Painter cuenta que, de niños, ella y sus amigos abrieron cuentas en Instagram mucho antes de cumplir 13 años, mintiendo acerca de su edad.
Y recuerda la presión que sentía para publicar buenas fotos que generasen muchos “me gusta” o comentarios positivos. También la amenaza siempre latente de ser blanco de bullying. Algunos chicos de su escuela creaban cuentas anónimas en las que publicaban fotos de otros alumnos con leyendas crueles o de contenido sexual.
Painter no está sola. Una insospechada alianza de legisladores demócratas y republicanos, activistas y expertos en psicología infantil presiona a Facebook para que suspenda el proyecto de Instagram Kids, dirigido a los adolescentes. Dicen básicamente que una compañía que no puede evitar la publicación de posts de tráfico sexual, mensajes de odio y videos de adolescentes suicidándose, no debería ser autorizada a lanzar una aplicación para menores.
“Esto es algo serio”, dijo Painter, quien tiene una cantidad de cuentas de redes sociales en su teléfono. “La gente basa toda su autoestima en el impacto que tiene una foto”.
Instagram, una pequeña aplicación cuando la compró Facebook por mil millones de dólares en el 2012, vive un momento digno de Facebook. No es un momento envidiable.
Informes de prensa basados en una investigación de la propia empresa indican que Facebook estaba al tanto del daño que Instagram puede causar a los menores, sobre todos las adolescentes, en el área de la salud mental y el cuerpo.
Facebook trató de restar importancia al informe. No lo consiguió.
El jueves, dos senadores, uno de cada partido, realizaron la primera de varias vistas sobre el tema. Antigone Davis, jefa de seguridad mundial de Facebook, defendió los esfuerzos de Instagram por proteger a los jóvenes, insistiendo en que a Facebook le importa “mucho la seguridad de las personas que usan nuestra plataforma”.
La Subcomisión de Comercio del Senado está analizando el manejo que hizo Facebook de su propia información luego de que sus investigadores hablaron del peligro que Instagram podría representar para sus usuarios jóvenes mientras la empresa restaba importancia al asunto en público.
El episodio podría generar una debacle parecida a la de Facebook con Cambride Analytica en el 2018. Se reveló que esa empresa recolectora de datos había conseguido información de 87 millones de usuarios de Facebook sin su autorización, lo que dio paso a vistas legislativas en las que el CEO y fundador de Facebook Mark Zuckerberg testificó por primera vez.
El escándalo de Cambridge Analytica fue complejo y difícil de seguir. Dio la impresión durante las audiencias que algunos legisladores no tenían la más mínima idea de cómo funcionan las redes sociales.
La vista del jueves dejó en claro que habían estudiado el tema, ya que estaban mucho más preparados.
La doctora Nusheen Ameenuddin, directora del Consejo de Comunicaciones y Medios de la Academia Americana de Pediatría, dice que la internet puede ser muy beneficiosa para los menores de edad en medio de una pandemia, permitiéndoles explorar museos y otras actividades educativas.
Pero algunos de sus pacientes dicen haber sido hostigados o que pasan demasiado tiempo viendo una cantidad inacabable de fotos en aplicaciones como Instagram.
Por ello, ella y otros pediatras quieren que Facebook mejore su capacidad de prevenir que los menores tengan acceso a sitios como Instagram. Y piden asimismo que se regule la publicidad de las empresas tecnológicas enfocada en los menores.
“Comprendo que es un negocio”, dijo Ameenuddin. Pero “no debemos explotar a los más vulnerables de la sociedad”.
Ha habido decenas de audiencias sobre Facebook, YouTube y Twitter, sin que se haya regulado esas aplicaciones.
“El tema de la protección de los menores de edad, sin embargo, podría impulsar con más fuerza una regulación”, según especuló Brooke Erin Duffy, profesora de comunicaciones de la Universidad Cornell.
Los legisladores, por de pronto, están mucho más preparados que en el pasado para hablar de tecnología.
Roger McNamee, uno de los primeros inversionistas en Facebook que ahora es uno de sus principales críticos, recordó los comienzos de Instagram, una aplicación para compartir fotos, nacida en el 2010, cuando las cámaras de los teléfonos celulares eran bastante malas comparado con las de ahora, por lo que sus creadores incorporaron la posibilidad de embellecer las fotos.
“Desde un comienzo imperó una cultura de que había que verse mejor que en la vida real”, dijo McNamee. “Crearon toda una cultura de la envidia, que fue el objetivo inicial. Miren el movimiento de ´influencers´ que empezó en Instagram. Todo fue pensado con el modelo de la envidia en mente”.
“Igual que con los alimentos, las medicinas y las sustancias químicas, este sector no puede operar de forma segura sin regulaciones”, dijo McNamee.