del día anterior. Paralelamente, los resultados de los comicios fortalecieron la posición de los demócratas, quienes se preparan para una confrontación legislativa aún más firme.

Trump, cuyo primer período en la Casa Blanca ya había establecido el récord anterior por un paro gubernamental, calificó la situación actual como un “factor negativo de gran magnitud” en los resultados de las elecciones del martes. El presidente reiteró sus exigencias para que los republicanos eliminen las tácticas de obstruccionismo legislativo, conocidas como filibusterismo, como una vía para reabrir las instituciones federales, una medida que los senadores se han negado a implementar hasta el momento.

La respuesta demócrata y el impacto nacional

Fortalecidos por sus victorias electorales, los demócratas también adoptaron una postura más firme. La dirigencia del partido señaló que es momento de que Trump se tome en serio las negociaciones bipartidistas para resolver el estancamiento. Exigieron que el mandatario deje de mantenerse al margen y se reúna con los líderes legislativos para solucionar el problema central del debate: los subsidios de la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare).

“Los resultados electorales deberían ser una clara señal de advertencia para Donald Trump de que debe reunirse con nosotros para poner fin a esta crisis”, declaró el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer.

Ahora en su día 36, los efectos del cierre gubernamental se han profundizado a nivel nacional. La paralización de las operaciones federales está alterando la vida de millones de estadounidenses mediante recortes a programas esenciales, retrasos significativos en los vuelos comerciales y empleados públicos que buscan cómo subsistir sin recibir sus salarios. Las autoridades han advertido que se avecinan consecuencias aún más graves, incluido un caos en el espacio aéreo nacional si el cierre se prolonga hasta la próxima semana y los controladores de tránsito aéreo pierden otro pago.

Un punto de inflexión político tras las elecciones

Existían grandes expectativas de que el estancamiento legislativo llegara a su fin una vez que se conocieran los resultados de unas elecciones consideradas como un termómetro del apoyo ciudadano al segundo mandato de Trump. Sin embargo, las demandas presidenciales de este miércoles, instando a los republicanos a poner fin a las tácticas dilatorias como solución al cierre, complicaron una situación ya de por sí desafiante.

“Es hora de que los republicanos hagan lo que tienen que hacer, y eso es terminar con el filibusterismo”, declaró Trump durante un desayuno con senadores republicanos en la Casa Blanca.

El mandatario presionó para eliminar una regla histórica del Senado que requiere un umbral de 60 votos para lograr la mayoría legislativa, como una forma de superar la oposición demócrata respecto al cierre y aprobar además una extensa lista de prioridades del Partido Republicano. Los republicanos cuentan actualmente con una mayoría de 53-47 en la Cámara Alta, y los demócratas han logrado bloquear sistemáticamente las iniciativas para financiar al gobierno, votando en más de una docena de ocasiones en contra de la medida.

“Debemos reabrir el gobierno pronto”, insistió Trump ante los senadores. Aunque es probable que los legisladores republicanos hagan caso omiso a este plan específico, la presión podría incentivarlos a buscar un acuerdo negociado con los demócratas.

Búsqueda de consenso en el Senado

La clave para cualquier solución radica en una serie de acuerdos que no sólo deben contar con el respaldo del Senado, sino también de la Cámara de Representantes y la Casa Blanca, un escenario nada seguro en el polarizado ambiente de Washington.

En primer lugar, senadores de ambos partidos, particularmente los influyentes miembros de la Comisión de Asignaciones del Senado, están impulsando medidas para garantizar que el proceso ordinario de financiamiento gubernamental en el Congreso pueda retomar su curso. Entre los objetivos inmediatos se encuentra garantizar las próximas votaciones sobre un paquete más reducido de proyectos de ley donde ya existe un consenso bipartidista amplio para financiar diversos aspectos del gobierno, como programas agrícolas y proyectos de obras militares en bases.

“Sin duda, creo que el paquete de tres proyectos de ley está preparado para hacer muchas cosas buenas para el pueblo estadounidense”, afirmó la senadora republicana Katie Britt, quien ha participado activamente en las conversaciones.

El espinoso tema de los subsidios de salud

El aspecto más complejo de la negociación radica en que un número sustancial de senadores busca también alguna resolución respecto al estancamiento en el financiamiento para los subsidios de salud, que están programados para expirar a finales de año. Con la llegada de las notificaciones de primas de seguros, millones de estadounidenses están recibiendo la desagradable sorpresa de ver cómo se disparan los precios de su cobertura médica.

Se prevé que la pérdida de los subsidios federales, implementados durante la pandemia de COVID-19 y concedidos en forma de créditos fiscales, dejará a muchos ciudadanos sin posibilidad de costear un seguro de salud. Los republicanos se muestran reacios a financiar el programa de atención médica en su forma actual, también conocido como Obamacare, y se anticipa que encontrar un terreno en común con los demócratas requerirá tiempo, si es que logran alcanzarlo.

Este análisis técnico del escenario político actual revela un panorama complejo donde las presiones electorales, los procedimientos legislativos y las consecuencias tangibles para la ciudadanía convergen en un momento crítico para la gobernabilidad estadounidense. La resolución de este impasse no sólo determinará la operatividad del gobierno, sino que establecerá precedentes significativos para la dinámica política durante el resto del mandato presidencial.

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