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Para entender el contexto político organicemos las ideas y definamos algunos términos de grados filosóficos:
Animal: Ser vivo que respira, vive, siente, se mueve y se alimenta de otros organismos.
Político: Persona que se dedica a la actividad política, participando en la toma de decisiones gubernamentales, la administración pública o la representación de intereses con la finalidad de lograr el bienestar colectivo. El político eficiente debe tener conocimientos técnicos para diseñar e implementar políticas públicas que mejoren la calidad de vida de la población. Construye acuerdos para lograr un desarrollo equitativo y justo en la sociedad. Se comunica de manera efectiva, dialoga con diversos actores sociales y busca el consenso y la cooperación para resolver los problemas y desafíos que enfrenta su comunidad. Se responsabiliza de sus acciones y se somete al escrutinio y control de la ciudadanía. Hay muchos ciudadanos que cumplen con las características de un político eficiente, pero les dificultan el camino o de plano no los dejan “llegar”.
Animal político: Persona capaz de crear ciudades, buscando la convivencia y organización, vive en comunidad y participa en asuntos colectivos.
Político animal: Persona, con características de los animales carroñeros, de comportamiento instintivo y grosero, con influencia en asuntos sociales y gubernamentales, que utiliza su posición para obtener beneficios personales ilegítimos, violando las leyes, los principios éticos y el interés público. Se caracteriza por el abuso de poder, el nepotismo, la malversación de fondos públicos y las prácticas ilícitas. Su conducta denigra al sistema político y debilita la confianza de la ciudadanía en las instituciones, mina la democracia y distorsiona el propósito fundamental de la política, que es el servicio al bien común.
Se comunica de manera engañosa, dice una cosa y hace otra, manipula la información, evade la rendición de cuentas y el control ciudadano, obstaculiza la justicia y la transparencia. Debilita la gobernabilidad, quebranta el Estado de derecho, con efectos negativos en el corto y largo plazo. Al igual que un animal carroñero, se aprovecha de la debilidad de otros y las circunstancias adversas para su propio beneficio. Actúa de forma oportunista, engañosa y dañina para el bienestar de la comunidad. Se vale de las deficiencias del sistema político y legal. Las situaciones desfavorables le caen como “anillo al dedo” para beneficiarse y beneficiar a la manada.
Otras cualidades:
- Se mueve en grupos para protegerse y repartirse el botín.
- Se adapta a diferentes ambientes, lícitos o ilícitos, buscando siempre la mejor oportunidad.
- Tiene un olfato muy desarrollado para detectar y aprovechar la corrupción.
- Genera rechazo y desconfianza en la mayoría de las personas.
Ya encarrilados en la semántica, de volón pin pon, definamos homo sapiens y homo estupidus:
Homo sapiens: Especie humana actual, racional y social, de origen primate del género Homo, que se caracteriza por su dominio del pensamiento abstracto. Con una peculiar inteligencia para auto destruirse y destruir todo a su alrededor de manera pendeja y sin sentido.
Homo estupidus: Especie humana con comportamiento irracional e ignorante desde el punto de vista lógico. No es un término científico ni reconocido formalmente, pero es frecuentemente usado en disertaciones y reflexiones filosóficas, notorio a simple vista en el comportamiento de individuos que creen que es un honor defender a un político carroñero.
Mientras investigaba la semántica de las palabras, para entrar en contexto, se me olvidó qué iba a escribir, pero me acordé de algo, un misterio sin resolver: ¿De quiénes eran el acordeón, la guitarra, la trompeta, la batería y hasta un piano que encontraron en la feria de Cepillín? Por cierto, también sigue siendo un misterio, a gritos, el probable enriquecimiento ilícito de personas con apellidos López, Obrador y López, Beltrán, así como personas anexas y conexas.
Por poner un ejemplo, de una sola obra, la del Tren Maya. Entre todo el alboroto de la construcción, la inauguración precoz, sus constantes fallas, la inviabilidad financiera del retorno de inversión, los contratos de obra sin licitación, los problemas ambientales y socioeconómicos que ha causado a las regiones afectadas, y que se agravarán con el tiempo. A todo eso sumemos el misterio de: ¿Cuál ha sido el destino de los millones de árboles talados? Millones de metros cúbicos de maderas preciosas con un valor monetario inmenso que asciende a decenas de miles de millones de pesos. La afectación incalculable e irreparable al medio ambiente no fue un impedimento para robar.
Y al respecto, qué dice la gente que ahora no ve corrupción por ningún lado, gente con un ojo tuerto y el otro bizco, gente que solo repite: ¿Dónde están las pruebas? ¿Los de antes robaban más?, entre otras barbaridades. Hasta ahí llega su argumento, sin siquiera cuestionar el modo de vida que drásticamente cambio en la familia de “luchadores sociales”, cambios notorios a simple vista y desde el principio de la llegada al tan deseado poder.
El político que es cínico, hipócrita, de valores mancillados o carente de estos, siempre trata de ocultar su putrefacción denunciando y atacando, la corrupción ajena, muchas veces inexistente, sembrando la semilla de la duda para que al crecer oculte su verdadera corrupción. Ese político se siente protegido, respaldado por una parte del pueblo que está dispuesto a “luchar”, hasta contra sus propios principios, antes de aceptar que se equivocó, y sigue en el desacierto, al apoyarlo.
Desde Caín y Abel, el Homo ha demostrado que es más estupidus que sapiens. Caín cargó durante largo tiempo el cadáver de Abel sin saber qué hacer, hasta que vio a un cuervo enterrar a otro cuervo muerto. Tenemos mucho que aprender de los animales, ellos seleccionan a sus lideres de entre los que DEMUESTRAN, con hechos no palabras, fuerza, valentía, inteligencia, habilidades para la resolución de problemas, astucia y capacidad para negociar y establecer alianzas. Y si el líder les falla, lo castigan con más severidad que a un miembro ordinario de la manada.
Termino, sin ser cuanto, con este cuento que debe acabar.