Deportes
México Sub-17 Femenil busca la final ante Países Bajos
El Tricolor se enfrenta a una vieja conocida con un boleto a la gran final en juego. Revancha en tierras marroquíes.
De los penaltis al delirio: México sobrevive para contarlo (con ironía)
Parece que a la Selección Mexicana Femenil Sub-17 le gusta hacer las cosas a la manera dramática, porque ¿qué mejor forma de sellar su pase a las semifinales del Mundial de Marruecos que con un agónico (5-4) desde los doce pasos? Claro, porque ganar en los 90 minutos sería demasiado convencional, demasiado aburrido para un combinado que claramente prefiere subir la presión arterial de su afición. Después de dejar en el camino a Italia, uno pensaría que el equipo de Miguel Gamero buscaría un poco de tranquilidad. Pero no. Su premio por semejante hazaña es medirse contra Países Bajos, un rival al que ya vencieron en la fase de grupos. Porque, ¿qué podría salir mal cuando subestimas a un equipo que ya humillaste una vez? La historia está plagada de ejemplos de revanchas que salieron de maravilla… para el otro equipo.
El duelo que nadie pidió (pero que todos veremos)
Resulta que el camino hacia la gloria es un círculo vicioso. El Tricolor no solo se codea con la élite del torneo –Brasil, Corea del Norte y los ya mencionados neerlandeses–, sino que tiene la peculiar oportunidad de enfrentar a la Naranja Mecánica por segunda vez. El antecedente, para quienes no lo recuerdan (o intentan olvidarlo), fue un triunfo de 1-0 para México gracias a un solitario y tardío gol de Citlalli Reyes. ¿Es esto una ventaja psicológica o una bomba de tiempo? Solo el tiempo lo dirá, pero es divertido especular si el equipo europeo ha pasado estas semanas alimentándose de un rencor saludable y viendo repeticiones del único error que cometieron en su primer enfrentamiento.
Mientras tanto, los Países Bajos llegan tras eliminar a Francia y a la siempre intimidante Estados Unidos en una tanda de penaltis que, según los rumores, duró lo suficiente para que varios jugadores envejecieran prematuramente. Sin duda, están en un estado de forma impecable para la venganza. Por el lado mexicano, el “espectacular orden defensivo” del que tanto se habla será puesto a prueba. Uno se pregunta si este orden incluye un plan para no depender de los penaltis, o si simplemente están practicando lanzamientos desde los doce pasos para la próxima ronda, por si acaso.
Soñar no cuesta nada, pero ganar sí requiere esfuerzo
El contexto general es tan claro como un día despejado: con la moral por las nubes, el combinado azteca “buscará seguir soñando” con partidos “inteligentes y contundentes”. Una frase tan inspiradora como vaga, que podría traducirse como: “esperamos no cometer los mismos errores de siempre y, por favor, que nuestra delantera esté afinada”. El sueño dorado es un partido por el título ante Brasil o Corea del Norte, un escenario que, admitámoslo, suena mucho mejor que un vuelo de regreso a casa con una medalla de “casi, casi”.
Para aquellos que disfrutan del masoquismo de ver a su selección sufrir en vivo y en directo, aquí están los datos cruciales para no perderse el espectáculo. La cita es el miércoles 5 de noviembre. El horario es tan conveniente para algunos como inconveniente para otros: el duelo entre Brasil y Corea del Norte será a las 9:30 horas, mientras que el martirio mexicano contra Países Bajos está programado para las 13:00 horas, ambas según el horario del centro de México. La transmisión, para bien o para mal, estará a cargo de la plataforma ViX. Que los dioses del internet tengan piedad de tu conexión.
Así que prepárense, aficionados. Otro capítulo de esta épica novela llamada “México en Mundiales” está por escribirse. ¿Lograrán nuestras guerreras burlar por segunda vez a los tulipanes? ¿O será este el momento en que la ley del karma futbolístico se cobre su factura? Solo hay una manera de averiguarlo.
¿Crees que México tiene lo necesario para llegar a la final? Comparte esta nota y demuestra tu apoyo por las Aztecas en tus redes sociales. Y no te pierdas el análisis post-partido para seguir explorando cada detalle de esta increble hazaña deportiva.
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México elimina a Argentina en una montaña rusa de penaltis
De la catástrofe a la gloria en minutos. El arquero mexicano redime su error de la manera más épica posible.
El sueño tricolor, contra pronóstico y contra el sentido común
Parece que a la Selección Mexicana Sub-17 le gusta hacer las cosas a lo dramático, porque ¿qué diversión hay en clasificar sin que a uno le fallen las piernas del susto? En un partido que fue un tratado sobre la gestión de las emociones (o la falta de ella), el combinado nacional derrotó a Argentina en una tanda de penaltis que tuvo más giros argumentales que una telenovela de las de antes. Después de un empate 2-2 en el tiempo reglamentario, donde México demostró que puede ser un león dormido que, si lo despiertan, se convierte en un felino con mucha hambre, la escuadra de Carlos Cariño decidió que pasar a octavos de final del Mundial Sub-17 de Qatar con tranquilidad era demasiado aburrido.
Todo empezó como suele pasar cuando México se enfrenta a un gigante: con un golazo en contra que hace preguntarse si no sería mejor dedicarse al ajedrez. Ramiro Tulián, con una tranquilidad pasmosa, colocó un derechazo desde fuera del área que dejó a Santiago López, el portero, mirando el esférico como si fuera un objeto interestelar. Argentina, muy cómoda en su papel de favorita, manejó los hilos del encuentro mientras México parecía estar en una búsqueda espiritual del balón.
De la nada al todo, y viceversa, en un santiamén
Pero he aquí que llegó el segundo tiempo y, con él, una versión completamente distinta del equipo tricolor. Uno casi se pregunta si durante el descanso les dieron una bebida energética mágica o simplemente les recordaron que se jugaba un pase a la siguiente fase. En un abrir y cerrar de ojos, Luis Gamboa apareció como por arte de magia para conectar un centro de Ian Olvera y marcar con un cabezazo. Gol de vestuario, le llaman. Lo que nadie esperaba es que el mismo Gamboa, sintiéndose inspirado, decidiera que uno no era suficiente y anotara un segundo tanto para darle la vuelta al marcador. México, de repente, no solo competía, sino que ganaba.
Y entonces, cuando todo el mundo empezaba a buscar los pasajes para octavos, llegó el momento de la comedia. Con la victoria prácticamente en el bolsillo, Santiago López, nuestro querido guardameta, tuvo un lapsus de protagonismo mal entendido. Se lanzó en una salida que solo puede calificarse de “optimista”, dejando la portería más sola que un one-man-band en un silencio absoluto. Fernando Closter, no podía ser de otra manera, empató el partido. Porque, claro, ¿qué sería del futbol mexicano sin un poco de sufrimiento cardíaco colectivo?
Pero el guionista de esta locura tenía un último acto preparado. En la tanda de penaltis, el mismo López que minutos antes había sido el hazmerreír, se transformó en el héroe inesperado. Atajó el primer disparo argentino con una seguridad que hizo dudar si no habría sido un gemelo el que cometió el error anterior. Y luego, como para rematar la faena, se plantó para cobrar el quinto y definitivo penal. Porque, ¿qué mejor forma de redimirse que asumiendo una responsabilidad que no te corresponde en un 99%? No falló. El villano se convirtió en héroe, la tragedia en comedia, y la afición en un manojo de nervios con necesidad de terapia.
Así es, amigos. México sigue con vida en el Mundial Sub-17 y, de paso, le devuelve un poquito de ese dolor histórico que Argentina nos ha infligido. Ya tocaba, ¿no? Ahora toca medirse con Portugal. Porque una montaña rusa de emociones no es suficiente; hace falta subirse a la atracción de al lado.
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Aguirre defiende el rumbo del Tri a ocho meses del Mundial
El estratega defiende la trayectoria del equipo pese a la racha negativa, priorizando el marcador final sobre el estilo de juego.
Un estratega en la encrucijada: La defensa del camino ante la tormenta
En un escenario donde la sombra de la duda se cierne como una amenaza constante, Javier “El Vasco” Aguirre se erige como un faro de inquebrantable convicción. A tan solo ocho lunas del inicio del épico Campeonato Mundial de la FIFA 2026, el timonel del combinado nacional mira al abismo de una racha de cuatro batallas sin saborear la miel de la victoria y, sin embargo, desde lo más profundo de su ser, proclama su satisfacción. El murmullo de la afición crece, las críticas se afilan como cuchillos, pero él, con la serenidad de un general ante la batalla decisiva, asegura que el equipo azteca transita por la senda correcta.
El duelo de este sábado contra la formidable Selección de Uruguay en el Territorio Santos Modelo no es un simple amistoso. Es un campo de pruebas, un crispal donde se forja el carácter de unos guerreros cuyo espíritu está siendo puesto a prueba. Mientras el mundo del fútbol cuestiona el funcionamiento táctico y el estilo de juego, Aguirre clava su bandera en la colina de los números fríos, de los resultados implacables que, según su credo, son los únicos verdugos y jueces de la historia.
La filosofía del marcador: Cuando el fin justifica los medios
Con la elocuencia de quien ha librado mil batallas, el estratega nacido en la Ciudad de México lanzó una declaración que resonó como un trueno en la quietud de la previa. “Sí, claro”, comenzó, con una seguridad que desarma, “cuando un conjunto gana más de lo que pierde, es síntoma de que vas por el camino correcto”. En su mundo, el estilo y el funcionamiento son meros espectros que ocupan espacio en la conversación, fantasmas frente a la tangible y brutal realidad del marcador final.
Fue entonces cuando, con la astucia de un sabio, desempolvó los anales del pasado para dar peso a su argumento. “Ayer veía la explicación de Miguel Herrera y ves el resultado, el resultado manda y nadie se acuerda cómo jugó Checoslovaquia en el 62“, sentenció, en una comparación que cortó el aire como una daga. En su dramática visión, solo el campeón alcanza la gloria eterna; todos los demás, sin importar la belleza de su juego, están condenados al olvido, etiquetados con el cruel estigma del fracaso. “Así es, hoy todos somos resultadistas”, admitió, aceptando las reglas de un juego moderno despiadado donde factores incontrolables pueden, en un instante, dar al traste con los sueños más meticulosamente construidos.
Esta postura no es solo una estrategia; es un grito de guerra, una apuesta total por un destino que se escribirá en los marcadores de Norteamérica en 2026. Cada decisión, cada alineación, cada suspiro en el banquillo está impregnado de la urgencia por sumar triunfos, por acallar a los escépticos con la fría e inapelable lógica de la victoria. La presión es un monstruo que crece con cada partido, y Aguirre, con la mirada fija en el horizonte y a solo dos triunfos de alcanzar las 50 victorias e igualar la legendaria cifra de Ignacio Trelles, camina sobre la cuerda floja, consciente de que en este drama, solo el resultado final tendrá la última palabra.
¿Crees que el resultado justifica el rendimiento del equipo? Comparte este intenso análisis del momento del Tri en tus redes sociales y descubre más contenidos exclusivos sobre el camino de México hacia la Copa del Mundo.
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Fallece Vicente Zarazúa, leyenda del tenis mexicano
La raqueta mexicana guarda silencio. Se apaga una de sus figuras más emblemáticas y su legado familiar.
El adiós irónico a un ícono de la raqueta
En una noticia que nos recuerda lo fantásticamente mortales que somos todos, incluso las leyendas, el deporte mexicano se ha puesto sus mejores galas de luto. Vicente Zarazúa, el histórico tenista que luego se dedicó a la no menos épica batalla de la dirigencia en los “Rayos” del Necaxa, decidió, con una falta de consideración absoluta para nuestros corazones, fallecer a los 81 años. Porque, claramente, el destino no consulta el calendario de los aficionados.
Y aquí es donde la trama se pone tan jugosa como un partido a cinco sets. Vicente no era un simple mortal con una raqueta; era el tío-abuelo de Renata Zarazúa, lo que nos hace preguntarnos si el talento tenístico en esa familia se hereda como los ojos azules o la propensión a ganar. Escribió su nombre con letras de oro en el “Deporte Blanco”, un apodo que, irónicamente, no tiene nada que ver con la política. Su momento de gloria absoluta llegó durante los Juegos Olímpicos de 1968, celebrados aquí, en nuestro patio trasero. ¿Y qué hizo este caballero? Nada más y nada menos que colgarse dos medallas doradas en dobles masculinos, haciendo pareja con Rafael “El Pelón” Osuna. Porque, al parecer, ganar una sola era demasiado aburrido.
La hazaña de un dueto imbatible
Una de esas preseas doradas, porque la plata es solo para los segundos mejores, llegó en el Torneo de Demostración en Guadalajara. Allí, la dupla mexicana se dedicó a desmontar, con la elegancia de un toro en una cacharrería, a los españoles Manolo Santana y Juan Gispbert. El detalle cósmicamente divertido es que, para ese entonces, Santana era el número uno del mundo. ¿Se imaginan? Derrotar al mejor del planeta en lo que técnicamente era un “ensayo”. Es como si te pidieran probar el menú de un restaurante de tres estrellas Michelin y te llevaras la vajilla.
Pero, oh, la ambición no conoce límites. La segunda medalla de oro la conquistaron en el Torneo de Exhibición en la Ciudad de México. En esa justa, se encargaron de enviar a casa al francés Pierre Darmon y al compatriota Joaquín Loyo-Mayo. Porque, ¿qué mejor manera de celebrar unos Juegos Olímpicos en casa que ganándolo todo, incluso en los eventos que suenan a práctica de precalentamiento? La consistencia de este dúo era tan admirable como improbable.
Un legado que se niega a abandonar la cancha
El legado de Vicente Zarazúa en el tenis nacional es tan significativo que casi se puede tocar. Y no solo por esos trofeos que deben brillar con polvo de nostalgia, sino por su influencia en las nuevas generaciones de raquetas. Su conexión familiar con Renata Zarazúa, quien sigue su camino en el deporte, resalta la importancia de su figura en la historia del tenis en México. Es como si los genes Zarazúa vinieran con un chip de revés y drive incluido. Uno casi puede especular si las conversaciones familiares giran en torno a saques y voleas, en lugar del clima.
Así que aquí estamos, despidiendo a un coloso que demostró que los mexicanos también podían dominar un deporte tradicionalmente asociado con clubes exclusivos y pantalones blancos impecables. Se nos fue un pionero, un ganador nato y, aparentemente, un hombre que no conocía la palabra “exhibición” en el sentido de “no contar”. Su historia es un recordatorio de que a veces la realidad supera a la ficción, especialmente cuando incluye derrotar al número uno del mundo en lo que esencialmente era un amistoso glorificado. Descansa en paz, maestro. La cancha celestial tiene un nuevo sembrador de maravillas.
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