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Desde que era una niña, Josefa Rodríguez jugaba a ser enfermera; luego la vida adulta le permitió cumplir ese sueño, y hoy suma 30 años de servicio.
José como la llaman sus colegas, pacientes y amigos, realizó a los 19 años sus estudios en la Escuela de Estudios Técnicos de Enfermería.
Con los años y un gran esfuerzo, después adquirió el grado de licenciatura en el Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas.
«Ser enfermera me permite facilitarles la vida a mis pacientes, dar un abrazo lleno de amor y palabras de aliento es lo mejor de esta profesión», señala.
Lamentablemente esta carrera también tiene situaciones dolorosas, señala.
Actualmente Josefa se desempeña en la clínica de Displasias de la Secretaría de Salud del Estado de Coahuila. Desde su sitio de trabajo también debe de informar malas noticias a las mujeres cuando sufren algún tipo de cáncer, lo que calificaría como lo más duro de ser enfermera.
«Mi primera vez en la clínica de displasias fue muy difícil pues, a la par que comencé a trabajar un familiar muy cercano había fallecido con ese diagnóstico y sufrí para asimilar que tenía que trabajar tan cerca con mujeres con el mismo diagnóstico», relata.
Josefa asegura que ser enfermera es una luchar diaria; dar una palabra de aliento y mantener energía y salud para seguir mantenerse en firme en la compañía de quienes enfrentan el cáncer.
«Verlas recuperarse y recibir un abrazo en agradecimiento es lo más maravilloso del mundo», comenta con orgullo.