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Las telarañas son un complejo trabajo de ingeniería que ya quisiésemos reproducir los seres humanos. Resistentes, pero ligeras, tejidas hilo a hilo con el fin de retener de la forma más eficiente posible a sus víctimas. Su estructura es tan llamativa que incluso se puede hacer música con ella. Pero lo que no saben muchas personas es que hubo un día en el que los científicos de la NASA decidieron drogar a arañas para medir los efectos de ciertas sustancias, simplemente analizando cómo procedían a tejer sus telarañas.
En realidad, la idea no fue suya, sino la serendipia de otro científico, muchas décadas antes. La NASA llevó a cabo su investigación en 1995. Pero fue en 1948 cuando un zoólogo alemán llamado H. M. Peters descubrió por casualidad cómo cambiaba la forma en que las arañas tejen sus telas después de consumir drogas.
Generalmente, los estudios para analizar los efectos de las drogas en animales se realizan en ratones. Sin embargo, drogar arañas es mucho más rápido y sencillo. Sobre todo cuando los efectos se pueden analizar de una forma tan tangible como estudiar los cambios en las telarañas. Por eso, casi 50 años después, los científicos de la NASA retomaron el trabajo de Peters. Pero volvamos al principio: ¿cómo tuvo lugar este hallazgo casual?
Serendipia en el laboratorio
Peters era un zoólogo especializado en el estudio de las telarañas. Tenía varios de estos arácnidos en su laboratorio, para poder estudiar el proceso de tejido de sus redes. Pero había un problema. Normalmente, las arañas se ponían a tejer entre las 2 y las 5 de la mañana. Esto era un poco incómodo para Peters, por lo que decidió drogar a las arañas, para ver si, así, conseguía retrasar un poco sus ciclos y que sus horarios no le hiciesen trasnochar.
Pensó que las anfetaminas podían ser una buena opción, pero lo cierto es que no sirvió de mucho. Las arañas drogadas siguieron tejiendo entre las 2 y las 5 de la mañana. Sin embargo, hubo algo que sí llamó la atención del zoólogo: la estructura de las telarañas había cambiado radicalmente. Esto le llevó a cuestionarse si pasaría lo mismo con otras drogas, por lo que volvió a drogar las arañas, esta vez simplemente para ver cómo cambiaban sus redes.
Probó con sustancias como la marihuana o el LSD y, efectivamente, el tejido fue muy diferente. De hecho, parecía haber patrones característicos de cada droga. Era algo muy curioso, pero no parecía un estudio que pudiese tener aplicaciones realmente útiles. Al menos no con las herramientas de las que disponían los científicos en aquella época. Por eso, se dejó todo en standby.
Drogar arañas por el bien de los humanos
Peters nunca habría conseguido financiación para un estudio sobre drogar arañas. Sin embargo, la NASA tenía su propia financiación y, además, disponía de las herramientas para que el estudio fuese realmente útil.
Gracias a los algoritmos informáticos de los que disponían en los años 90, pudieron analizar las telarañas obtenidas con cada droga y detectar exactamente cuáles son los patrones específicos de una u otra sustancia.
Para hacerlo, mezclaron la droga en cuestión con agua azucarada y la inyectaron en las moscas con las que luego se alimentaba a las arañas. Después, se las dejaba tejer libremente.
A continuación, tomaron la telaraña de una araña sin drogar, que sirvió como control, y la compararon con las tejidas por arañas a las que se habían administrado cuatro drogas posibles: marihuana, cafeína, hidrato de cloral o benzedrina. El tercero es un fármaco que se usa en humanos como sedante y la cuarta es una anfetamina. Por lo tanto, todas son sustancias consumidas por humanos con distintos fines.
Gracias a un programa informático, pudieron comparar la telaraña control con las obtenidas con cada tipo de droga, y establecer los patrones exactos asociados a ellas.
Así, se vio que una de las principales medidas de toxicidad de una sustancia podría ser, en comparación con la telaraña control, la cantidad de lados sin finalizar en las celdas de la telaraña.
La sustancia más tóxica
La cafeína resultó ser la sustancia que, al drogar las arañas, les hizo dejar más lados sin finalizar. Esto indica que es bastante tóxica en sus cerebros. En el nuestro puede traer beneficios, pero porque no consumimos cafeína pura y lo hacemos a unas dosis concretas. Es una sustancia muy beneficiosa; pero que, cuando llega a ser tóxica, afecta muy incisivamente al cerebro. Tanto como dispersar a las arañas que se olvidan de rematar las telarañas que tejen con tanto mimo.
El estudio fue interesante y se hicieron eco de él medios de comunicación de todo el mundo. Sin embargo, lo cierto es que sus inconvenientes tendría, pues a día de hoy las drogas siguen probándose mayoritariamente en ratones. Los científicos aracnofóbicos estarán muy felices de saberlo, desde luego.
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