El héroe (y su incómodo compañero de habitación)

Parece que Lando Norris ha decidido que eso de “luchar por el título” es muy aburrido, y ha optado por la estrategia de simplemente ganar todo. Este domingo, el británico amplió significativamente su ventaja en el campeonato mundial de Fórmula 1 tras adjudicarse el Gran Premio de Brasil. Mientras él brindaba con champañ –o algo más sofisticado, quién sabe–, su principal rival y, por una cruel ironía del destino, compañero de equipo en McLaren, Oscar Piastri, recibía una penalización de diez segundos y continuaba su particular peregrinaje lejos del podio. Porque, claro, ¿qué es un equipo de F1 sin un poco de drama interno?

En el podio de Interlagos, Norris no estuvo solo. Lo acompañaron Kimi Antonelli de Mercedes, quien seguramente se preguntaba cómo había llegado allí, y el siempre peligroso Max Verstappen de Red Bull, que debe extrañar los días en los que ganar era una rutina aburrida. Esta fue la segunda victoria consecutiva para el piloto de McLaren, quien venía de imponerse en el Gran Premio de México a finales de octubre. Con este triunfo, el británico se afianzó cómodamente en la cima de la clasificación, sumando 390 puntos. Piastri, por su parte, con su quinto puesto, se quedó a 24 puntos, una distancia que, en el estado actual de las cosas, parece tan ancha como el Océano Atlántico.

Palabras sabias y colisiones torpes

Al ser interrogado sobre cómo logró remontar en el certamen, Norris soltó una perla de sabiduría que debería enmarcarse: “Simplemente ignoras a todos los que hablaron tonterías sobre ti”. Una filosofía de vida que, sin duda, muchos quisiéramos aplicar en nuestras reuniones familiares. Aunque, con la humildad que lo caracteriza –o quizás con un realismo sarcástico–, admitió que el camino es largo y que todo “podría cambiar muy rápido”. Quedan tres citas en el calendario, tiempo más que suficiente para que el destino decida hacer de las suyas.

Mientras el líder se dedicaba a dar lecciones de mentalidad, Piastri navega en lo que amablemente podríamos llamar una vorágine negativa. Lleva seis carreras sin saborear la victoria y su último podio fue hace dos meses en Monza. Sus opciones en Brasil se esfumaron tras un roce con Antonelli, un incidente que empujó al piloto de Mercedes contra el pobre Charles Leclerc de Ferrari, quien tuvo que abandonar. La dirección de carrera, con su infinita benevolencia, le obsequió una penalización por causar el choque. Un regalo que, sin duda, no esperaba.

Pero hablemos de las sorpresas agradables. Max Verstappen, que debía empezar desde la posición 16 y finalmente salió desde el pit lane después de que su equipo en Red Bull decidiera hacerle ‘mejoras’ que superaron el límite de componentes, logró un meritorio tercer puesto. Sufrió un pinchazo al inicio, lo que en cualquier otro habría significado terminar la carrera en monopatín, pero él, con una determinación envidiable, estableció un ritmo arrasador. “Estar en el podio desde el pit lane era algo que no esperaba en absoluto”, confesó. Tampoco nosotros, Max, tampoco nosotros.

El momento más humano –y potencialmente más pegajoso– llegó en el podio, cuando un relajado Verstappen bañó con champañ a Antonelli. El joven italiano de 19 años, con el mejor resultado de su corta trayectoria, bromeó después de la carrera: “No sé de dónde salió este tipo”. Una pregunta que muchos nos hacemos sobre varios pilotos en la parrilla.

La guinda del pastel de este circo rodante la puso Norris dedicando su victoria al fallecido ícono brasileño Gil de Ferran, ganador de las 500 Millas de Indianápolis. “Esta fue para Gil, uno de mis mentores… Estoy seguro de que estaría muy orgulloso”. Un gesto bonito en medio de un deporte donde los gestos bonitos a menudo se miden en milisegundos y ajustes aerodinámicos.

¿Y ahora qué? El próximo Gran Premio es en Las Vegas. Norris, con su sinceridad característica, declaró: “Fue nuestra peor carrera el año pasado. No puedo decir que lo espero con ansias”. Al menos es honesto. Mientras tanto, el mundo del automovilismo se prepara para más giros inesperados, más penalizaciones absurdas y, con un poco de suerte, más frases ingeniosas de nuestro líder.

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El triunfo más amargo de Novak Djokovic

Bueno, amigos del tenis, prepárense para el drama semanal de Novak Djokovic, porque este capítulo viene cargado de esa energía de “lo gano todo, pero mi cuerpo dice ‘hasta aquí, colega'”. Recién salido de levantar un trofeo más en Atenas, el tipo anuncia que se baja de las Finales ATP. Algo así como cuando te comes el postre pero te saltas la cena porque, bueno, las reglas las pones tú.

Este sábado, Nole decidió darnos un partidazo de casi tres horas contra Lorenzo Musetti, remontando un 4-6 para llevarse el Campeonato Helénico con un 6-3 y 7-5 en los sets siguientes. Su título número 101, porque coleccionar centenas es su nuevo hobby, aparentemente. Pero entre punto ganador y punto ganador, su hombro decidió que ya había tenido suficiente fama por este año.

El adiós (otra vez) a las Finales ATP

En un movimiento que ya empieza a ser tradición otoñal, Djokovic anunció por redes sociales que su lesión en el hombro le impedirá jugar en el evento de fin de temporada en Turín. “Me entristece compartir que tengo que retirarme debido a una lesión persistente”, dijo. O sea, el hombro pasó de ser su aliado a su peor enemigo en cuestión de horas. La consistencia es clave, incluso en las lesiones.

Esta será la segunda vez consecutiva que el serbio falta a las Finales ATP, un torneo que ha ganado siete veces. El año pasado también fue una lesión. A este ritmo, vamos a necesitar un calendario solo para seguir sus bajas médicas. Mientras tanto, Musetti, el chico que perdió la final, hereda su puesto en el cuadro principal. La vida da más vueltas que una pelota de topspin.

La situación es tan irónica que Felix Auger-Aliassime ya había empacado su raqueta mentalmente, pensando que estaba fuera, cuando de repente Djokovic le da el pase indirectamente. El tenis profesional: donde la lógica va a morir y los giros argumentales son más impredecibles que el final de ‘The Last of Us’.

Con 24 títulos de Grand Slam en su vitrina, uno pensaría que Djokovic puede permitirse descansar. Pero verlo ganar en Atenas con tanto esfuerzo para luego renunciar a uno de los torneos más importantes del año es como ver a tu streamer favorito hacer un directo maratoniano y cancelar la colaboración más esperada. Un mix de admiración y frustración total.

¿Qué significa esto para el futuro del circuito? Que la jerarquía del tenis masculino sigue tan líquida como los grupos de WhatsApp. Djokovic se reserva el derecho de volver cuando quiera, pero por ahora, su hombro tiene más protagonismo que un personaje secundario en Stranger Things.

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