De sueño adolescente a pesadilla viral: el debut de Eiza que nadie le contó
Ah, los 17 años. Esa edad mágica en la que Eiza González debería haber estado preocupada por elegir su outfit para el homecoming o por qué meme subir a su MySpace (sí, somos viejos). Pero no. La mexicana estaba demasiado ocupada protagonizando su primera telenovela y, de paso, recibiendo una masterclass en resiliencia 101 gracias a los haters de internet 1.0.
“Lola, érase una vez… un montón de comentarios de odio”
Imagínate: te levantas emocionada después de tu gran noche como Lola Valente, lista para leer los elogios en Twitter (ahora X, porque Elon lo decidió). Pero en lugar de eso, encuentras a medio México opinando sobre tu peso, tu rostro y tu talento con la delicadeza de un troll de 4chan. “Uf, es tan fea, es tan gorda”, dijeron los presentadores. Porque claro, ¿qué mejor manera de empezar el día que con un bullying en prime time?
Y así, lo que debió ser su momento Disney Channel se convirtió en un episodio de Black Mirror. “Me sentí avergonzada de mí misma”, confesó Eiza en el podcast de Jesse Tyler Ferguson (sí, el de Modern Family, porque el universo ama los crossover incómodos).
Pero esperen, hay más. Porque si el acoso mediático fuera poco, la vida le lanzó un plot twist digno de telenovela: la pérdida de su padre. Así que, entre sonreír para las cámaras y llorar en el baño del set, Eiza se convirtió en toda una maestra del multitasking emocional.
De “nunca es suficiente” a “soy suficiente” (con terapia de por medio)
Aquí es donde la cosa se pone real. Porque no estamos hablando de un personaje, sino de una chica que internalizó cada comentario hasta creer que nunca sería lo bastante buena. “Me perdí… fui cruel conmigo misma”, admitió. Y ojo, esto no es un drama de Netflix: es la cruda realidad de crecer bajo el microscopio público, donde tu autoestima es trending topic y tu salud mental queda en segundo plano.
Pero (siempre hay un pero), la Eiza de hoy podría darle una clase de empoderamiento a su yo adolescente. Aunque las heridas no desaparecen como los stories de Instagram, ha aprendido a sobrellevar el peso de la fama sin dejar que la definan. “Te marca de por vida”, reconoce, pero también sabe que su valor no depende de los likes ni de los comentarios de gente que probablemente aún usa Internet Explorer.
¿Moraleja? Que detrás del glitz y el glamour hay una industria que devora autoestimas como si fueran tacos al pastor. Pero Eiza, como toda heroína millennial que se respeta, está escribiendo su propio final feliz (con terapia, boundaries y probablemente un buen playlist de Bad Bunny).
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