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La ONU examina a México por la crisis de desapariciones forzadas

El organismo internacional despliega su mecanismo de alerta máxima ante una tragedia que lacera a la nación. Las cifras revelan una emergencia sin precedentes.

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Un Llamado que Estremece al Mundo

En las frías y solemnes salas de Ginebra, un dato estalló con la fuerza de una tragedia anunciada, un número que condensa el dolor de una nación entera: de todas las peticiones de acción urgente emitidas por el Comité de Naciones Unidas Contra la Desaparición Forzada en sus quince largos años de existencia, un escalofriante 37% han sido por casos ocurridos en México. Este no es un simple porcentaje; es un grito silencioso que atraviesa océanos, un testimonio de una herida que no cicatriza. Con este precedente abrumador, los diez miembros del Comité, guardianes internacionales de la dignidad humana, iniciaron este lunes un examen que podría cambiar el curso de la historia. No se trataba de una revisión cualquiera, sino de la activación del procedimiento del artículo 34, una cláusula reservada para las situaciones más críticas, aquellas donde la desaparición forzada se practica de forma generalizada o sistemática. El destino de México estaba, una vez más, bajo el escrutinio del mundo.

El Mecanismo de Alerta Máxima se Activa

Bajo la presidencia del abogado ecuatoriano Juan Pablo Albán, una figura cuya voz cargada de solemnidad resonó en el Palacio de las Naciones, el Comité emprendió la titánica tarea de analizar la información presentada. Por un lado, el gobierno mexicano ofrecía su versión; por el otro, una legión de defensores de derechos humanos y, lo más conmovedor, las propias madres buscadoras, mujeres convertidas en heroínas en una búsqueda interminable. Hasta el 2 de octubre, cada palabra, cada documento, cada testimonio sería diseccionado bajo la lupa de la justicia internacional. Albán, con la gravedad de quien anuncia una tempestad, dejó claro el panorama: “La desaparición forzada no es un crimen del pasado, sino del presente”. Sus palabras no eran una mera declaración, sino un veredicto preliminar sobre una realidad que se niega a desaparecer. Alertó sobre el aumento de las desapariciones de corta duración, una herramienta siniestra de intimidación contra periodistas, defensores y cualquier voz que se alce en protesta pacífica. “La impunidad sigue siendo la regla”, sentenció, pintando un cuadro de sociedades fracturadas y Estados de derecho tambaleantes.

Las cifras que emergieron de las profundidades de los archivos de la ONU son una epopeya de desolación. Desde 2012, el Comité ha emitido la astronómica cantidad de 1,931 peticiones urgentes. De ese océano de desesperación, 729 olas han golpeado las costas del Estado mexicano, colocándolo en el triste y deshonroso primer lugar a nivel mundial, muy por encima de Irak (692), Colombia (241) o Cuba (194). Pero los números fríos esconden una narrativa aún más dramática. Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, las órdenes urgentes pasaron de 5 a 42 anuales. Bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, la curva ascendente no se detuvo, iniciando con 10 y cerrándola con un centenar estruendoso. Cien peticiones de emergencia en un solo año. Cada una, un universo de angustia. Hasta febrero de 2025, la cuenta no se detenía, sumando 14 alertas más, como latidos constantes de una emergencia que no da tregua.

El Rostro Humano de una Estadística Aterradora

Detrás de los informes y las sesiones en Ginebra hay nombres, rostros e historias truncadas. En el último período analizado, de septiembre de 2024 a febrero de 2025, de las 106 acciones urgentes emprendidas por el Comité, un 44%, es decir, 47 casos, tenían como escenario el territorio mexicano. Los estados de Michoacán y Baja California se erigieron como epicentros de esta tragedia. Entre las víctimas, la diversidad del dolor: defensores de derechos humanos, una persona LGBT, cinco menores de edad, dos personas con discapacidad y 17 miembros de minorías étnicas o religiosas. Casi el 79%, hombres. Pero el hilo conductor de este drama es la oscuridad. El Comité subraya con alarma que, en la inmensa mayoría de los casos, la información sobre los autores y las circunstancias es un agujero negro. No hay testigos, no hay pruebas, solo el vacío. Existe, sin embargo, una sospecha que se repite como un estribillo siniestro: vínculos entre agentes de las autoridades locales y grupos criminales.

Las fallas señaladas por el organismo internacional son una crónica de una búsqueda fallida. En contadas ocasiones se implementa una estrategia de búsqueda digna de ese nombre. Y cuando existe, con frecuencia ignora el protocolo oficial y las normas internacionales. Las medidas cautelares de protección son una quimera para las familias. Las búsquedas sobre el terreno, esa acción fundamental que podría devolver la esperanza, son limitadas o, en el peor de los casos, inexistentes. La información proporcionada por el Estado mexicano, en sí misma, a menudo revela la participación de agentes públicos en actos que han obstruido activamente la investigación. Es un círculo vicioso de negligencia y, en algunos casos, de complicidad.

El camino que se abre ahora es de una magnitud histórica. Si el Comité determina que la situación en México cumple con los criterios del artículo 34, el asunto podría ser elevado a la Asamblea General de la ONU. Organizaciones de la sociedad civil, como el Centro para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios y Consultora Solidaria, ya vislumbran este escenario no como una condena, sino como una oportunidad única. Proponen la creación de un instrumento internacional de acompañamiento para ayudar al gobierno mexicano a impartir justicia y, lo más crucial, evitar que esta tragedia se repita. Incluso se alza la sombra de la Corte Penal Internacional, donde ya se recopilan comunicaciones sobre supuestos crímenes de lesa humanidad en el contexto de la guerra contra el narcotráfico. El mundo observa, y México se encuentra en un punto de inflexión donde la justicia internacional podría ser el último recurso para miles de familias que buscan respuestas en medio de la penumbra.

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Fallecen 26 personas en situación de calle en Pachuca por frío

La falta de un albergue permanente y las bajas temperaturas han cobrado vidas, mientras una iniciativa ciudadana busca ofrecer auxilio inmediato.

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Análisis de una crisis humanitaria en la zona metropolitana de Pachuca

Una investigación detallada de los datos proporcionados por la Organización por la Inclusión y Derechos Humanos, a través de su representante Pamela Álvarez, revela una situación crítica en el estado de Hidalgo. Durante el transcurso del año 2025, se han registrado 26 decesos de personas en situación de calle y abandono dentro de la zona metropolitana de Pachuca. El análisis de las causas determina que la mayoría de estos fallecimientos son una consecuencia directa de las adversas condiciones climáticas, específicamente las bajas temperaturas, agravadas por la presencia de enfermedades oportunistas en una población con la salud debilitada.

La distribución geográfica de estas muertes evidencia la magnitud del problema: 15 ocurrieron en el municipio de Pachuca, 7 en Mineral de la Reforma y 4 en otras demarcaciones de la conurbación. Esta data no solo cuantifica una tragedia, sino que señala una fractura en el sistema de protección social y la ausencia de políticas públicas efectivas para este segmento de la población. Cabe destacar que, pese a los esfuerzos de gestión de la sociedad civil organizada, la aprobación para la creación de un refugio permanente no ha sido concretada por las autoridades competentes, lo que constituye un factor determinante en esta crisis.

Estrategia ciudadana y el panorama de vulnerabilidad extrema

Como respuesta inmediata a esta inacción institucional, se ha desarrollado la iniciativa “Techo Itinerante de Atención Prioritaria“. Este proyecto, de carácter provisional, busca mitigar la problemática del fenómeno de calle mediante la implementación de módulos móviles de atención. La estrategia operativa consiste en desplazar estos puntos de auxilio a las localizaciones con mayor concentración de población en extrema vulnerabilidad. Los servicios que se brindarán son integrales e incluyen: alimentación adecuada, atención médica básica, análisis de casos particulares para su canalización, kits de higiene personal, insumos de salud menstrual y, de manera crucial, elementos de protección contra el frío.

El objetivo cuantificable de esta intervención es impactar positivamente a aproximadamente 200 individuos. Sin embargo, este número debe contextualizarse con la estimación de que en la región metropolitana de Pachuca coexisten alrededor de 1,800 personas en situación de calle. La investigación identifica que esta cifra ha experimentado un crecimiento exponencial desde el año 2020, un fenómeno atribuible a una confluencia de factores estructurales como la pandemia de COVID-19, la desaceleración económica global y los complejos fenómenos migratorios de la región.

Un análisis más profundo de las condiciones de vida de esta población identifica un entramado de problemáticas interconectadas que perpetúan su estado de indefensión. Estas comunidades enfrentan violencia intrafamiliar, invisibilidad social sistemática, violencia institucional, explotación laboral, estigmatización pública y una profunda exclusión que genera un círculo vicioso de difícil ruptura. Aunque se reconoce la labor del Refugio Invernal operado en Pachuca, su alcance es limitado, dejando en estado de total desamparo a los municipios aledaños de la zona metropolitana.

La iniciativa del Techo Itinerante pretende, por tanto, ampliar la cobertura a siete demarcaciones. Un dato que refleja la gravedad de la exclusión es el destino final de las 26 personas fallecidas: la mayoría, al carecer de familiares que los reclamen o incluso de documentos de identidad, terminan siendo inhumados en la fosa común. La investigadora Pamela Álvarez alerta que el periodo más crítico de la temporada invernal está por llegar, por lo que, de no mediar una intervención robusta y coordinada, es previsible que el número de decesos continúe en ascenso.

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Detienen a El Pilas del CJNG en operativo de Colima

Capturan a un eslabón clave de la red criminal que aterrorizaba la zona con métodos brutales y distribución de drogas.

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No era un pilas, era un cargador: caída del narco en Manzanillo

Parece que la Estrategia “Colima Seguro” decidió hacerle una visita sorpresa, estilo reality show, a Jaime Tonatiuh “N”, alias “El Pilas”. Resulta que a este emprendedor de 26 años, especializado en la industria farmacéutica no regulada, los marinos le cortaron el rollo en pleno Manzanillo. Su start-up, avalada por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), no pasó el control de calidad.

Las autoridades, en un giro argumental que nadie se esperaba, lo señalan como un generador de violencia en la región. Pero su currículum no termina ahí. El susodicho ya tenía un historial delictivo que es la envidia de cualquier aspirante a villano: delitos contra la salud (qué sorpresa), drogarse en vía pública (porque la discreción es sobrevalorada) y violencia familiar (porque el caos no se exporta, se fabrica en casa). Un triple threat, como dirían en Hollywood.

La banda del horror: un elenco para el recuerdo

En este spin-off criminal, “El Pilas” no trabajaba solo. Era el operador de confianza de “La China”</strong, un individuo cuyas funciones de halcón y sicario suenan más a personaje de videojuego que a un plan de vida sensato. La trama se complica porque también estaba en el radar por su conexión con una estructura delictiva liderada por Giancarlo “N”, alias “Raptor” (¿referencia a Jurassic Park? Quién sabe), y operada por Francisco “N”, alias “Chacalo”.

Las responsabilidades de este dream team incluían halconeo y la distribución de estupefacientes en Manzanillo. Pero su huella no se quedó en el menudeo. A esta célula se le vinculó con diversos homicidios en Colima y Villa de Álvarez, además de ejecuciones en el Centro de Santiago. Su modus operandi era tan siniestro que parece sacado de una serie de terror: desmembramiento y traslado de cuerpos en vehículos particulares. Porque cuando se trata de hacer las maletas, ellos literalmente desarmaban el problema.

El final de temporada para “El Pilas” llegó durante unos patrullajes de vigilancia en la colonia Lomas del Mar. No hubo tiroteo épico, sino un decomiso que incluía 68 dosis de metanfetamina y una bolsa de plástico. Sí, la clase de inventario que no quieres que te encuentren en un control. Fue puesto a disposición de las autoridades para que le armen su carpeta de investigación, que probablemente será más gruesa que un guion de telenovela.

En resumen, una pequeña victoria en el eterno drama entre las fuerzas del orden y el crimen organizado. Una lección más de que, a veces, el que le carga no es tan pilas como cree.

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Sheinbaum pacta que Marina mexicana intercepte barcos de drogas

Un nuevo pacto marítimo busca frenar la escalada militar, tras operativos letales que han tensado la relación bilateral.

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Un acuerdo para que los vecinos no se maten entre sí (o al menos, que lo haga quien debe)

En un giro de los acontecimientos que nadie vio venir, la presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado un pacto de caballeros (y marinos) con las autoridades estadounidenses. La brillante idea, que seguramente les costó incontables reuniones y cafés amargos concebir, es que la Marina mexicana se encargue de interceptar las embarcaciones con drogas cerca de nuestras costas. ¿En aguas internacionales? También, por qué no. Al parecer, la alternativa –que los estadounidenses sigan convirtiendo el Caribe y el Pacífico en un campo de tiro al blanco con al menos 75 muertos– no era lo suficientemente atractiva.

La mandataria, en su ya tradicional conferencia de prensa matutina, explicó con la serenidad de quien anuncia el menú del día que el primer acuerdo es que la Secretaría de Marina haga el trabajo pesado cuando el Comando Sur o sus agencias hermanas pasen el chisme. Qué detalle, ¿verdad? Uno casi puede imaginar la conversación: “Oigan, gringos, ¿y si en lugar de disparar primero y preguntar después, nos avisan y nosotros, con toda la elegancia marítima mexicana, los interceptamos?”. Por su parte, el Departamento de Defensa de Estados Unidos, en un ejercicio de comunicación ejemplar, no se dignó a comentar. Quizá estaban demasiado ocupados planificando su próximo “conflicto armado” contra unos cárteles a los que, por arte de magia geopolítica, ahora vinculan directamente con el gobierno de Venezuela.

La delicada danza de la no colaboración (que se parece mucho a colaborar)

México, por supuesto, ha rechazado estas acciones con la vehemencia de un padre regañando a un hijo travieso. Pero la realidad es un poco más… gris. A fines de octubre, tras un ataque en el Pacífico a unos 830 kilómetros de Acapulco, la Marina mexicana acudió solícita a intentar rescatar a un superviviente. ¡Qué casualidad! Justo el barco más cercano era mexicano. Qué bonito es cumplir con los protocolos de salvamento marítimo, sobre cuando te evita tener que admitir abiertamente que estás cooperando con el vecino al que públicamente condenas.

Para rematar la farsa, el gobierno mexicano envió a los secretarios de Marina y de Relaciones Exteriores a tener una charla con el embajador estadounidense. La petición: que mejoren los protocolos de las operaciones conjuntas y se intercepte a las embarcaciones sospechosas en lugar de… ya saben, reducirlas a astillas. Una idea revolucionaria. Mientras tanto, la administración de Donald Trump acumula una enorme fuerza militar en aguas sudamericanas, justificando su beligerancia diciendo que están en un “conflicto armado” con los cárteles. Porque nada dice “paz y seguridad” como una demostración de fuerza descomunal.

Sheinbaum, con la calma de quien ha logrado un acuerdo “en principio”, afirma que las autoridades estadounidenses dijeron que sí. No aclaró cuándo, con quién, o sobre qué tipo de papel fue escrito ese “sí”. Pero bueno, un “sí” es un “sí”, incluso si viene envuelto en la ambigüedad diplomática y el ruido de los cañones recién disparados. Lo realmente importante es que, según ella, recientemente no ha habido ataques cerca de las costas mexicanas. ¡Milagro! Quizá el simple anuncio de un posible acuerdo funcionó como el mejor elemento disuasorio. O quizá los cárteles están de vacaciones.

¿No es enternecedor ver cómo la geopolítica se reduce a esto? Dos naciones, vecinas y supuestas aliadas, negociando básicamente el derecho a ser los primeros en perseguir a los malos en el patio trasero de uno de ellos. Todo para evitar que el vecino, con un historial reciente un poco disparatado, decida que la solución es la obliteración total. Un verdadero cuento de cooperación binacional para los libros de historia.

¿Crees que este acuerdo frenará la violencia o es solo un parche diplomático? Comparte esta nota en tus redes sociales y haz que más personas conozcan este surrealista capítulo de la relación México-Estados Unidos. Explora más contenido relacionado con la política exterior y la seguridad nacional en nuestro sitio.

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